Kursk: la tumba del nazifascismo

La región rusa de Kursk es famosa desde julio de 1943. Allí se realizó la mayor batalla de tanques de la historia, culminada con la gran victoria soviética sobre el ejército nazi. El plan del Alto Mando de la Wehrmacht Ciudadela pretendía repetir la guerra relámpago (blitzkrieg): una maniobra envolvente que a modo de pinzas quebraría la resistencia ruso-soviética en los flancos norte y sur del llamado saliente de Kursk.
Hitler creía que una victoria en Kursk devolvería a sus tropas la moral perdida en Stalingrado y el apoyo de los aliados rumanos, húngaros e italianos que consideraban retirarse de la guerra. ¿Quién podría pensar entonces que 82 años después otro fascista tendría la loca idea de emprender otra batalla contra Rusia en Kursk y repetiría los errores de Hitler? El Fuhrer de “bolsillo” llamado Zelenski, en agosto de 2024, lanzó hacia Kursk sus fuerzas élites, sus vehículos blindados en una especie de blitzkrieg ucraniana para ocupar territorio y rodear a las fuerzas rusas, y así como Hitler levantar la moral de sus tropas después de las derrotas, en este caso en el Dombás.
Soñaba, al igual que el caudillo alemán, dictarle condiciones a Rusia. También fue adulado por su plan “genial”. Desde Occidente se “glorificó” a esta “audaz” y “valiente acción”. El entonces comisionado de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, señor Borrell, defendió la acción y llamó a redoblar el apoyo a Zelenski. Algunas voces que discrepaban fueron acalladas. Se hablaba del “dilema de Putin”, pues estaría obligado supuestamente a sacar fuerzas del Dombás y desviarlas a Kursk, de modo que los ucranianos retomarían el terreno perdido.
El títere fascista ucraniano en su delirio fue aún más lejos y dijo que la acción en Kursk era parte de su “plan de paz”, pues sería una carta de triunfo para negociar con Rusia. Nada de eso se alcanzó, por el contrario, la acción ucraniana hoy se le considera un error fatal que terminó en catástrofe. Ahora Ucrania ha perdido toda iniciativa estratégica. Los fascistas ucranianos y sus asesores de la Otan cometieron los mismos errores de Hitler: sobreestimar sus fuerzas y subestimar a los rusos, así como olvidar el “detalle” del invencible patriotismo del pueblo ruso.
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