Datos UN: 68% opina que las redes sociales contribuyen con la desinformación
A mediados de la década pasada, las redes sociales comenzaron a estar en el centro de la discusión sobre la desinformación y la seguridad. Desde el Brexit (el referendo que aprobó la salida del Reino Unido de la Unión Europea) y la elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2016, el discurso crítico sobre las redes sociales se hizo mainstream con la denuncia de que ambas campañas políticas utilizaron herramientas de desinformación en las plataformas sociales para hacer crecer en adeptos sus propuestas. Antes no se las criticaba, todo lo contrario, eran elogiadas y promovidas.
Fue entonces que se hicieron célebres conceptos como posverdad y fake news o noticias falsas, y se puso más atención a la actuación de determinadas cuentas o actores dentro de las redes que funcionan como trols, haters o superpropagadores. Los trols publican mensajes provocadores y ofensivos, los haters diseminan odio y los superpropagadores se encargan de diseminar información falsa de acuerdo a sus fines, generalmente relacionados con ideas políticas y religiosas.
En 2011 el politólogo y ciberactivista estadounidense Eli Pariser acuñó el término burbuja de filtro en un libro que describe la esencia del funcionamiento de los algoritmos de las redes sociales (The Filter Bubble: What the Internet is hiding from you, Penguin Press, 2011). Una burbuja de filtro es un marco ideológico creado por mecanismos de personalización del flujo de información que cada persona recibe en las redes sociales. Este flujo personalizado se perfila por la ubicación, historial de búsquedas anteriores e historial de interacciones. Las redes seleccionan la información que te van a mostrar.
Además, las plataformas de anuncios de redes como Facebook, Instagram o X (antes Twitter) registran un perfil psicográfico de cada usuario de acuerdo con su actividad en línea para dirigir mensajes publicitarios a las personas que estadísticamente serían más propensas a interactuar con ellos de acuerdo al contenido y los objetivos del anunciante.
Entonces, no son solo los usuarios sino las propias plataformas quienes manipulan la información que circula de acuerdo a intereses, produciendo efectos sobre lo social.
Contenido
Desinformar con fines políticos
La base de los mecanismos para propagar discursos de odio y manipular a grupos sociales de acuerdo a fines políticos o religiosos en redes sociales es la desinformación. No existe una definición única de desinformación en el contexto específico de la comunicación digital y así lo afirma el portal web de la ONU en un artículo sobre el tema. Al buscar el término desinformación en Google el primer resultado apunta a una página del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre el tema, que puede ser interesante al proceder de una instancia del gobierno del país que es sede de las principales compañías que dominan el ecosistema digital:
“La desinformación es información falsa que se divulga intencionalmente para influir en la opinión pública u ocultar la verdad. Esta información a menudo se transmite a través de las redes sociales y puede hacer que las personas desconfíen de fuentes confiables”.
El presidente Nicolás Maduro ha denunciado que las redes sociales juegan un papel fundamental en lo que ha denominado un “golpe de Estado ciberfascista criminal”. El Presidente invitó a la población a dejar de usar la aplicación de mensajería WhatsApp y a desinstalarla de los teléfonos, haciéndolo él mismo frente al país. A través de WhatsApp se propagan mensajes de odio y es utilizada para amenazar y espiar, alertó Maduro. En su lugar, ha invitado a utilizar otros sistemas de mensajería como Telegram o WeChat. La Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) ha comenzado una investigación sobre delitos de odio y delitos informáticos que, en el marco del golpe denunciado, se han podido cometer a través de esta aplicación.
Así mismo, Maduro anunció la suspensión por 10 días del acceso a la red social X en Venezuela por las mismas razones, propagación indiscriminada de discursos de odio y su instrumentalización para llevar a delante un golpe de Estado por parte de la oposición extremista y con el respaldo de Estados Unidos.
No es solo en Venezuela
La toma de medidas institucionales para regular el uso de redes sociales y aplicaciones de mensajería no es una novedad ni es Venezuela pionera en este sentido. En países como Alemania y Francia, está prohibido el uso de WhatsApp por parte de funcionarios del Estado por razones de seguridad de la información. Países como China, Siria o Catar han bloqueado la aplicación y tanto Estados Unidos como la Unión Europea han hecho a la compañía adaptar sus términos de servicios y política de privacidad para adecuarse a las normativas vigentes.
Recientemente, en Reino Unido se desató una ola de violencia callejera que en buena medida fue promovida y atizada a través de las redes sociales por parte de personalidades y grupos pertenecientes a la extrema derecha. Se promovieron ataques contra inmigrantes y cualquier persona “no blanca”, generando un escenario de caos sin precedentes en ese país. El propio gobierno británico ha denunciado que se trata de violencia racista y extremista proveniente de grupos fascistas haciendo uso de las redes sociales, especialmente X, y así lo reseña la revista especializada en tecnología Wired.
Por su parte, la Comisión Europea, que ya adelanta una investigación sobre la red X acerca de problemas relacionados con “gestión de riesgos, moderación de contenidos, patrones oscuros, transparencia publicitaria y acceso a los datos por parte de los investigadores”, ha informado que observa con atención lo que está ocurriendo en Reino Unido y la respuesta por parte de la empresa. “Estos incidentes que se están produciendo actualmente en el Reino Unido y la respuesta de X a los mismos podrían tenerse en cuenta durante el procedimiento que tenemos abierto contra X, especialmente en materia de desinformación y contenidos ilegales”, dijo a Euronews un portavoz de la Comisión.
¿Qué opina la gente?
Visto este panorama, Datos UN consideramos pertinente consultar a nuestra audiencia su opinión y su experiencia sobre el papel de las redes sociales en la desinformación y propagación de discursos de odio. Publicamos una encuesta digital en nuestro portal web y redes sociales y entre el lunes 5 y el jueves 8 de agosto participaron 762 personas. Lo que sigue son los resultados.
A través de WhatsApp se comparten noticias e informaciones que muchas veces no provienen de una fuente confiable o verificada. Y la gente tiende de a reenviar los mensajes o compartirlos sin tomarse la tarea de comprobar si lo que está allí es cierto o es falso. Le preguntamos a los participantes de nuestro sondeo cuándo fue la última vez que compartieron una noticia sin antes verificarla.
Obtuvimos que 46,6% de quienes respondieron nuestro sondeo admiten haber compartido información sin verificar. La mayor parte de ese segmento, 36& del total general, dijo que lo había hecho “hace menos de una semana”.
Muchas veces las personas no se dan cuenta de que consumen información falsa. Pero en algunos casos las personas consiguen reconocer que la información que han visto ha resultado no ser verdad. Por eso le preguntamos a la audiencia con qué frecuencia le ha paso esto. 75%, o tres de cada cuatro personas, contestaron que han tenido esta experiencia “muchas veces”.
15,9% dijo que ha comprobado noticias falsas “algunas veces”, 4,6% dijo que “muy pocas veces” y solo 3,8% dijo que esto nunca le ha ocurrido.
Información mala
No es poco común entre los usuarios de WhatsApp recibir mensajes conocidos como “cadenas”, que son llamados así porque son reenviados una y otra vez por los mismos usuarios. Muchas son presentadas como noticias, novedades sobre política, religión o ciencia, sin presentar ni siquiera un enlace a alguna fuente de donde provenga la información. Aun así, muchas veces son reenviados y se propagan rápidamente.
Preguntamos a los participantes de nuestra encuesta con qué frecuencia reciben información o noticias por WhatsApp sin ningún tipo de fuente verificable.
Tenemos que 58% dice que recibe información dudosa por WhatsApp “muy frecuentemente”. 20%, o sea 1 de cada 5, contestó que le paso de manera “más o menos frecuente”. 13% dijo que eso es “poco frecuente” y 8% afirma que es “nada frecuente”.
Este tipo de mensajes generalmente son alarmistas y generan efectos en las personas. Por eso preguntamos a la audiencia si alguna vez has sentido angustia o nervios por alguna información vista en redes sociales o recibida por WhatsApp. Solo 12% dijo que esto no le ha ocurrido nunca.
34,8% dijo que “muchas veces” ha sentido angustia o nervios luego de ver una información recibida por redes sociales o WhatsApp. Otro 33,5% dijo que esto le ha pasado “algunas veces” y 19% que le ha pasado “pocas veces”.
Son responsables
La siguiente pregunta de nuestra encuesta requería la opinión de las personas sobre si las redes sociales contribuyen a la desinformación. Una mayoría contundente de 68,9% dijo estar “totalmente de acuerdo” con esa afirmación.
Otro 17,2% contestó que está “más o menos de acuerdo”. 6,2% no está “ni de acuerdo ni en desacuerdo”, mientras que 1,6% dijo estar “más o menos en desacuerdo” y 6,3% “totalmente en desacuerdo”.
También pedimos opinión sobre si las redes sociales contribuyen a la diseminación de discursos de odio. 71,7%, o lo que es lo mismo, 7 de cada 10 personas contestaron que están “totalmente de acuerdo con la afirmación.
13,1% afirmó estar “más o menos de acuerdo” y 5,9% dijo que no está “ni de acuerdo ni en desacuerdo”. 2,1% dijo que está “más o menos en desacuerdo” y 7,2% que está “totalmente en desacuerdo. Tenemos, entonces, un panorama general de la opinión de nuestra audiencia sobre el tema. Las personas tienden mayoritariamente a reconocer que las redes y plataformas digitales contribuyen a la propagación de información falsa y discursos de odio; sin embargo, una parte importante reconoce que muchas veces comparte información recibida sin la correspondiente verificación. En cualquier caso, la gente está consciente que las redes sociales y plataformas digitales tienen un papel fundamental en este debate.