12 mayo, 2024
¿Trescientos años de calma no bastan? (y 2)

El 3 de julio de 1811 en la Sociedad Patriótica corta Bolívar el nudo gordiano de las cavilaciones con una arenga memorable: “Se discute en el Congreso Nacional  lo que debiera estar decidido. Y ¿qué dicen? Que debemos comenzar por una Confederación. ¡Como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía extranjera! ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos, o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos deben prepararse con calma. ¿Trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación; pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana. Vacilar es perdernos.”.

No había más luces e ilustración que en Caracas

El fogoso orador solicita que una comisión transmita sus conceptos al Congreso. Éstos producen tal efecto, que el 5 de julio se plantea el debate exigido. La sesión es tumultuosa; las barras gritan lemas favorables a la autonomía. Para disipar incertidumbres, Francisco de Miranda afirma que en ninguna ciudad de Estados Unidos  “había más luces e ilustración que en Caracas”. A excepción del diputado Maya, todos se pronuncian por la independencia total.  Recoge los debates la llamada Acta de Declaración de Independencia, que redactan el diputado Juan Germán Roscio y el secretario Isnardi.  Terminan trescientos años de calma; empiezan doscientos veinte de combate.

Imposible al gobierno de España, y funesto a la América

Todo nuevo poder comienza deslegitimando el anterior. El Acta que resume la sesión  afirma que no se alegarán “los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos”. Pero mencionarlos es alegarlos. Viene luego otro argumento, geopolítico:  “Es contrario al orden, imposible al gobierno de España, y funesto a la América, el que, teniendo ésta un territorio infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo”. Se habla ya en nombre de un proyecto americano continental.

Inhábiles e incapaces de gobernar un pueblo libre

Seguidamente el Acta debate  los esfuerzos de los americanos “para no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación”. Denuncia la abdicación de Bayona, en la cual los soberanos españoles “abandonando el territorio español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a despechos de la Casa de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de esclavos”.

Libres y autorizados para no depender de otra autoridad

Para justificar el fin de un orden y el comienzo de otro, recurren los asambleístas a  argumentos  de la modernidad: el poder surge de un contrato, que puede ser roto por incumplimiento de las partes. Y así “en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llenan los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos del mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la nuestra, y tomar entre las potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad”.

Estados libres, soberanos e independientes

Esta ruptura viene por una parte del gobierno español, que ha abdicado, pero por la otra, y más importante se sustenta en la soberanía popular. Así proclaman los delegados que “Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y la autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, límites y navegación, hacer y ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes”.

Tremoleó la bandera de la Libertad e Independencia

El borrador  es leído, aprobado y suscrito el día siguiente a las tres de la tarde. Los asambleístas recorren gozosos plazas y calles de la ciudad,  incitan al arzobispo Narciso Coll y Pratt a manifestar el debido júbilo por la ocasión, y según  fray Juan Antonio Navarrete, el generalísimo Francisco de Miranda «…tremoleó la bandera de la Libertad e Independencia como teniente general de las Tropas Caraqueñas…».  Grupos recorren las calles dando vivas a la Independencia, desgarrando y arrastrando  enseñas realistas y retratos de Fernando VII.

Igualdad y libertad ilimitadas

El mismo día son arrestados varios pardos que se reunían bajo el comando de Fernando Galindo para discutir, según Juan Germán Roscio, “las materias de gobierno y de la igualdad y libertad ilimitadas”. En Valencia pardos y negros protagonizan saqueos. Numerosos esclavos se toman la libertad por sus propias manos, o por sus propios pies. La libertad  no conoce límites: desde su comienzo la Independencia política plantea la emancipación social.



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