Trump autoriza a Nvidia vender chips a China
La decisión del presidente Donald Trump de permitir a Nvidia vender sus avanzados chips H200 en China marca un giro inesperado en la política tecnológica de Estados Unidos. El acuerdo establece que el gobierno federal recibirá una comisión del 25% sobre las ventas, lo que busca fortalecer la industria nacional y beneficiar a los contribuyentes.
Aunque la medida abre una ventana de oportunidad para Nvidia en un mercado de miles de millones de dólares, las autoridades chinas evalúan imponer nuevas limitaciones. El objetivo de Pekín es reducir su dependencia de proveedores extranjeros y acelerar el desarrollo de soluciones propias en inteligencia artificial.
Este escenario refleja la tensión creciente entre las dos mayores economías del mundo, donde la tecnología se ha convertido en un campo de batalla estratégico. La autorización a Nvidia no elimina los riesgos geopolíticos ni garantiza un acceso pleno al mercado chino.
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Un acuerdo con condiciones
El pacto alcanzado entre la Casa Blanca y Nvidia no fue inmediato. Tras meses de restricciones y negociaciones, la empresa logró convencer al gobierno estadounidense de que los chips H200 no representan un riesgo directo para la seguridad nacional.
Sin embargo, el acuerdo incluye mecanismos de control adicionales y la obligación de compartir parte de los ingresos con el Estado.
China busca la autosuficiencia tecnológica
Las autoridades chinas, por su parte, han advertido sobre posibles “riesgos de seguridad de puerta trasera” en los procesadores de Nvidia. Empresas locales como Huawei continúan expandiendo sus líneas de productos de inteligencia artificial, con el objetivo de alcanzar un rendimiento comparable al de las GPU estadounidenses.
La estrategia apunta a lograr independencia tecnológica antes de que concluya la década.
Este episodio demuestra que la tecnología ya no es solo un asunto de innovación, sino de poder e influencia global. La autorización a Nvidia abre un capítulo complejo en la relación entre Estados Unidos y China, donde cada decisión tiene repercusiones económicas y estratégicas.
Preservar el equilibrio entre seguridad nacional y desarrollo tecnológico será clave para evitar que la competencia se convierta en confrontación abierta.
