26 abril, 2024

¡No insistan, ese traje no nos queda!

¡No insistan, ese traje no nos queda!


Cuántas veces los medios promocionan productos, en particular prendas de vestir con modelos femeninos y masculinos con fenotipos muy alejados de nuestra constitución física y carga genética común.

Tan persuasiva es la publicidad que terminamos comprando la prenda, luego, son frecuentes las decepciones con los resultados pues no hay forma ni manera que se vea ni se sienta igual. Algunos insistirán con cambios cosméticos y hasta quirúrgicos para ver si lo logran.

Hablamos en los discursos de la diversidad y pluralidad como una condición natural en los humanos, en las sociedades, en las ciudades y los países. No obstante, la ley se encargará de compensar estas diferencias con la garantía de la justicia e igualdad de oportunidades para todas y todos, sin distinción, sin discriminación de ningún tipo.

Sin embargo, la política real, hasta ahora, lo que busca en la práctica es homogeneizar, normalizar o estandarizar y en el peor de los casos, crear y legitimar una jerarquía de poder artificial que coloca en un plano inferior a todo aquello o a quiénes se salen de esa normalización y homogeneización pretendida.

En la presente reflexión trataremos de indagar brevemente sobre algunas de las diferentes formas en las que se ofertan y hasta imponen mundialmente esquemas, modelos, normas bajo la figura de recomendaciones desde organismos internacionales, ajenas a nuestras realidades y condiciones naturales, históricas, culturales, geográficas, ambientales y hasta biológicas.

Un mensaje a García, para los de afuera y para los de adentro de nuestros países, “¡No insistan, ese traje no nos queda!”.

Las preguntas para el calentamiento:

¿En qué nos parecemos a los pueblos, la historia y las culturas de Asia, Europa, África, Oceanía, Norte de América o de América Latina y el Caribe?

¿Sus hábitos de consumo han cambiado en la medida que la economía de su país ha crecido y se ha desarrollado? ¿Ha dejado de consumir platos tradicionales, su forma de consumir se ha simplificado, su dieta cambió?

¿Cuántas veces al mes o a la semana come en las cadenas de comida rápida transnacionales?

¿Su país tiene un referente de cómo quiere ser en el futuro, cómo se proyecta? ¿Hay algún país o sociedad al que le gustaría parecerse materialmente y espiritualmente? ¿Cuánto conoce y valora de sus países vecinos? ¿Reconoce y valora su cultura e historia?

Como país y sociedad, Ud.: ¿Se siente a gusto con su forma de ser, sus valores, su identidad? Por su puesto, quiere mejorar en algunos comportamientos, en relación a lo económico, en relación a los servicios, pero se siente bien siendo y estando en su país. ¿Cree que hay potencial, hay recursos naturales y talento humano para mejorar?

Veamos, alguna información para ilustrar

En nuestra reflexión anterior, El dinero de hielo, tocamos el tema de la paridad de poder adquisitivo, un ajuste que se hacía a la paridad de las monedas locales frente a la divisa estadounidense, más allá de la tasa de cambio vigente, para registrar las diferencias de poder adquisitivo del USD en la economía real de cada país, para una cesta de bienes y servicios comunes específicos. Ello permite tener una mejor base de comparación entre todos los países del mundo, la pregunta que nos surgió, ¿una comparación para qué y para quiénes? Tal vez, algunos hechos históricos del Programa de Comparación Internacional (ICP) nos den luces.

En los 1.500s, el concepto de Paridad de Poder Adquisitivo (PPA o PPP por sus siglas en inglés) es usado por primera vez en la Universidad de Salamanca, España.

1918, el economista sueco Gustav Cassel desarrolla la moderna definición de PPA.

1940, el economista británico Colin Clark deduce el concepto de PPA para estimar niveles reales de ingreso.

1968, la División de Estadísticas de las Naciones Unidas (UNSD, por sus siglas en inglés) y la Unidad de Comparación Internacional de la Universidad de Pennsylvania establecen el Proyecto de Comparación Internacional (ICP, por sus siglas en inglés) como recomendación de la Comisión de Estadísticas de las Naciones Unidas (UNSC, por sus siglas en inglés). Este proyecto de investigación es financiado por la Fundación Ford y el Banco Mundial. La meta es convertirlo en un programa mundial regular, una comparación del PIB expresado en ppa.

1980, el ICP deja de ser proyecto de investigación y se convierte en programa de trabajo regular de la UNSD. Para esta fecha el ICP se encuentra en su fase IV y se han sumado 60 economías.

2017, 176 economías están incluidas en el ciclo de actividades del programa ICP. En el 2020, se elaboró el reporte correspondiente.

Este Programa de Comparación Internacional se encarga del cálculo de la ppa, de seleccionar los bienes y servicios de la cesta, de decidir la metodología, coordinar la recolección, entre otras actividades. El país que se emplea como referencia en esta comparación de Paridad de Poder Adquisitivo es los EE.UU. y la moneda de referencia es el dólar estadounidense. Aquí se asume, de hecho, también un patrón de consumo o estándar contra el que se comparan los países, ¿no cree Ud.?, aun cuando se puedan agregar o quitar bienes o servicios.

Del proyecto embrionario, Penn World Table (PWT), inferimos de mantenerse el mismo espíritu en el ICP, que hay por lo menos tres indicadores expresados en ppa, por persona, para la comparación internacional (Benchmark): uno para medir calidad de vida, otro la capacidad productiva de la economía y otro el nivel de productividad.

Entonces, nos preguntamos: ¿esta comparación se reduce a lo meramente económico, ¿da una idea de dónde rinden más los USDs?, ¿esta es una información que pudiera ser útil para quiénes? ¿Tal vez, a los inversionistas extranjeros para elegir en cuál país invertir? También, esta comparación les servirá a los responsables de elaborar las políticas públicas para mejorar su desempeño. ¿Se trata de promover la competencia entre países para atraer Inversiones Extranjeras Directas o Ayudas al Desarrollo (AOD)?

En los inicios de los 90s, el Banco Mundial elabora otro indicador mundial relacionado: el de la línea de la pobreza extrema por persona, expresado en USD en ppa. Para ello se escoge un grupo de países (originalmente 15 naciones), las de más bajos ingresos, per cápita, en ppa, se levantan en ellos las encuestas de los ingresos por hogares para cubrir “necesidades básicas” (cesta de bienes y servicios establecida por la Organización Internacional del Trabajo en la Conferencia Mundial de Empleo de 1976, incluye alimentos, techo y ropa). De allí se calcula y fija el umbral de ingresos diarios en USD (ppa), por persona, para estimar la cantidad de población en pobreza extrema en todo el mundo, por países y por regiones. Esta línea de pobreza cambia con cada actualización de la Paridad de Poder Adquisitivo. La línea de pobreza extrema para el 2012 se fijó en US $1.90 (ppa 2011), resultando en 897 millones el número de personas en el mundo en pobreza extrema. (Wikipedia Poverty threshold), (Ferrerira et al, 2016). La línea de pobreza extrema nos obliga a utilizar otro indicador expresado en ppa para la comparación: los ingresos por persona (calidad de vida), por países. ¿Cuán confiable es esta estimación de pobreza, pudiera estar sobre-estimada y subestimada, dependiendo del país?.

En el año de 1990, El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), crea y pública, en su primer Reporte anual del Desarrollo Humano, el Índice de Desarrollo Humano (IDH, HDI por sus siglas en inglés), un índice compuesto que consiste, método actual, en la media geométrica de tres índices normalizados: Expectativa de Vida, índice de Educación e índice de Ingresos (por personas y en ppa). ¿Estos índices están normalizados con respecto a los valores de qué países? Tres patrones más condensados en uno para figurar en otra lista jerarquizada, para que nos comparemos, para que veamos el camino a seguir, para que nos comparen.

En opinión de Elizabeth Stanton, del Global Development and Environment Institute, “el Reporte de Desarrollo Humano del PNUD amplía las herramientas de medición y comparación usadas por los gobiernos, ONGs e investigadores para nuestra comprensión común de lo que es el desarrollo”. (Stanton, 2007)

Curioso, se habla de ingreso por persona, pero esto nada tiene que ver con salario real o con pensión o con ingresos por hogar. Tampoco con concentración de la riqueza.

Aquí no entran otras formas de economías distintas a la economía de mercado capitalistas.

Aquí no caben otras formas comprender y concebir el desarrollo.

Con el IDH el foco se amplió, se incluyen las variables sociales: expectativas de vida y educación, pero se mantiene lo económico y el enfoque individual de las comparaciones.

¿Hay o no sesgo cognitivo?

¿Qué pasa si no queremos ese traje?, porque no nos gusta, porque no nos queda ni nos quedará, porque lo sentimos ajeno o porque simplemente no nos da la gana. Pasamos a la lista negra de los rebeldes, de los peligrosos, de los diferentes, de los que se convierten en una amenaza para el orden actual.

Estas son las mediaciones de alto nivel que recibimos de organismos multilaterales, de ONGs y autoridades intelectuales. Formas sutiles de persuasión, consensos en los que no hemos participado, pero a los que nos vemos obligados a suscribir en todas sus partes, como los contratos de adhesión donde se reservan el derecho de admisión.

¿Qué hacer?

No nos queda de otra, para hacer una tortilla hay que romper los huevos. Comenzar con nuevas teorías, nuevos modelos y metodología, nuevas prácticas, nuevas formas de relacionarnos, de complementarnos, de solidarizarnos, de empoderarnos, de resolver nuestros problemas, particulares para la visión mundial, pero comunes desde la perspectiva de la región de América Latina y el Caribe y desde el “Sur Global”.

Reconocernos y revalorizar lo que somos, socializarlo interna y regionalmente.



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