13 octubre, 2025
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Dividir el mundo con conceptos como el que se expresa en el título de esta nota resulta un tanto maniqueo, pues, en el caso de la geopolítica mundial, no todas las sociedades que están a uno u otro lado del meridiano de Greenwich responden a los valores que, se suponen, debe contener esa definición, como democracia y respeto a los derechos humanos.

Y, ciertamente, el término Occidente se usa con mayor o menor frecuencia y tono en momentos en los cuales se elevan o ceden las tensiones entre las potencias del globo, como referente para generar sentido de pertenencia y terror ante las culturas, formas de gobierno y poblaciones de las “misteriosas, oscuras, desordenadas y no democráticas” porciones del este y el sur del planeta.

Ahora bien, lo que sucede con el Estado de Israel casi desde que el Imperio británico impuso su creación en suelo palestino, es un ejemplo de cómo se ha forzado en el imaginario de la opinión pública mundial la idea de que ese país pertenece al civilizado mundo occidental, aun cuando lo cierto es que ha sido y, lo es hoy aún más, una permanente amenaza guerrerista, a pesar de que sus acciones neonazis en Gaza contradigan las normas, deberes y derechos que se suponen guían a las sociedades occidentales.

Por cierto, hace pocos días, el Pablo Mármol de Argentina, Javier Milei, apelaba a la noción de cultura occidental para expresar su respaldo al gobierno genocida de Benjamín Netanyahu y su rechazo a la “teocracia” iraní.

Según el motosierrista sureño, Irán ataca Israel “porque lo quiere hacer desaparecer, y lo ataca la izquierda básicamente porque Israel, en el fondo, es una de las bases del sistema capitalista. La base moral del capitalismo es la cultura judeocristiana. Entonces, el ataque a Israel tiene que ver con derrumbar los valores de Occidente y derrumbar el capitalismo”.

Que Netanyahu extermine impunemente al pueblo palestino —con el apoyo político, financiero y logístico de Estados Unidos, más el silencio hipócrita de la Unión Europea— y que en Argentina gobierne un esperpento como Milei, son pruebas fehacientes de cuán devaluado y sin brújula se encuentra eso que llamamos “Occidente”.
alfredo.carquez@gmail.com

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