16 mayo, 2024

‘Puan’ (2024), crítica | Se atreve a ser inteligente en tiempos de mediocridad, revistiendo la reivindicación política de un humor siempre punzante

'Puan' (2024), crítica | Se atreve a ser inteligente en tiempos de mediocridad, revistiendo la reivindicación política de un humor siempre punzante


Hay quien niega que el cine sea política. Hay incluso quien prefiere creer que ‘Starship Troopers’ o ‘Robocop’ son simples películas de acción sin ningún trasfondo, o que ‘Star Wars’ no quiere contar nada más que una obvia lucha entre el bien y el mal, sin mayores influencias externas. Pero el cine es política, porque todo en la vida lo es. Y ‘Puan’ es un buen ejemplo de ello: disfrazada de comedia inofensiva, esta cinta filosófica esconde un caramelo envenenado para un sector reaccionario que puede sentirse realmente incómodo en el tramo final de la cinta. Y con razón. Todos nos sentimos incómodos cuando nos ponen un espejo delante y no nos gusta lo que vemos.

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Filosofía, cuándo serás mía

‘Puan’ es una película tan agradable de ver como compleja en su ejecución, casi como ver a un malabarista jugando con cuchillos donde cada movimiento es vital para que todo salga bien y cualquier error puede hacer perder el interés rápidamente. Por eso, los directores y guionistas, María Alché y Benjamín Naishtat, juegan de manera alquímica con las diferentes capas de la narrativa, desde el chiste slapstick más básico perfecto para rebajar tensiones hasta la reivindicación política más obvia pasando por el humor filosófico y la auto-exploración de un personaje tan imperfecto como ensimismado en su propia imperfección.

En última instancia, la película no es solo una divertida comedia sobre la rivalidad entre dos formas de ver la vida, tal y como anuncia su póster y su tráiler: es, y con eso nos quedaremos al salir, una reivindicación de la educación pública en un momento particularmente complejo para Argentina. De hecho, ‘Puan’ se estrenó tan solo un mes antes de que Javier Milei ganara las elecciones y ya planteaba el precario estado de la universidad, dejada a su suerte a lo largo de los últimos años.

Pero el guion es tan inteligente que, en lugar de hacer que este grito de protesta sea en un simple pegote al final de la cinta o tome el protagonismo convirtiéndola en un panfleto, vaya sobrevolando poco a poco la vida de sus personajes, preparándoles, de fondo, para una lucha inevitable contra el sistema. Eso sí, en ningún momento perdiendo la vista de lo más importante para que todo funcione y el gato se coma la pastilla envuelta en jamón york: la pura y dura comedia.

Puan y circo

Quizá ‘Puan’ no se sostendría tan bien como lo hace si no fuera por la increíble y apasionante actuación de Marcelo Subiotto, que con sus miradas abnegadas y su tempo al hablar hace de su tocayo Marcelo Pena un personaje fascinante, apesadumbrado desde hace años ante su propia imagen cada vez más avejentada y que, cuando por fin encuentra un camino en la vida, es atropellado por una modernidad en el aprendizaje -que él considera, obviamente, indigna-. Una modernidad representada por un Leonardo Sbaraglia, por cierto, tan luminoso como crispante y divertido.

Puan2
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Sin duda, lo más divertido de ‘Puan’ son sus pequeños detalles cargados de ironía y mala leche, como el hecho de que las supuestas mentes más preclaras del país, preparadas para debatir sobre Rousseau y Kant, lo divino y lo humano, centren todo su interés en saber si la cantante de moda (Vera Motta) está saliendo o no con el joven profesor dispuesto a disputarle la cátedra a Pena. Porque, al final, por mucho Nietzsche que hayamos leído, el cotilleo mueve montañas. O, quizá, esas clases de filosofía a una octogenaria que acaban tornándose en simple actuación payasil colectiva (un «show filosófico»), traicionando sus ideales más básicos y cambiando el honor por un poco más de plata.

‘Puan’ es siempre punzante y divertida, y también sutil y agresiva donde debe serlo, sí. Pero corre el peligro de que el público la perciba como elitista o poco apegada a la realidad del día a día: al fin y al cabo, por mucho que su protagonista sea un perdedor, no deja de ser un profesor de filosofía universitario que solo se siente alguien en base a sus clases, su oratoria, su conocimiento y su triste sarcasmo. Y habrá quien lo encuentre cultureta de más o, directamente, pesado en su planteamiento. Es un pensamiento reduccionista que no es fiel a la realidad, sí, pero existe.

Al fin y al cabo, ‘Puan’ se atreve a ser inteligente en una época donde parece veneno para la taquilla, dirigida a un país con un destino políticamente incierto que no hizo caso a su mensaje. Sin importar los enemigos que haga por el camino, no trata de esconder sus colores políticos (eso, por cierto, también es política), sino que los muestra abiertamente, luchando por sobrevivir con inteligencia en un mundo que parece darle la espalda al pensamiento crítico. Y todo ello con carcajadas de por medio que hacen que ignorarla sea un absoluto error. Con o sin Kant de por medio.

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