18 mayo, 2024
#MeToo

Las aguas parecían calmadas y el mandado hecho. El movimiento #MeToo cumplió el objetivo de colocar el foco sobre el tema de las agresiones, abusos y acosos sexuales en entornos laborales, muy especialmente en la industria del entretenimiento.

El alcance viral y la determinación de las denunciantes que respondieron a la iniciativa de la actriz Alyssa Milano logró tumbar de su pedestal al todopoderoso productor Harvey Weinstein, llevándolo ante la justicia para que rindiera cuentas por los desmadres cometidos durante años de absoluta impunidad e incluso de complicidad, por ser un secreto a voces, según trascendió al fragor del escándalo.

Pues bien, estos días comenzó un nuevo capítulo de la historia que, daba la impresión, había concluido. La información generada en Estados Unidos cuenta que Harvey recibió el permiso de los tribunales, para ser trasladado al Hospital Bellevue de Nueva York, donde atienden los problemas de salud que enfrenta actualmente. La solicitud fue realizada por su abogado y los responsables accedieron a la petición.

Hasta ahí, no hay nada llamativo. Cualquier persona, aunque esté privada de libertad, conserva sus Derechos Humanos. La polémica radica en algo que se difundió a propósito del chequeo médico: el más alto tribunal de la nación anuló la condena por delitos sexuales que le había sido impuesta en 2020. La decisión se produjo por cuatro votos a favor y tres en contra.

Y aunque Harvey continuará en prisión, en respuesta a otro caso de violación sentenciado en California, con 16 años de cárcel, el hecho de que se haya desestimado el dolor y el trauma de decenas de denunciantes, lo menos que produce es náuseas y, una vez más, genera todo un cuestionario.

¿Se equivocó el tribunal que emitió la primera condena, después de un proceso en el que hubo testimonios y pruebas? ¿O el que tomó una decisión en base a un expediente, es decir: un lote de papeles? ¿Cuántas veces las víctimas tienen que sentirse ultrajadas antes de encontrar justicia? ¿La lucha por la igualdad y por el respeto retrocede al tiempo que termina el primer cuarto del siglo XXI? ¿La conciencia individual y colectiva está en peligro de extinción?

Ante una decisión de tal calibre, bastaría esperar que haya una respuesta contundente como la que se registró a partir del 15 de octubre de 2017, cuando Milano utilizó las redes sociales para invitar a la denuncia y obtuvo una respuesta que repercutió en forma contundente, con eco hasta en la gala del Oscar.

La repotenciación del histórico #MeToo debería ser un nuevo llamado de atención para quienes deben tomar decisiones ejemplarizantes y allanar el camino hacia una sociedad más justa. Bien sea en el norte, en el centro o en el sur.

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