5 junio, 2023
Irak, Israel: El pasado 


Hablar de Irak es hablar de la cultura sumeria, babilónica, helenística, caldea, asiria, islámica; hablar de Bagdad. Y esto porque Irak — geográficamente con forma de botín, parecida en algo a la de nuestro estado Anzoátegui— es el lugar geográfico de la antigua Mesopotamia, ubicada entre los ríos Tigris y Eufrates. Todo esto nos trae el mapa de los cursos de Historia Universal de segundo año de bachillerato, en el Liceo “Santiago Key Ayala”. En esa materia aprendimos las guerras ocurridas entre turcos y persas para apoderarse del territorio, así como que el siglo XVII fue definitivo para el control del territorio por el Imperio Otomano, imperio que más adelante, hacia 1918, perseguido por las ambiciones europeas sobre el oro negro —eurocentrismo económico— sufrirá una derrota accionada por los franceses y los ingleses durante la Primera Guerra Mundial, pactos y trucos para ocasionar la enemistad entre árabes y turcos, o ampliarla y desarrollarla por aquello de “dividir para vencer”.

El objetivo de Gran Bretaña y Francia estaba claro: suplantar la influencia de los turcos en el Medio Oriente. ¿En qué se tradujeron la rebelión árabe y la derrota del Imperio Otomano? En un vulgar reparto en el que la Gran Bretaña se apoderará del sur de Mesopotamia y del norte de Arabia. Y los franceses, del sur de Turquía y la costa mediterránea, con el Líbano incluido.

Pero en medio de este reparto del desierto entre políticos y oficiales rubios, un personaje de turbante, enigmático, de mágica personalidad, logra destacarse; el día de su entierro Winston Churchill llorará, calificándole para los periodistas como “uno de los más grandes seres humanos de nuestro tiempo”. Es Lawrence de Arabia.

Para los analistas históricos,  este personaje ejerce el papel principal en la revuelta árabe, su rol fue, no el de un caudillo militar, sino el de un oficial político unido al rey Feisal con el objeto de ejercer sobre él influencia y asegurar así el éxito de la política británica. En otras palabras: un agente británico jugando y luchando a favor de los árabes y contra los turcos.

Lawrence acompañó, en calidad de consejero, a la delegación árabe que tomó parte en la Conferencia de Paz de Versalles. Como inglés presenció las turbias negociaciones llevadas a cabo por Gran Bretaña y Francia para dividirse el Imperio Turco de Arabia, pero se dice algo más de esta personalidad deslumbrante: su odio hacia los franceses. Odio que se prestó a confusiones a la hora de interpretar los escritos de Lawrence, en los que era difícil concretar si el enemigo eran los turcos o los franceses.

Este odio quedará probado después de la guerra. Durante la ya citada Conferencia de paz en París, Lawrence estuvo elaborando planes para desestabilizar a los franceses en el Oriente Medio, a través de unos convenios en los que la Asociación Judía Internacional financiaría a Feisal, y acaso a toda Arabia, con préstamos al 6%. La intriga que esto envolvió influyó en la creación de Israel y para nada favoreció a los árabes. Antecedente importante de esta creación era ya la declaración de Balfour.

¿Qué era la Declaración Balfour? Una carta enviada en marzo de 1916 por el político británico Arthur James Balfour, ministro de Asuntos Exteriores, a Edmond James Rothschild, un destacado defensor del sionismo. Balfour expresaba en ese escrito su apoyo al “establecimiento de una nación para el pueblo judío en Palestina“. Asimismo, Gran Bretaña se comprometía a poner “todo su empeño para facilitar la consecución de este objetivo, teniendo presente que no debía llevarse a cabo ninguna acción que pudiera perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades palestinas o los derechos o situación política de la que disfrutaran los miembros de la comunidad judía residentes en otros países”. El fin inmediato de la declaración Balfour era conseguir el apoyo judío, de otras naciones en lucha y de Estados Unidos para la I Guerra Mundial.

A largo plazo, subyacía la importancia del territorio palestino como punto estratégico para las rutas marítimas y terrestres a la India y, sobre todo, como último eslabón en el Mediterráneo en relación a los oleoductos de las regiones petrolíferas de Oriente Próximo, codiciado trofeo. Todo se hacía en nombre de: “la autodeterminación de las pequeñas naciones” y bajo ese criterio —pretexto evidente— el 24 de julio de 1922, la declaración fue incorporada al mandato de la Sociedad de Naciones para Palestina. Se le confiaba a Gran Bretaña la administración temporal de este país en nombre de sus ciudadanos árabes y judíos. Respecto a lo de que “ninguna acción que pudiera perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades palestinas que no fueran judías”,  algunas imágenes de Gaza del presente  transmitidas por televisión ahorran cualquier descripción. Hacia eso se avanzaba desde entonces. Volvamos a la ordenada cronología.

En 1920 los británicos recibieron el mandato de la Sociedad de Naciones sobre Irak, creándose un reino con un gobierno dirigido por un Consejo de Ministros árabes y supervisado por el Alto Comisionado Británico. Hacia 1931 se crea la Irak Petroleum Company (IPC), consorcio integrado por la Royal-Dutch Shell, la Anglo-Persian Oil Company, alguna compañía francesa y la Standard Oil Company. A la Irak Petroleum se le otorgó el derecho exclusivo de los campos petrolíferos de la región de Mosul. Avanzaba lo buscado con la derrota de los otomanos. Habría que esperar el año de 1956 para ver que el poderío de los británicos y los franceses llega a su fin. Lo producirá, la nacionalización del canal de Suez por  el presidente Gamal Abdel Nasser, quien  exigirá el retiro de las tropas anglofrancesas del territorio. Este retiro significó el desarrollo de otras hegemonías, la norteamericana y soviética. En la lucha del Islam contra el imperialismo occidental advendrá la aparición en el año de 1953 del partido Baas.

El origen del partido es fundamentalista chiíta, el éxito de los militares suníes contra la dirección del nombrado partido —acotamos— fue la clave de la separación en el futuro entre el partido y los chiítas, que arrastra consecuencias hasta hoy.  

Hacia el rey asesinado. En 1932 Irak logra su independencia. Siguieron dos décadas de insurrecciones motivadas por las divisiones étnicas. Como en una muñeca matriuska, varios Irak están presentes en el territorio de la antigua Mesopotamia: 1) Los kurdos del norte, identificados como musulmanes pero no como árabes. La patria es, para ellos, Kurdistán, la cual se encuentra fragmentada entre Irán, Siria y Turquía. Se estima que componen un tercio de la población; 2) Los chiítas del sur. Se componen de árabes y musulmanes, pero pertenecen a una rama más cercana a Irán. No obstante Irak es su tierra santa. Constituyen más de la mitad de la población de Irak; 3) Los sunitas, en el centro. Integran la minoría pero controlan casi todos los cargos públicos y centros del poder. Los problemas entre etnias en Irak han generado golpes de Estado y luchas internas. Son precisamente estas divisiones  lo que ha manipulado Occidente a su favor, las que han permitido el ascenso al poder de gobiernos militaristas de frecuente intención nacionalista, explosiva en época de neoliberalismo y globalización, chocante con ideas supranacionales.

Y ahora corresponde hablar de Sadam Hussein. que  ejercerá el cargo de vicepresidente. Hussein toma como principal medida organizar y fortalecer el aparato de seguridad del Estado, creando un poderoso ejército bajo las orientaciones de los moscovitas. La propaganda estadounidense contra Saddam Hussein borra la importante reactivación económica de Irak bajo este mandato en renglones tales como agricultura e industria. Hussein nacionalista como Nasser, recobra para Irak la industria petrolera entre los años 1972-1975. Los resultados de esta nacionalización comenzaron a verse hacia finales de 1993, fecha en la cual fueron altamente considerables los ingresos por la venta del crudo. Durante el año 1979, nombrado presidente de Irak, le toca enfrentar lo que se ha dado en llamar Revolución Islámica de las fuerzas chiítas comandadas por el ayatollah Khomeini, produciéndose la guerra de Irán contra Irak (1980-1988).

Hussein recibe apoyo logístico y económico de Estados Unidos. Khomeini es vencido pero Irak queda en mala situación económica. Saddam Hussein recurre al crédito occidental, pero más que dólares recibe reclamos del dinero prestado anteriormente, principalmente para la guerra. El líder iraquí se ha fortalecido militarmente y se le comienza a temer. Se le acusa de haber utilizado armas químicas contra los kurdos durante la guerra, uso que no fue censurado cuando  era un aliado.

Tal vez como una estrategia para superar la crisis, Hussein invade a Kuwait, pero hay mucho más en aquel acto. Kuwait es a Irak lo que Maracaibo a Venezuela. Esta vez no recibirá de los Estados Unidos ni ayuda económica ni logística. Una coalición internacional apoyada por la Organización de las Naciones Unidas saca a los iraquíes de Kuwait.

La luna de miel de los Estados Unidos con Saddam Hussein era un recuerdo, lo que queda en la memoria es la acusación al líder árabe de la posesión de armas de destrucción masiva, el genocidio.

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