La revolución del 4 de febrero, frustración de la secesión del Zulia (7)
Durante el tiempo de Carlos Andrés Pérez dos, en toda América Latina aparecieron reformas constitucionales cuyas disposiciones resultaban citables para apoyar la fragmentación de los Estados Nacionales. ¿Propenderán a la separación de los puntos más ricos —zonas mineras, pasos de canales, oleoductos o ductos de gas— o la de las zonas pobres? Dígalo usted.
Paisitos de bolsillo por el estilo de Panamá propenden a ser jefeados por la única potencia que puede hacerlo. Constriñendo a Venezuela con el neoliberalismo, Carlos Andrés Pérez se movería en línea secesionista, a juzgar por su permanencia al Grupo Uribante y por los mandatos de la Globalización y de la potencia que la imponía, según hemos ilustrado en el artículo anterior de esta serie. En cambio la derecha tiene su neoliberalismo sin secesión, lo cual tal vez significa sin federalización o tal vez no, pues en la teoría básica del neoliberalismo aparece que, estando el poder dividido entre las distintas unidades territoriales, cada una con soberanía para dictar sus leyes y administrar los recursos obtenidos a través de los impuestos, el Estado central dispone de una base tributaria mucho más pequeña y por ende de menos poder ante el individuo y ante el empresario. En segundo lugar, el dinero que iba para el Estado va para el empresario; en tercer lugar se borra la especie de comunismo que impone el Estado Nacional al asignar a cada provincia presupuestos con base en su número de pobladores, tocándole a cada ciudadano la misma cantidad de dinero, sea la provincia rica o pobre; en cuarto lugar, en una organización federal las provincias estarían en competencia por atraer población y capital, por lo cual ofrecerían impuestos más bajos, menos regulaciones, etcétera, a los inversionistas, que adquirirían mayor poder.
En aquellos días llegó a los cuarteles un lindo catálogo en colores, impreso en papel glassé, donde aparecía el lago de Maracaibo separado del Golfo de Venezuela por un dique. Lo construirían los holandeses. ¿Serían los mismos de la misión de identificación de proyectos en la cuenca del Lago? Sería un dique móvil, que se abriría como una puerta permitiendo durante cortas horas el ingreso al lago de las naves que van a buscar petróleo, para cerrarse después. Tendría una carretera encima. Eliminada con el dique la entrada de agua del mar al lago, en el plazo de cinco años la descarga ininterrumpida de los ríos que bajan desde los Andes colombianos y venezolanos lo iría endulzando, potenciando la ya magnífica capacidad agrícola de las zonas que le son anexas: Zulia, Táchira, Trujillo, Norte de Santander, Sur de Santander.
Esta maravilla no se explicita en el folleto, pero queda indiciada en una aserción del Proyecto Paso litoral relativa a la «Utilización posterior del Lago de Maracaibo como reserva de agua para riego». Hasta ahí, no más. No se nombra que el lago de Maracaibo es el mayor depósito de agua dulce superficial de América Latina, no hay una sílaba sobre los señalamientos que hace Jacques Attali de que las próximas guerras serán por la posesión del agua. ¿Para qué nombrarlos? Sería asunto de tiempo, del desarrollo en paralelo en cinco años, de: a) el endulzamiento del lago por los ríos; y b) la creación y predominio de los caudillismos locales zulianos y de partidos separatistas, propiciados por la federalización. A todo eso se llama autarquía.
Que el Banco Interamericano deDesarrollo (BID) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo mostrasen interés en financiar el proyecto era natural. Una guerra en el Medio Oriente, la factible unión de los árabes bajo la bandera fundamentalista que volviese urgente para los Estados Unidos el control del petróleo zuliano, encontraría los trabajos avanzados sobre agua y petróleo, fácilmente dentro de los esquemas del Plan Zea.
A la autarquía se unía la geoeconomía, que le daba filos nuevos, económicos e indigenistas, al asunto. Se organizaban foros, reuniones con profesores eruditos que explicaban la geoeconomía. ¿Qué era la geoeconomía? La ciencia de la secesión: sí, la geoeconomía define las unidades políticas por las verdades económicas, con omisión de los Estados y las fronteras pautadas por éstos, de la idea de Patria. La anexidad del lago de Maracaibo quedaba definida por las minas de petróleo y de carbón, lo cual implicaba —todavía no lo explicaba— que era cosa distinta de Venezuela. Y si el petróleo y el carbón no eran de Venezuela, tampoco eran de los venezolanos. Fue entonces cuando se comenzó a hablar de que el petróleo venezolano era de la humanidad. No se decía que el norteamericano era de la humanidad, ni las industrias alemanas, ni los bancos internacionales, sólo el petróleo venezolano. Conferencias sobre geoeconomía tenían lugar en los cuarteles.
Colombia tiene derechos pequeños
El Plan Zea coincide con el de Faciolince. ¿Es lo que trabajan en Bogotá los tres diplomáticos venezolanos? Circula por las mentes de los informados la figura de un Cadillac negro que cruza por Bogotá con tres venezolanos adentro. Son Reinaldo Leandro Mora, miembro del partido Acción Democrática; Hilarión Cardozo, dirigente de Copei; y Pompeyo Márquez, delegado del MAS (Movimiento al Socialismo), que aparece como de izquierda y está muy aceptado por el gobierno carlosandrecista. Los tres forman la Comisión Venezolana en las negociaciones creadas en el protocolo de San Pedro Alejandrino. El Cadillac se detenía ante el Palacio de Nariño, sus tripulantes descendían a tratar asuntos difíciles de mensurar pero sobre los cuales pende, se sabe, la espada de Damocles de la elevación del diferendo al Tribunal de La Haya si se produjera alguna diferencia insalvable de opinión.
Toca citar una intervención televisiva del almirante Iván Carratú Molina, cercanísimo a Carlos Andrés Pérez. Narró que en diciembre de 1991, cuando dictó una conferencia en el Iaeden, Instituto de Estudios de la Defensa Nacional, el doctor Miguel Rodríguez, ministro de Planificación del gobierno de Pérez y de hecho el economista jefe del paquete económico neoliberal, abundaban sobre los pupitres de los asistentes panfletos donde se incitaba a un golpe de Estado. Al concluir la exposición, donde el orador señaló las tensiones sociales que la política en desarrollo traía, un oficial retirado preguntó a Rodríguez sobre lo que, a su entender, harían las Fuerzas Armadas ante las situaciones de resistencia popular que eran previsibles. La respuesta fue: «Ustedes tienen las armas, ustedes verán qué hacen». Cayó muy mal la respuesta. Casi todos los oficiales salieron con un panfleto, visiblemente llevado en la mano.
Cada cuartel es un cenáculo de conspiraciones. Se habla con furia en los casinos, en los rincones alejados de los patios y canchas deportivas. En choque con su juramento de defender la integridad nacional habrían entrado los militares si dejaran a la globalización hacer su voluntad con Venezuela. El ochenta por ciento de las gentes venezolanas habían sido puestas a vivir en miseria por las medidas neoliberales de los últimos tres años, si ahora Venezuela perdiera el Zulia, el país completo caminaría con las suelas de los zapatos perforadas. Está sentado el contexto que llevará a la Revolución Bolivariana. El próximo y final capítulo sigue las peripecias, el material está tomado del tomo tres del libro De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías.
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