3 mayo, 2024
El resultado del amor - Últimas Noticias

Hace un par de años, cuando estaba obsesionada con todas las películas del director argentino Eliseo Subiela, vi ‘El resultado del amor’ (2007), donde narran la historia de Mabel, una payasa que antes fue prostituta.

Un día, Mabel conoce a Martín, un divorciado que acaba de renunciar a su trabajo y comprar una casa rodante para vivir libremente. Se enamoran con pasión y locura.

Al poco tiempo, ella descubre que es portadora del virus VIH. Él decide permanecer a su lado, se casan, aprenden de la enfermedad, viven su amor, con cuidados pero lo viven.

El padre de Martin no apoya su decisión, a la madre prefieren ni decirle. Yo me quedé pensando en el tema, en las diferencias entre cada historia, en cómo podría sentirse recibir una noticia así, en la reacción de la pareja o del pretendiente, en los miedos.

Con el paso del tiempo, leí con detenimiento las historias de muchos famosos VIH+: Freddie Mercury, Anthony Perkins, Andy Bell, Greg Louganis, Héctor Lavoe, Charlie Sheen.

En esta misma línea, hace días me topé con la de Iván Garrido, la cual presenta una variación: él nació con VIH empezando los años 90. 

Su madre era drogodependiente. Con tan solo 21 años, se enamoró perdidamente de otro adicto, al que conoció mientras intentaba recuperarse en una clínica de rehabilitación.

Al salir del lugar, se casaron y decidieron formar una familia, pero llegaron las recaídas, la violencia de género, el virus.

Iván fue diagnosticado al nacer. A los 5 años, entró en lo que se denomina “fase sida” (el virus comenzó a matar sus defensas: las células CD4). A los 7, encontró a su madre muerta en la habitación. Poco tiempo después, los médicos le dieron 3 meses de vida.

Pero, como si de un designio divino se tratase, apareció un nuevo tratamiento capaz de salvar su vida: el famoso AZT, el primer medicamento para personas con infección de VIH, un reto farmacológico que tenía muchos efectos secundarios.

De aquellos años, Iván recuerda la vomitadera constante, las diarreas, el insomnio, el inicio de la osteoporosis. Su medicación consistía en 36 pastillas diarias y dos jarabes. Hoy, los menores de 12 años VIH+, reciben tres pastillas al día. Los mayores de 12, apenas una.

A partir de los 10 años, el virus se estabilizó pero Iván empezó a descubrir su sexualidad: se reconoció gay. Entonces, comenzó el bullying escolar. Insultos, vejaciones, escupitajos.

Para intentar salvarlo, sus abuelos le enseñaron a ocultarlo todo: el diagnostico y sus preferencias sexuales. “Me repetían que no tendría amigos, ni pareja en el futuro, ni trabajo y que me fuese acostumbrando a esa situación”.

Al crecer, decidió hacerse psicólogo, y un buen día, tras haber sido rechazado por un chico a quien le contó su diagnostico, decidió mandar al carajo los consejos que habia recibido durante toda su vida y salir del armario por la puerta grande: las redes sociales.

Empezó a recibir mensajes de agradecimiento y se fue dando cuenta del poder que tenía su historia. Decidió fundar su asociación sin ánimo de lucro: Proyecto Kintsugi.

Kintsugi es un arte japonés que restaura piezas de cerámica rotas y baña las grietas en oro. El resultado son piezas únicas.  Para él, eso es la psicología, “ayudar a las personas a reconstruirse y, que descubran, la belleza de las cicatrices”.

Así, por cierto, se llama su libro: ‘La belleza de las cicatrices’ donde habla abiertamente de su diagnostico, las estructuras familiares, la homosexualidad, el acoso escolar, la muerte.

Hoy, en todas sus redes sociales, incluyendo Tinder, se presenta como psicólogo, escritor, VIH+ de nacimiento, activista LGTBIQ+. Esto, confiesa, le ha alejado a más de un levante, pero lo ha ayudado a romper los  mitos.

Iván cree que el amor sabe aceptar. Por eso, tiene un gran sueño: no ser noticia. “Si mi historia deja de tener seguidores, querrá decir que hemos terminado con el estigma”.

Por: Jessica Dos Santos

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