17 abril, 2024

Martes de Carnaval – Últimas Noticias

Martes de Carnaval - Últimas Noticias


En la antigua tradición del Carnaval clásico, de la suprema fiesta popular que este ha sido por siglos, la tarde del martes, cuarto y último día de duración de la fiesta, era justamente el momento supremo de esta. Y en él se desplegaban a plenitud varios de los principales rasgos carnales, rebeldes y materialistas del carnaval: máscaras, comida grasa, bebida alcohólica, fiesta sensual, travestismo, catarsis, mundo al revés, rituales, cantos, gritos, y disfraces humanos y animales. Todo ello encarnado en un hombre grande y grueso vestido con ropa brillante y colorida, rodeado de un gran tonel de vino, de cerdos, granos, chorizos y gallos, teniendo en la bien provista mesa en que come, un buen trozo del suculento cerdo asado que ha estado devorando, mientras exhibe en la mano un grueso jarro rebosante de apetecible vino tinto. Era ese el momento simbólico de plenitud de la fiesta carnavalesca.  

Pero esa plenitud era efímera, porque al final de esa tarde, al ocultarse el sol y empezar a  imponerse la oscura llegada de la noche, era también el momento justo para ver en la lejanía la aparición de su enemiga la Cuaresma, que se acercaba con calma como vencedora del declinante carnaval y que tenía en cambio la forma física de una vieja alta, fea y seca, encapuchada, vestida de negro con una cruz en su escuálido pecho, teniendo en una de sus huesudas manos un plato que como bebida solo ofrecía un mezquino jarro de agua y como próximo alimento sólido un pez pequeño y magro, patético, casi tan seco y poco atractivo como ella.  

Y ese viejo cuadro en que pueblos organizados luchaban por cambiar el mundo y hasta la breve catarsis carnavalesca se sumaba a esa esperanza, está ya lejos, cada vez más lejos. Reconstruir esa lucha sobre bases nuevas más sólidas será difícil, tardará, y habrá que hacerlo. Y ese mismo carnaval, hoy maltratado y débil, solo intenta sobrevivir en este mundo actual, neoliberal, ultramoderno y supercapitalista en el que una estrecha minoría rica es dueña de todo mientras pueblos enteros sobreviven aplastados y sin esperanza en medio de hambre, miseria, desigualdad creciente, y hasta pérdida de su sentido histórico y su identidad. 

Y es que, pese a su fuerza y dominio sobre los pueblos, a los que -arrasando partidos y sindicatos revolucionarios- ha domesticado y embrutecido hundiéndolos en la miseria, el miedo y la ignorancia, ese insaciable poder capitalista le teme a todo, y está dispuesto no sólo a mantener a cualquier precio a esos pueblos bajo su dominio sino también a hacer desaparecer, por pequeño que sea, todo lo que pueda despertarlos y mantener vivas sus críticas, así sean estas apolíticas, breves y catárticas, como las que hacía ver el carnaval.

Hay más y en este corto espacio solo diré algo sobre su historia, carácter y cuadro actual.

1. Conviene partir de la necesaria distinción entre carnaval y carnavalesco, porque el carnaval, que es medieval y moderno, es la expresión suprema y definitiva de lo carnavalesco, cuya larguísima historia remonta a tiempos tempranos ya urbanizados de las antiguas sociedades de clase y empieza con fiestas de sustitución de reyes como las Saceas y el Zagmuk babilónicos. Se conocen pocos detalles de ellas y las Saceas tienen rechazo como antecedente carnavalesco porque se celebraban en verano, mientras el carnaval es fiesta invernal entre fin e inicio de año, lo que le da carácter de fiesta fuera del tiempo y le otorga plena libertad. En todo caso los temas carnavalescos ulteriores que derivan de esas y otras antiguas fiestas, como revivir el origen feliz y sin clases de la humanidad, asociado luego entre griegos y romanos al dios Cronos o Saturno, y a reconstruir ese mundo originario en forma catártica mediante una inversión social capaz de poner arriba a los pobres y abajo a los ricos así fuese por pocos días, son ideas que vemos en las Cronias griegas y en forma más precisa en las Saturnales romanas.   

2. Es clave la relación conflictiva entre Carnaval e Iglesia cristiana, porque pese a las apariencias el Carnaval no es pagano sino cristiano. Las fiestas carnavalescas sobreviven a la caída del Imperio romano de Occidente en el siglo V, y la Iglesia cristiana, que se va expandiendo por Europa, las condena como paganas y diabólicas por su lenguaje, disfraces y abierta sensualidad. Pero ese primer esbozo de carnaval se estanca solo, porque Europa se ruraliza en medio de la pobreza de los primeros siglos medievales. Carnaval solo es posible en mundo urbano, de ciudades en que haya fiestas y concentraciones populares; y solo revive, crece y cobra forma definitiva cuando Europa se urbaniza a partir del siglo XII. La Iglesia lo sigue condenando como pecaminoso y pagano, pero el Carnaval avanza, entrando en la Iglesia con sus obispillos, fiestas de locos, fiestas del asno, y también con sus disfraces y desfiles callejeros. Y en medio de esa rivalidad, nadie parece darse cuenta de que el Carnaval es cristiano, solo que libre y pecador, necesario como tal para que la Iglesia, mediante la Cuaresma, santa, pesada y represiva, castigue y perdone los pecados carnavalescos con rezos, penitencias y también con otros disfraces, disfraces santos, como los nazarenos. Es que la Cuaresma no es en verdad enemiga del Carnaval sino su complemento necesario como negación, para que luego de 40 días de austeridad también se niegue la Cuaresma, y se produzca al fin la síntesis entre ambos opuestos que es la Pascua, victoria definitiva de la Iglesia cuando después de su pasión y muerte, Jesucristo, el dios cristiano en que uno y otra creen, resucita.

3. El carnaval, que es europeo, alcanza su plenitud en el siglo XVI y en esa Europa siempre llena de guerras, matanzas y conflictos, hay empero espacio para un carnaval en el que con el pueblo participan la burguesía y la aristocracia. Pero en el siglo XVII, burguesía y aristocracia crean sus propios carnavales porque ahora a Europa lo popular le parece vulgar y despreciable. Modelo de carnaval elitesco es el de Venecia, carnaval exquisito en que no cabe catarsis pues es fiesta de los amos del poder. En Venecia todo es bello, no solo las mujeres sino hasta las máscaras. 

A esta América le llega en ese siglo XVII el carnaval, que la Iglesia condena. Además, hay poco espacio político para él y es ya mediado el siglo XX que gana espacio y apoyo popular sumando rasgos indígenas y africanos. Y el principal ha sido el brasileño, que se impone por la riqueza de sus carrozas y la irresistible belleza sensual de sus mujeres. Pero nuestros carnavales, que poco tienen del viejo carnaval y se debaten entre catarsis y folklore no son ya carnavales sino fiestas carnavalescas nuestras, originales carnavales americanos. Se impone luego en todas partes hacer del carnaval una fiesta apacible, familiar, de alegres marchas cívicas y disfraces para los niños.

Solo que hay algo aquí. Y es que el carnaval popular era una fiesta conflictiva, nada apacible y que este cívico y bello carnaval actual que se celebra por doquier, es de clase media. En este mundo de hoy en poder de la ultraderecha y en el que una minoría de ricos es dueña de todo mientras los pueblos viven en la miseria luchando por sobrevivir, la participación popular en cualquier tipo de fiesta carnavalesca está excluida porque un pueblo hambriento en lo menos que piensa es en un carnaval. Pero también lo es porque si lo hiciera y participara resultaría peligroso para el poder, si es de derecha, pues cualquier idea de invertir los roles de ricos y pobres en el mundo dejaría de ser la propuesta de una breve e inocua catarsis y sería más bien un llamado a la rebelión o a una explosión social, con todo lo que eso significa. En fin, que el viejo y destartalado carnaval no ha dejado de ser incómodo y hasta peligroso. 

Vladimir Acosta



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