10 diciembre, 2025
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Los primeros inmigrantes italianos del siglo XIX agradecidos por la acogida de esta Tierra de Gracia, a propósito del primer centenario de nuestra independencia, obsequiaron una estatua emplazada en el sector Palo Grande de la caraqueña parroquia San Juan que está en la “plaza de la Libertad”, identificada así en los planos de la ciudad desde 1919 hasta que, en 1955, momento del ensanche de la calle San Martín para transformarla en una avenida, pasó a ser descrita como plaza Italia.

La efigie representa a la libertad y evoca a la diosa romana Minerva, guerrera de los justos combates para conservar la paz. La hermosa figura se yergue sobre un pedestal, donde se lee la inscripción en italiano “En el centenario de la independencia de Venezuela, a su pueblo hospitalario, la colonia italiana ofrece, 1912”. La pieza fue elaborada por el escultor y pintor italiano Gaetano Chiaromonte (Salerno 1872-Nápoles 1962), artista versátil de larga y fecunda trayectoria.

El exvoto broncíneo hunde sus raíces en la memoria histórica y emocional del Risorgimento, el movimiento que condujo a la unificación de Italia que estaba bajo el dominio del Imperio Austríaco en el norte y que encontró su correlato en el coro Va, pensiero (Ve, pensamiento) de la ópera Nabucco (1842) de Giuseppe Verdi, interpretado por los hebreos exiliados y esclavizados en Babilonia, lamentando la pérdida de su Patria.

Los italianos se identificaron con esta elegía, ya que veían en la opresión de los judíos un espejo de su propia situación bajo el yugo extranjero. “¡Oh, Patria mía, tan bella y tan perdida! ¡Oh recuerdo tan querido y tan fatal!”, resonó en el corazón de los latinos, convirtiéndose así en su segundo himno. Fuimos el primer país latinoamericano en reconocer al reino de Italia unificada (1861).

Venezuela, imán de culturas y afectos, acogió a un torrente de inmigrantes de diversas naciones que hallaron su segunda Patria. Hoy, un sinnúmero de sus descendientes ha emigrado a otras latitudes, olvidando los tiempos prósperos que este país les brindó a sus progenies, y otros de ellos, abandonándolo en la enfermedad y denostando de él.
Dante Alighieri situó en la gélida Judecca la última de las cuatro zonas del noveno círculo del infierno, a quienes traicionan a sus benefactores. La ingratitud es un signo de alevosía.

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