12 junio, 2025
¿Le creerán a Elon Musk?

El arte es el espejo que refleja la creatividad y el alma del pueblo. El arte ubica el lugar del ser humano en la historia. Para el teórico francés Roland Barthes (1915-1980), la fotografía es subversiva, no porque asuste, trastorne o estigmatice, sino porque es pensativa.

Si extrapolamos la afirmación barthiana veremos la Revolución Industrial en Tiempos modernos de Charles Chaplin o la historia del Guernica en el lienzo de Picasso o la Revolución Mexicana en los murales o la tragedia latinoamericana en la Gloriosa victoria de Diego Rivera o la fotografía tomada por el soviético Yevgeny Khaldei en 1945, donde aparecen unos jóvenes soldados del Ejército Rojo sobre el Reichstag o la Cuarta República en La mañana ajena de Modesta Bor y Fernando Rodríguez.

El arte es política. Allen Dulles, durante las presentaciones de su libro El arte de la inteligencia, exponía en 1963 que para acabar con la Unión Soviética había que “inocular en la literatura, cine y teatro soviéticos el reflejo y el enaltecimiento de los más bajos sentimientos humanos, encumbrando, por todos los medios, a ‘artistas’ que siembren el culto al sexo, violencia, sadismo, traición, cualquier tipo de inmoralidad”. Debemos concienciar que el valor de una obra artística no es el que da el mercado. Nuestras mujeres son bellas porque lo son, no porque Osmel Sousa lo decida. El arte es el punto de equilibrio entre la estética y la ética.

La Unearte, por ejemplo, se ha planteado “potenciar las expresiones culturales liberadoras del pueblo”. Esto significa hacer lo que hizo la Revolución Bolchevique de la mano de Lenin con el ballet clásico, elitista y burgués de la Rusia imperial, o lo que hizo la Revolución Cubana guiada por Fidel con el ballet de la Prima Ballerina Alicia Alonso. Significa proteger a nuestros Reverones de los cazadores de lienzos que los acechan. Significa sacar la cultura de las casas de la cultura.

Cuando Simón Rodríguez nos dice que “entre la independencia y la libertad hay un espacio inmenso que solo con arte se puede recorrer”, nos está diciendo que tal recorrido debe hacerlo la intelectualidad orgánica del cimarronaje sentipensante con los poderes creadores del pueblo, con la sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios, con la sapiencia de los esclavizados africanos, con la conciencia de la mujer aguerrida a sus prístinos principios de conservación de la especie, con las artes plásticas, escénicas, audiovisuales, musicales. Rodríguez nos pregunta: “¿Es posible que vivamos con los indios sin entenderlos? Ellos hablan bien su lengua y nosotros, ni la de ellos ni la nuestra”.

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