Participación en fingidos tesoros – Últimas Noticias

Es un fraude. Aún se conserva en la legislación penal venezolana un delito de vieja data y de relevancia en aquellos tiempos de las “morocotas” y de los “tesoros enterrados”. Por supuesto, es una modalidad de fraude que se ha ido borrando con el pasar del tiempo, no obstante que en internet se asoma de vez en cuando algo parecido que despierta mucha curiosidad, como esas publicadas “herencias por recibir” en las que sus autores fingen, con mensajes que mueven a compasión, una enfermedad que los imposibilita o les restringe el acceso inmediato a esa supuesta herencia sin la ayuda de un tercero que cae por incauto en el ofrecimiento engañoso de participación a cambio de dinero.
Cuenta el doctor Tulio Chiossone, que en esa época de las morocotas y de los tesoros escondidos o enterrados en viejas casas y caserones había personas que se ofrecían y pedían dinero para encontrar esos fingidos tesoros; les decían a sus víctimas que ellos poseían medios para encontrarlos, tales como las agujas magnéticas y otros instrumentos especiales, todo lo cual no era otra cosa que un burdo artificio para obtener dinero a cuenta del futuro tesoro.
Pues bien, este fraude todavía está previsto y sancionado en el Código Penal venezolano, muy similar al de los fingidos tesoros y depósitos que aparece contemplado en aquel Código español de 1928, en la época de la dictadura de Primo de Rivera, muy cuestionado por su rigor en las penas y el aumento desmedido en casos de aplicación de la pena de muerte. En Venezuela, el que comete este fraude se compromete a darle una participación al incauto o sujeto víctima del delito que cree en la existencia de una gran cantidad de dinero, diamantes y cosas preciosas que se encuentran enterrados en algún lugar, pero que aquel, el que ofrece encontrarlos, ha fingido como tesoro cuya ubicación él conoce y puede desenterrar. En fin, en los fingidos tesoros está el engaño.
En aquella época de real vigencia de este delito de fraude las llamadas morocotas de oro eran caudal o fortuna cuando no existían instituciones bancarias y se guardaban escondidas o enterradas, por lo que algunos creen que aún permanecen como tesoros escondidos. Sin embargo, el ofrecimiento que hace el autor a la víctima para que participe del provecho de ese tesoro escondido puede tener la apariencia de negocio legítimo, pero aun así no desvirtúa su carácter fraudulento.