24 abril, 2024

«Amores» bíblicos – Últimas Noticias

"Amores" bíblicos - Últimas Noticias


El año pasado, por esta misma fecha (Semana Santa) escribimos una historia titulada “De prostituta endemoniada a santa: la historia de amor de María Magdalena”, la cual generó un intenso debate entre quienes consideraron que mi versión estaba llena de “falacias”.

No obstante, hoy no pude evitar “caer en la tentación” de ojear algunas historias bíblicas a través de las cuales han pretendido enseñarnos qué es y qué no es el amor, relatos donde, para variar, las mujeres siempre salimos jodidas. 

Primero, Adán y Eva. Según este relato, la única razón por la que Dios creó a una mujer fue para complacer los deseos de un hombre. Primero, nos conciben como un complemento para finalmente tildarnos como “malcriadas, antojadas y pecadoras”.

Luego, tenemos a José y María. Aunque María ya había concebido un hijo por obra del Espíritu Santo, José optó por casarse con ella y protegerla de ser apedreada por ser una mujer soltera con un bebé. Esto, se supone, es muy “romántico”.

Pero ¿en ningún momento se cuestiona el hecho de apedrear hasta matar a una mujer por el simple hecho de ser madre soltera? ¿Qué deberían hacer hoy las miles de madres solteras? ¿Sentirse culpables de su soltería en vez de responsabilizar al padre ausente o tal vez ir en busca de un José?

Después, está Abraham y Sara. La historia enaltece a Abraham por no haber abandonado a la estéril de su esposa Sara. Sin embargo, Abraham tomó a Agar (una esclava egipcia de bajos recursos) como pareja sustituta para que le pariera a un muchacho y eso fue comprendido por todos. Luego, la historia añade que Sara, en medio de su dolor, expulsó a Agar y su hijo al desierto. Obviamente, “la mala” fue Sara y no Abraham. ¿Acaso ella no sabía que tenía un “problema” y por eso debía aceptar cualquier cosa? ¿Qué mensaje le brinda esto a las miles de mujeres que hoy batallan para quedar embarazadas?

De hecho, la escritura señala “Regocíjate estéril, la que no da hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conoce los dolores del parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada”. ¿El problema son las mujeres y los hijos y no el hombre que abandona?

Lo mismo ocurre con el supuesto “amor” entre Isaac y Rebeca. Isaac se encuentra deprimido por la muerte de su madre. Entonces, a su padre no se le ocurrió mejor idea que buscar para él “una buena esposa que llenase ese vacío”. De esta forma, el progenitor envió a un siervo a buscar a la elegida, que terminó siendo Rebeca.

Al respecto, dice Génesis 24:63-67: “Isaac llevó a Rebeca a la carpa de su fallecida madre y la tomó por esposa. Isaac amó a Rebeca, y así se consoló de la muerte de su madre”. La escena es perturbadora. Pero, además, ¿desde entonces nos quieren hacer creer que las esposas son la consecución de las madres, las encargadas de seguir “criando” a los maridos?

Muchos también hablan del “amor” entre Jacob y Raquel. Jacob trabajó 7 años para el padre de Raquel, con el único fin de obtenerla en matrimonio. Ajá, cual saco de papas. Sin embargo, el progenitor primero le dio a Lea, la hija mayor. Y 7 años después, 14 en total, entregó a Raquel. Como Jacob amaba más a Raquel que a Lea, Dios hizo que Raquel fuera estéril y que Lea pariera 4 hijos. Obviamente, ellas se odiaron. En las historias bíblicas, las mujeres siempre terminamos enemistadas.

De igual manera, tenemos a Oseas, quien se casó con Gómer, una prostituta con quien tuvo tres hijos. En algún momento, Gómer abandonó a Oseas por un amante. No obstante, él la perdonó y la compró de vuelta por quince monedas de plata y una carga y media de cebada. Luego, la condeno a no tener relaciones sexuales nunca más, ni con él, ni con nadie. ¿Amor y perdón o castigo? ¿Con quién se habrá estado acostando Oseas durante esos años?

También tenemos el relato de un hombre llamado Elcaná, quien tenía dos esposas, Ana y Penina. Ana era estéril y esto le causaba mucho dolor porque Penina si tenía hijos y la atormentaba. Ana lloraba ante Dios y en oración le rogaba por un hijo. Él la escucho y nació Samuel. Pero, como retribución, apenas dejó de amamantar, tuvo que dejar al niño en el templo en Siló con el profeta Elí y olvidarse de él. ¿No y que los favores no se cobran pues?

Precisamente, hablando de favores y castigos, nos han dicho que el amor más perfecto lo demostró Dios al mandar a su único hijo Jesús a morir en la cruz y perdonar nuestros pecados, pero ¿Jesús quería eso? ¿No fue un tanto dictatorial y egoísta aquel designio?

En fin, las historias bíblicas, aunque sean de otros tiempos y tengan diversas interpretaciones, hablan de un Dios demasiado punitivo para mi gusto y de vidas con más conflictos que amores: Caín mató a Abel, Jacob engaño a su gemelo Esaú, los celos entre Raquel y Lea son históricos, José fue vendido por sus hermanos, la esposa de Moisés no le cayó bien a su hermana Miriam, y la lista continúa.

Yo, la verdad, prefiero creer en un Dios más compasivo, que entiende el amor bajo otros términos, de una forma mucho más sana, que valora a las mujeres no como maquinas reproductoras de hijos sino como seres humanos valerosos y con libre albedrio, que nos cree capaces de hacer el bien, que busca nuestra paz y da sin esperar nada a cambio. Feliz viernes santo, pues. 

Por: Jessica Dos Santos

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