A un año del conflicto en Ucrania ¿es posible una escalada nuclear?
Vladimir Putin, presidente de la Federación de Rusia, anunció la suspensión de sus compromisos con el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (New Start por sus siglas en inglés) que mantenía con Estados Unidos desde su entrada en vigor el 5 de febrero de 2011.
Este tratado, que se consideraba como un paso firme para la limitación de la amenaza nuclear entre ambas potencias, se firmó el 8 de abril de 2010 tras la negociación llevada a cabo por los equipos de los entonces presidentes de Rusia, Dmitri Medvédev y de Estados Unidos, Barack Obama.
“Me veo obligado a anunciar hoy que Rusia suspende su participación en el tratado de armas estratégicas ofensivas. Rusia no abandona, Rusia congela su participación”, fue el anuncio hecho por el presidente ruso en su discurso sobre el estado de la nación realizado el pasado 21 de febrero.
Putin argumentó que esta medida obedece a informaciones que señalan que Estados Unidos “se encuentra desarrollando nuevos armamentos nucleares”, significando el incumplimiento de una serie de tratado que tuvieron sus inicios el pasado siglo entre la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss) y la nación norteamericana.
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Una historia de tratados
Esta historia de acuerdos en la materia nuclear comenzó con el Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (NIF por sus siglas en inglés) en el año de 1987, cuando los entonces Gobiernos de la Urss y de EEUU pactaron la limitación en el desarrollo de misiles terrestres con un alcance de 500 a 5.500 kilómetros e iniciaron las conversaciones para el Start I que apuntaba a la limitación del número de misiles nucleares.
Tras años de conversaciones el 31 de julio de 1991, cuando la Urss atravesaba su peor crisis institucional que dio con la disolución de esta unión de Repúblicas, se firmó el Start I que estipulaba limitaciones en la cantidad de varios tipos de vehículos y cabezas nucleares para ambos países.
Este primer acuerdo entró en práctica en 1994 y se mantuvo hasta el 1999, cuando entró en vigencia el Start II que había sido negociado y finalmente pactado por los presidentes de Estados Unidos, George Bush (padre) y de Rusia Boris Yeltsin, en enero de 1993. En este se estipulaba la prohibición en el uso de los misiles balísticos intercontinentales (de más de 5.500 kilómetros) de cabezas múltiples.
El Start II fue remplazado oficialmente por el Tratado de Reducciones de Ofensivas Estratégicas (Sort por sus siglas en inglés) que alcanzaron los presidentes Vladimir Putin de Rusia y George W. Bush (hijo) en 2001, el cual fue firmado en 2004 y tendría vigencia hasta el 2012. Este suponía la limitación del arsenal nuclear de cada una de las naciones a 2.200 ojivas operativas.
Ya con la llegada de la segunda década del siglo XXI comenzaron las negociaciones para renovar este acuerdo de limitación de la capacidad nuclear cuyo acuerdo fue calificado de “histórico” al restringir sustancialmente el número de ojivas nucleares a 1.550 por país, reducir el número de misiles balísticos intercontinentales, misiles balísticos disparados por submarinos y bombarderos a 800 y fijar en 700 el número de estos misiles desplegados y listos para usar.
Sumado a esto, por primera vez se establecía la supervisión para el cumplimiento de este acuerdo, algo que había sido obviado por sus predecesores que dejaban a merced de la voluntad de los países el cumplimiento o violación de los límites.
Pese a que fueron criticados por establecer límites que suponían una gran capacidad de destrucción, este historial de acuerdos representaron un avance significativo, teniendo en cuenta que en plena “Guerra Fría”, Estados Unidos llegó a contar con 31.255 ojivas y la Urss con 40.159, según datos de la Federación de Científicos Estadounidenses.
De vuelta a la carrera nuclear
Aunque se ha señalado como “peligroso” el anuncio por parte de Putin en torno a su congelamiento en el cumplimiento del New Start, esta ruptura de los acuerdos tuvo su antecedente en la administración estadounidense de Donald Trump, cuando el entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, anuncia el retiro de la nación norteamericana del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (NIF) firmado con la extinta Urss y que mantuvo con Rusia.
«Rusia es el único responsable de la desaparición del tratado», argumentó Pompeo tras anunciar esta decisión que estaba secundada por el anuncio por parte del Departamento de Defensa sobre la realización de pruebas de un nuevo misil de crucero de lanzamiento móvil, acción que estaba prohibida por el NIF.
“Si Estados Unidos lleva a cabo las pruebas del armamento nuclear, nosotros haremos lo mismo”, ha advertido el presidente ruso, quien aclaró que “por supuesto, no seremos los primeros en hacerlo”.
Esta nueva carrera nuclear trae consigo los recuerdos del mundo que tras la II Guerra Mundial y la devastación estadounidense con las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, estuvo signado por la amenaza del cataclismo nuclear debido al conflicto que mantenía Estados Unidos en su llamada “guerra contra el comunismo”.
Un peligro latente
En la actualidad, además de Estados Unidos y Rusia, países como China, Pakistán, India, Reino Unido, Francia, Corea del Norte e Israel poseen armamento con capacidad nuclear, incrementando esta amenaza si se considera que varios de estos países, como es el caso de Pakistán y la India, mantienen conflictos que han abierto la posibilidad de una confrontación nuclear.
El hecho más reciente ocurrió en 2018 cuando el líder norcoreano Kim Jong-un y el entonces presidente Donald Trump, iniciaron una especie de guerra de micrófonos, donde la amenaza de “accionar el botón” –en referencia a la activación para el lanzamiento de misiles nucleares- colmó portadas y se viralizó en redes sociales donde era motivo de burla a través de los llamados memes.
Previo a este episodio, en 2012 el conflicto por Cachemira entre India y Pakistán, la amenaza de lanzamiento de este tipo de armamento estuvo latente y volvió a la palestra en 2022 cuando el 9 de marzo de ese año un “mal funcionamiento técnico” llevó a India a disparar accidentalmente un misil supersónico que cayó en territorio pakistaní, específicamente en la población de Mian Channu.
Afortunadamente, estos acontecimientos, y otros que sucedieron en el pasado como la crisis de los misiles en 1962, no han llegado a la utilización de estas armas que, para algunos, son un elemento disuasivo que ha evitado que se llegue a confrontaciones globales como la ocurrida en la II Guerra Mundial.
El gran artífice de esta tesis es el politólogo estadounidense Robert Jervis, quien en su libro «El significado de la revolución nuclear”, publicado en 1989, describe como el gran poder destructor de las armas nucleares han tenido el efecto de cambiar de forma revolucionaria la naturaleza de la política internacional, debido a que un enfrentamiento bélico entre dos potencias nucleares siempre podrá escalar un conflicto nuclear mutuamente catastrófico que, a su entender, hace irracional cualquier guerra, lo que obliga a los Estados a comportarse de forma más comedida.
Para argumentar esta tesis, sus defensores señalan los casos de las guerras de Vietnam, donde Estados Unidos se retiró tras ser derrotado por el Vietcong, y de Afganistán, en la década de los 80, cuando tras perder con los Talibanes, los soviéticos también abandonaron el territorio. En ambos casos no se hizo uso del armamento nuclear.
Esta amenaza de destrucción mutua asegurada que personajes como Jervis exaltan por considerarla determinante para la paz entre potencias, sigue siendo controvertida por aquellos que ven al armamento nuclear como un elemento de autodestrucción de la especie humana dada sus consecuencias catastróficas en el ambiente y capacidad de exterminio.
Ante esto, desde 1970 entró en vigencia en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el Pacto de No Proliferación Nuclear, documento abierto a la firma de los Estados miembros de este organismo multilateral, cuyo objetivo es evitar que más naciones se sumen al desarrollo de este armamento.
Este acuerdo entre naciones de los cinco continentes (en su mayoría de África y América) ha evitado una mayor escalada en la fabricación de este tipo de armamento, aunque ha sido cuestionado por no establecer controles ni elementos de supervisión para aquellas naciones que ya cuentan con capacidad nuclear.
Ucrania y el escenario nuclear
El conflicto bélico que se desarrolla en Ucrania ha abierto las puertas para esta aparente nueva escalada del escenario nuclear entre Estados Unidos y Rusia.
El reparto de armamento por parte de la administración de Joe Biden y varios Gobiernos de Europa al régimen de Volodímir Zelenski, ha sido señalado por Moscú como una “peligrosa escalada” de un conflicto que desde Rusia argumentan comenzó en 2014 cuando desde Kiev se ordenaron ataques y el asedio contra los pobladores de la región del Donbás, hecho que tuvo su mayor punto con la amenaza de ingreso de Ucrania a la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN).
Lo que comenzó con entrega de fusiles y equipos para los combatientes de las Fuerzas Armadas ucranianas ha ido en aumento en la medida en que el conflicto se alarga y es así como atendiendo a las constantes -y muy subidas de tono- suplicas de Zelenski, hoy se prepara la entrega de tanques de última generación y misiles de largo alcance, con la promesa por parte del gobernante ucraniano de “no bombardear territorio ruso”.
Tras este “gran logro” por parte del gobernante de Ucrania, en su reciente gira a Europa decidió elevar sus demandas a quienes le apoyan, señalando la necesidad “urgente” del envío de aviones de combate de última generación (caza bombardero), petición que ha obtenido como respuesta un “No”, lo cual no garantiza que no suceda si se tiene en cuenta que para los tanques inicialmente se negaron.
En medio de este incremento del arsenal militar ucraniano facilitado por Europa y Estados Unidos para nutrir un conflicto que aparentemente será de largo aliento, la posibilidad de una escalada se asoma como inminente y más si se tiene en cuenta las palabras del presidente norteamericano, Joe Biden, quien prometió “luchar hasta el último ucraniano”.
Además de estas palabras, aunque han sido insistentes en negarlo, el afán de Estados Unidos en mantener vivo este conflicto y sus amenazas constantes contra Rusia, así como la posibilidad de un ataque por parte del régimen ucraniano contra territorio ruso utilizando armas biológicas, misiles o escuadrones terroristas, eleva la alerta de una escalada del conflicto entre potencias nucleares, hecho que sería determinante para poner a prueba la tesis de la “paz nuclear” o confirmar que la amenaza de destrucción mutua asegurada no es muro de contención para sus dueños.
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