exagerada historia de naturaleza y drogas

“Oso intoxicado” de Universal Pictures ya está en cartelera cinematográfica. La película presenta una historia tirada de los pelos a pesar de inspirarse en un caso real. Obvio que la recreación hollywoodense estira el chicle con libertad mientras se vale de todos los artilugios posibles para convertir a este mamífero en un depredador irreconocible: adicto a la cocaína, deprimido, colérico, agresivo y sanguinario.

Tras unos primeros planos y secuencias llenos de adrenalina, desmembramientos, fumadas persecuciones y explosiones de sangre, el filme se desinfla pues se le hace imposible armar algo lógico alrededor de un relato inverosímil.

Y así, en la sala, su espectador pasa de reír ante los alocados ataques del animal a aburrirse horrores producto de una cantidad de situaciones sensibles absurdas. Las cuales, por cierto, no conducen a nada.

Realizada con unos 35 millones de dólares y dirigida por Elizabeth Banks, “Oso intoxicado” suscitó mucha expectación sólo por su título y su tráiler, que alcanzó viralidad en redes sociales.

Escrita por Jimmy Warden y producida por Phil Lord y Christopher Miller, se basa en la historia real de un oso negro de 79 kilos que murió en las montañas de Georgia en 1985 tras comer de una bolsa de cocaína que cayó del avión de un contrabandista. La muerte del contrabandista, que apareció envuelto en su paracaídas cerca de una residencia, también se recrea en la película, con toda la ironía de su fallecimiento.

Pero el problema de la película radica esencialmente en que la estupidez sin trasfondo, parlamento o discurso se vuelve anecdótica desgracia. Y el filme no parece ir más allá del chiste sin lógica cuya risa, cuando se torna redundante, pasar a ser molestosa.