Siempre Bolivia – Últimas Noticias

Para esclarecer cualquier antecedente histórico sobre la fundación y la liberación de Bolivia, se debe buscar en las simientes originarias. La sangre derramada por Tomás Katari, finalizando el siglo XVIII, es de necesaria recordación. Su impronta memorable, pese a su fallido intento, abriría surcos para distintos alzamientos en regiones como el Cuzco y Charca. Dámaso Katari, Nicolás Katari, Túpac Amaru, Julián Apaza, Bartolina Sisa…, fueron también de esta estirpe insurgente.
Otros serían los escenarios cuando años posteriores se fraguara la Revolución de Chuquisaca, el 25 de mayo de 1809; bajo una dinámica liderada por los criollos revolucionarios, voces como la de Bernardo Monteagudo y la de Pedro Domingo Murillo se harían sentir. No obstante sus malogradas tentativas, sus ondas expansivas llegarían a lejanas latitudes deseosas de acciones similares.
Ahora, el Virreinato del Perú se hacía con este importante territorio, sin obviar la reacción rioplatense que venía por sus dominios. En primer momento el ejército del Norte barrería las tropas realistas del Alto Perú.
Avances y retrocesos prolijos de enumerar caracterizarían a un rico espacio apetecido por varios grupos.
Para noviembre de 1813 el Alto Perú retornaba a manos imperiales. Y pese a la resistencia y recuperación por parte de los patriotas, nuevamente caería en control monárquico en otro noviembre, el de 1815.
Y si esto ocurría entre los ejércitos regulares también las guerrillas jugarían un papel estelar.
En el caso específico del Alto Perú, la lucha armada alcanzaría una recesión en 1816. De tal modo, resumiendo demasiado, que sería casi una década más tarde, con los éxitos del Hombre de las dificultades, en la batalla de Junín y de Antonio José de Sucre, en la de Ayacucho, que el panorama sería favorable para la emancipación de la “hija predilecta”.
Sin negar las intervenciones de los lugareños con la toma primero de La Paz y luego con la proclama de las Provincias del Alto Perú, sería Sucre quien, desde febrero de 1825, al cruzar el río Desaguadero con el ejército Libertador, definiría la situación finalmente.
Sería en el Congreso Constituyente, fechado 9 de febrero de 1825, donde Sucre y Casimiro Olañeta citarían a todas las partes involucradas para cerrar fila a favor de un fallo trascendental.
Decisión bien expuesta en el acta de Independencia de la futura Bolivia, que reza: “El mundo sabe que el Alto Perú ha sido en el continente de América, el ara donde vertió la primera sangre de los libres y la tierra donde existe la tumba del último de los tiranos. […] Los departamentos del Alto Perú protestan a la faz de la tierra entera, que su resolución irrevocable es gobernarse por sí mismos.”
El 6 de agosto de 1825 el Gran Mariscal de Ayacucho -con algunas diferencias salvables con Bolívar- legalizaba lo que ya era indetenible.
La circunstancia se tornaba difícil, si antes era su libertad ahora se trataba de su destino político-territorial: ser dependencia de Buenos Aires, seguir bajo la égida peruana o apelar a la independencia absoluta.
Fue la última de las mociones mencionadas la tomada: Nacía Bolivia soberana. El Hombre diáfano, sin hacer desaire alguno por el ofrecimiento de la Presidencia, agradecería la distinción, asignándole la delicada misión al cumanés inmortal, coartífice del nacimiento de una República heroica hoy en su bicentenario.