Trump, el alquitrán – Últimas Noticias
Incluir a Funes el memorioso en un ensayo sobre los antienunciados dichos por Donald Trump es, cuanto menos, un atropello académico a este insidioso y agudo género literario, siempre bienvenido en las lides del periodismo.
Y aún cuando Jorge Luis Borges le dispensó una visita a Augusto Pinochet, dudo que este eminente literato argentino se sintiera halagado conque el autor de esta nota use a uno de sus más prolíficos cuentos para nutrir un ensayo sobre un personaje que, como Trump, es tan ajeno a Ficciones, es decir, tan enemigo de la imaginación creadora de esperanzas.
Pero como todo ensayo es una aproximación a la verdad sin prueba explícita, hagamos el intento. La idea de colocar en la misma pantalla a Funes y Trump surge de haber disfrutado el análisis expuesto por el semiólogo italiano Umberto Eco sobre el cuento de Borges, en el cual apunta que este personaje, Funes, tenía tal memoria infinita, que era un perfecto idiota.
Idiota, dice Eco, porque Funes tenía tanta capacidad para captar, percibir todo a su alrededor, como incapacidad para seleccionar, diseccionar, discriminar, analizar la información que llegaba a sus sentidos. Todo lo almacenaba, todo lo recordaba.
Tanto así, que la única manera de no recibir, no absorber, tantos mensajes, era encerrarse en un cuarto oscuro, pues de lo contrario captaba todo, absolutamente todo, al detalle, de cuanto ocurría a su alrededor.
Ahora bien, atribuir a Trump semejante capacidad de percepción y memoria, de captación de mensajes, es un vulgar e inverosímil exabrupto, pero afirmar que tiene total incapacidad para seleccionar, seleccionar, clasificar los mensajes que le rodean, es Real.
El prolegómeno viene a lugar por las recientes declaraciones, bueno, peroratas, dichas por Trump sobre el petróleo venezolano, en las cuales lamenta no haberlo tomado para sí, para adueñarse y tenerlo ahí, a su lado, en su Patio trasero.
Trump dijo: “Hablemos sobre comprar petróleo de Venezuela. Cuando me fui, Venezuela estaba lista para colapsar. Si la hubiésemos tomado, tendríamos todo ese petróleo, allí al lado, pero ahora compramos petróleo de Venezuela, así que hacemos a un dictador muy rico ¿Pueden creerlo? ¿Saben qué? Su petróleo es basura. Es horrible, lo peor que puedes conseguir. Es como alquitrán y para refinarlo se necesitan plantas especiales”.
Funes viene al ensayo porque la única manera de que una persona verborree tantas incongruencias en un discurso que no sobrepasa un párrafo de diez líneas, es porque sufre de incapacidad para seleccionar, filtrar, ordenar, la información que recibe. Por ello el personaje de Borges afirma: “Mi memoria es como vaciadero de basuras”.
Expresar con tan burda y tosca arrogancia el frustrado propósito de apropiarse de una “basura” como, según él, es el petróleo venezolano, es como escuchar a un embriagado borrachín peleando por una botella vacía, o a un drogadicto desorbitado por el ansia de inocularse con el estupefaciente más pernicioso, de peor calidad.
Es su incapacidad para procesar, seleccionar, dar orden analítica a la información que capta, que lo lleva a vociferar de manera incongruente y contradictoria su desenfreno mercantil, de ansias de riqueza rápida, guiada por una mente en la cual solo transita petróleo liviano y mediano, por ser los menos costosos y rentables para la obtención de gasolina. Hasta allí llega su “visión del negocio”.
Obvia en su atiborrado cerebro que Venezuela, en solo dos estados, posee: Zulia, 20.000 millones de barriles de petróleo liviano y mediano, que sumados a los 18.000 millones acumulados en el subsuelo del norte de Monagas, se aproximan a los 44.400 millones de barriles de crudos de todos los tipos que subyacen, en buena cuantía, en el territorio arrebatado a México.
Trump oculta con palurda intencionalidad que “El petróleo pesado es el mejor petróleo del mundo, porque de él pueden salir todas las líneas de productos: asfalto, grasas, lubricantes, nafta, jet A1 e incluso Gas Natural y sus diferentes productos como metilenos, etilenos y propilenos”, afirma Eduardo Quintero, especialista en procesos industriales de hidrocarburo y profesor de la Universidad Venezolana de los Hidrocarburos.
“En cambio, del Gas Natural y de los livianos no puedes obtener los demás productos que resultan de las cadenas más largas de hidrocarburos”, agrega.
Y Venezuela posee reservas por 256.000 millones de barriles de crudos pesados y extrapesados. De allí que la “burla” y deseo por este “alquitrán”, por el cual confiesa haber tenido a punto de colapso al país, es una incongruencia. En otras palabras, si no hubiera petróleo como el venezolano tipo Merey 16 habría que inventarlo, porque cada crudo tiene su especificidad; aún cuando en lo medular respondan a similares procesos industriales, sus productos y empleos son diferentes.
Tal cualidad intencionalmente desconocida por Trump era conocida por los Sumerios 3.000 años Antes de Cristo, quienes tenían una denominación para cada crudo y los empleaban para impermeabilizar y construir represas, canales, alumbrado.
“Los Sumerios con el conocimiento y el detenido estudio de este material, pudieron sacar una variada gama de utilidades, como por ejemplo: la Brea o Betún, como Impermeabilizantes o Pegamentos, los Aceites, como Lubricantes o Combustibles para el alumbrado”, señala la monografía La Gran Historia Olvidada – Ciencia y Tecnología Sumeria.
Venezuela posee otros tipos de hidrocarburos. Además de acumular casi el 20% de las reservas de petróleo de la Opep, la Reserva cuantificada por Pdvsa Gas indica que Venezuela cuadruplica los depósitos de toda América Latina, un volumen que la convierte en el octavo del ranking mundial, según los datos de la propia organización. Tiene 22.286 millones de pies cúbicos (MMMPCN) de gas en el subsuelo de la patria de Bolívar.