9 mayo, 2024

Crítica ‘Vidas Pasadas’ (2023) – SOYDECINE.COM

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La escritora teatral Celine Song debuta en el cine con Vidas Pasadas, un drama romántico que nace de su propia experiencia.

La cinta, escrita y dirigida por la cineasta surcoreana, optó a hacerse con el premio a mejor guion original y mejor película en los Oscar de este año.

Tras su paso por festivales como el de Sundance o el de Berlín, Vidas Pasadas llegó a nuestro país el pasado noviembre.

Contenido

Sinopsis de Vidas Pasadas

Nora y Hae Sung son dos amigos de la infancia que se separaron cuando la familia de ella se mudó a Canadá. Muchos años después, y gracias a internet, ambos vuelven a ponerse en contacto.

Ahora, de adultos, su encuentro pondrá a prueba su estabilidad emocional, cuestionará sus decisiones personales y les hará replantearse si los pilares sobre los que se asientan sus vidas son lo suficientemente sólidos.

Crítica de Vidas Pasadas

La soberbia capacidad de Celine Song para retratar las emociones humanas está a la altura de muy pocos en la industria. Con una mirada sensible, pausada y carente de cualquier atisbo de juicio moral, la directora deja que sus personajes se abran en canal ante nosotros.

En Vidas Pasadas todo fluye, nada resulta artificial. Los sentimientos son reconocibles y honestos. Es casi imposible no encontrarse en alguno de los vértices que forman esa suerte de triángulo amoroso.

La apropiación del romanticismo

Hace años que la industria estadounidense se apropió del término romántico, normalmente asociado a comedia, para vendernos una infinidad de historias tóxicas de príncipe azul y final feliz.

Historias en las que el marido era muy malo y el amante muy bueno para allanarnos el camino y hacernos más fácil el dilema moral. Guiones edulcorados y cargados de mensajes tan peligrosos, simples e infantiles como el de “los que se pelean se desean”. Parejas que se maltratan a base de chistes rancios para acabar descubriendo que son almas gemelas. Mensajes tan destructivos para las nuevas generaciones como que el amor de verdad siempre llega y solo hay que esperar a que aparezca. Un amor que no necesita cuidados porque nos corresponde por derecho divino. Hay muchas menos películas románticas que nos cuenten con detalle lo que sucede después del primer beso. Donde el amor de verdad se construye con complicidad, esfuerzo y vivencias compartidas.

Esta reducción del amor a mariposas en el estómagos, convierten el San Valentín de los solteros en un auténtico infierno en el que la sociedad les obliga a preguntarse qué han hecho mal para terminar solos. Como si estar solo no fuera una opción igualmente válida.

Ese romanticismo de cartón piedra es del que huye Song en Vidas Pasadas y, sin embargo, eso no impide que sea una de las películas más románticas que hemos visto en años.

La complejidad de las relaciones humanas

En Soy de cine, nos gustan las historias de amor y amistad llenas de grises. Relaciones que se solapan, que borran la frontera entre amigo y amante, que nos hacen dudar de lo que somos y de lo que sentimos.

El triángulo al que dan vida Greta Lee, Teo Yoo y John Magaro en el que, sin duda, es el papel de sus carreras, resulta un viaje emocional tan complejo y a la vez tan puro y directo que es imposible no sentirse zarandeado por las olas que levanta.

El guion de Song, deja poso y, por eso, aconsejamos evitar el impulso de sociedad frenética que nos invita a abandonar la sala en cuanto salen los créditos y dejarnos mecer por la música, mientras seguimos buscando pedacitos de nosotros en Nora, Hae Sung y Arthur.

Otra masculinidad es posible

Nos hemos enamorado de esos personajes tan bien construidos y de lo poderoso de no dividirlos en buenos y malos.

La gestión que hace Arthur, el marido de Nora, de sus propias inseguridades es digna de estudio en los colegios de todo el mundo.

En una sociedad histriónica y violenta a la que le cuesta desprenderse de la equivalencia: pareja – posesión, se agradece el tono pausado, comprensivo, cercano a lo inevitable con el que Song dibuja al personaje del marido que puede sentirse amenazado.

No se nos ocurre una muestra de amor más poderosa. Mil veces más que saltarse los controles del aeropuerto con un ramo de flores en la mano para impedir que despegue del amor de tu vida.

El amor que Nora y Arthur se profesan es honesto, lleno de respeto y comprensión. Uno que entiende que la felicidad del otro pasa por levantar la vista del ombligo y mirarle directamente a los ojos.

Hae Sung, el primero y último en aparecer en la vida de Nora, tampoco necesita aspavientos ni pedir un duelo al sol para demostrar lo que siente. No compiten los unos contra los otros, compiten contra sí mismos, intentan entenderse, ser maduros, tomar las decisiones correctas y escucharse, aunque la vida se lo ponga difícil.

Inmigración e identidad

La identidad cultural como contraste con el otro está siempre presente en Vidas Pasadas. Desde el magnífico uso que hace Song del entorno por el que hace pasear a sus personajes hasta las profundas conversaciones que mantienen entre ellos. En una de esos intercambios, Nora le dice a Arthur: “Cuando estoy con él, no me siento coreana”. Una asunción de la alienación cultural que, como la propia cineasta, experimenta alguien que ha emigrado a edad temprana y que se siente parte de dos lugares y de ninguno a la vez.

A ojos de las personas con las que comparte su vida diaria, Nora es una mujer coreana. En contraste con Hae Sung, esos rasgos culturales han sido erosionados con el paso del tiempo.

Una identidad, en tierra de nadie, que se construye a través de la mirada de otros y que genera una sensación de ciudadano apátrida, sin raíces firmes que lo anclen al suelo y, por lo tanto, vulnerable.

El manejo del tiempo

Vidas Pasadas tiene el reto de condensar toda una vida en poco más de cien minutos de metraje. Para hacerlo, Celine Song hace un inteligente manejo del tiempo. La directora usa la elipsis cuando es necesario y detiene la historia en los momentos que requieren de un mayor desarrollo. Todo ello con el tono pausado y reflexivo que merece una historia tan profunda como la que se nos cuenta y sin afectar al ritmo o la efectividad narrativa.

Todo fluye ante nosotros de manera orgánica y natural. La infancia de ambos nos da un contexto sobre el que construir un romance discontinuo cuyos momentos clave están separados por años de distancia. Y aún así, todo parece ir cayendo en su sitio, con la lógica que se le puede atribuir a los sentimientos, completando un puzzle al que los más idealistas llamarán destino y los pragmáticos, motivación y perseverancia.

Nuestra valoración de Vidas Pasadas

Resulta soprendente que Vidas Pasadas sea una ópera prima. Celine Song es capaz de elaborar un relato profundo, relevante y emocionalmente poderoso.

El complejo y acertado análisis de las relaciones humanas y las magistrales interpretaciones de Greta Lee, Teo Yoo y John Magaro, hacen de esta película no solo una de las más emotivas que hemos visto en mucho tiempo, sino una de las indispensables del año.



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