El Sagrado Corazón de Antímano
El pasado 24 de octubre de 2024, el papa Francisco publicó su cuarta encíclica Dilexit nos (en español, “Nos amó”). El documento se centra en el tema del amor humano y divino encarnado en el Sagrado Corazón de Jesús y pide un enfoque renovado en el corazón de Cristo como símbolo de compasión y sanación espiritual. La aparición de la encíclica coincide con el 350 aniversario de la primera aparición del Sagrado Corazón a la santa francesa Margarita María Alacoque en 1673.
Esta carta papal nos remite a un hito caraqueño olvidado y que desde 1933 está anclado cual centinela de apacible rostro en la calle real de la parroquia Antímano: la efigie en piedra de suaves y reposadas líneas del Sagrado Corazón de Jesús. La bella escultura, promovida por la comunidad y de autor desconocido, tiene una altura de tres metros (dos de figura y uno del pedestal) y está concebido con las trazas audaces del art decó, el estilo artístico que nació en París a propósito de la Exposición Universal de 1925.
Se conocen pocos monumentos dedicados a Jesús de Nazaret con estos parámetros de diseño. El más conocido –y más grande en su género– es el Cristo Redentor (1931) en el tope del Corcovado, Río de Janeiro, que con sus brazos abiertos es el signo cultural de Brasil.
Otra imagen de este género menos conocida es El Cristo del Otero, ubicado a las afueras de Palencia, proyecto del escultor español Victorio Macho, quien está sepultado a sus pies, creador del destacado Monumento a Simón Bolívar El Genio, en la plaza Caracas de la capital venezolana.
Es insoslayable destacar que la elaboración de esta estatua no dista en fecha de sus antecesoras –apenas dos años la separan– por lo que el Sagrado Corazón de Jesús de Antímano es producto de la vanguardia artística de su tiempo, con escasas representaciones universales como se ha mencionado. Veneración y admiración se agrupan.
La figura plástica del corazón de Cristo en el suroeste de Caracas nos recuerda que el amor y la misericordia es sanadora y salvadora en medio de un mundo perturbado por la guerra, las desigualdades socioeconómicas, el consumismo desenfrenado y las tecnologías que amenazan con socavar la naturaleza humana. Un mensaje para creyentes y no creyentes.