22 mayo, 2025
Semana Santa de 'Sex and the city'

El martes me desperté absolutamente derrotada. Me vestí sin bañarme. No habia agua en casa y mi humor no aguantaba ni el respectivo tobito de agua fría ni tener que esperar una eternidad para que mi cocinita eléctrica se dignara a hervir unos cuantos litros.

El mal humor podía ser normal. Nunca despierto de mil amores. Pero no tenía hambre y yo siempre amanezco con el apetito de un camionero. Me comí una fruta y me fui al gimnasio. Me costó cada ejercicio. Sentía ganas de llorar. Mire el calendario de mi teléfono para echarle la culpa a las hormonas, pero estaba en la fase ovulatoria, no en la premenstrual.

Ese día me tocaba ir al odontólogo por cuarta vez para solucionar un problema que se supone debía tomarme solo 1 o a lo sumo 2 sesiones pero ya saben últimamente nada en mi cuerpo marcha como la ciencia lo espera.

Después fui a terapia con mi «mapa de sueños» en mano, un ejercicio «ridículo» que me hizo recordar cosas que quise, cuáles abandoné y por qué, cuáles se concretaron y cómo, qué tantas sufrieron transformaciones, pero especialmente… qué deseo y espero hoy.

Pero antes de empezar, la psicóloga me cuestionó por mi evidente desanimo.

Al cabo de unos minutos me di cuenta que nuevamente me estaban afectando las expectativas, las comparaciones, el creer que todos estaban teniendo la Semana Santa más apoteósica de sus vidas mientras yo estaba ahí: sola y atormentada por las 7 plagas de Egipto que me cayeron en los últimos meses incluyendo los chasquidos y el tinnitus post otitis, que me tienen al borde de la locura (en serio).

Ella me hizo ver eso que es evidente para todos menos para el que está en el centro del huracán y después concluyó con un:

Ya te estacionaste mucho tiempo, no te vuelvas a frenar por un hombre que no está disponible ni por uno que no termina de llegar.

Entonces, le prometí que sí, que aceptaría todas las invitaciones que tenía, que haría cosas sola, que no me quedaría encerrada en casa.

No obstante, mi organismo no estuvo de acuerdo con eso y el miércoles amanecí con un gripon de otro nivel. Pensé en ¿a quiénes llamamos cuándo nos sentimos mal? Finalmente esas son las personas en las que realmente confiamos, las que sabemos que estarán ahí para nosotros ¿no? ¿Tiene sentido que quien decimos amar no figure en ese listado?

De repente recordé un capitulo que ya les he contado antes: se cayó la puerta de vidrio de mi ducha y yo, llena de cortadas, sangre, y en pleno ataque de pánico, llamé a mi pareja para pedirle que me llevase al hospital, pero él solo respondió «no puedo, estoy en Los Teques, llama a Raúl» (el esposo de mi mejor amiga) y trancó. Ese día algo en mí se murió, empecé el duelo, y un par de meses después, cuando nos dejamos, dolió menos.

El punto es que active mis ‘sos’ incluyendo el llamado a mí misma, ese «marica, hazte un caldito de pollo como se lo harías a tus afectos». Al rato llegó el agua de coco. Y en la noche, un amigo que vive del otro lado de la ciudad me acercó la mejor sopa de pescado que me he comido en mi vida y aquello se sintió como un «Ves Jessica: el que te quiere… te acompaña, te cuida, puede. No lo olvides».

Active mi maratón de ‘Sex and the city’. Si, estoy viéndola completa. Cuando se estrenó, yo solo tenía 9 años. De adolescente vi algunos capítulos sueltos pero nunca alcancé a dimensionar lo revolucionaria que fue… pese a sus aspectos tóxicos o aristas banales.

La serie me ha hecho darme cuenta que tengo un poco de cada una de ellas. Puedo ser libre, irreverente, directa y pragmática como la maravillosa Samantha Jones pero en un capitulo Samantha lloró porque tenía gripe, se le cayó la cortina, y no habia un hombre que la ayudase. En otros, sufrió porque confió y la traicionaron.

Puedo ser bella, independiente, la mejor profesional, una jeva exitosa, con su gato y su apartamento, como Miranda, y aún así tener complejos, pedir perdón por los logros en vez de celebrarlos, caer en crisis porque se agota la reserva ovárica, y terminar en ires y venires con seres como Steve… nobles, amorosos, pero que jamás le llevarán el ritmo.

También puedo tener la personalidad multifacética, apasionada, curiosa, graciosa y empática de Carrie Bradshaw pero pasar mis días detrás de tipos como Mr. Big, evasivos, con miedo al compromiso, manipuladores.

Y también habría que admitir que puedo ser, aunque no me caiga tan bien, ingenua, idealista, autocrítica, y con el sueño de la pareja y la familia eterna como Charlotte.

Mientras pensaba todo eso, me llamó un amigo que quiere ser más que eso, pero dice estar esperando los seis meses que, según él, yo necesito para reponerme emocionalmente (un mes por cada año de relación que tuve).

Recordamos sus intentos fallidos y mis múltiples atorrancias, me reí de sus chistes durante dos horas y, aunque él no lo sepa, en medio de su echadera de perros, me ayudo a sentir que lo malo iba a pasar.

Cuando lo actualicé sobre mi situación amorosa, me dijo que tal o cual episodio era normal porque era imposible que un hombre se perdonase a si mismo el perder a una mujer como yo.

Más allá de la caricia al ego, pensé que quizás tenía razón.

Finalmente, todos mis ex, incluso los que me dejaron, volvieron. Recuerdo que uno me llamo en la antesala a su matrimonio, cual novela, para decirme que si yo volvía, él no se casaba, ja.

En algún punto eso me parecía un logro. Mis amigas suelen decir que a mí los tipos me aman para toda la vida y yo les respondo que sí pero… todos se van… y con otras, claro.

Hoy ya no quiero a un hombre que no se perdone haberme perdido sino a uno que celebre tenerme, que procure mi permanencia a su lado.

Pero como en ‘Sex and the city’: debemos trabajar en nosotras mismas para no terminar confundiendonos, saboteandonos, engañando a un bello como Aidan con un dañino Mr. Big.

Por: Jessica Dos Santos / Instagram: Jessidossantos13

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