28 septiembre, 2025

‘Nadie 2’ (2025), crítica | Un festival de divertidísima ultraviolencia que se debe disfrutar con un mojito en la mano y las gafas de sol cerca

'Nadie 2' (2025), crítica | Un festival de divertidísima ultraviolencia que se debe disfrutar con un mojito en la mano y las gafas de sol cerca


Desde siempre, el cine se ha debatido entre el arte y el entretenimiento. Hay quien cree que el último destino de quien se pone tras una cámara es crear una obra imperecedera, y quien piensa que, al igual que en la época del zoótropo, su intención no debería ir más allá del simple divertimento para masas. ‘Nadie 2’ se sitúa exactamente en el medio: eleva a arte la evasión veraniega más cafre. Y no lo querríamos de otra manera.

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Vacaciones Santillana

A nadie se le escapa que ‘Nadie’ tiene sus raíces muy metidas dentro de ‘John Wick’. De hecho, comparten creador, y, aunque la primera entrega incidía más en la comedia, tenía obvias similitudes en tono e intenciones. Sin embargo, en ‘Nadie 2’ parece que todo el mundo se ha dejado llevar un poco, pareciéndose más a un especial veraniego que a una secuela propiamente dicha. No lo digo de manera peyorativa: es todo un gustazo ver cómo el género crece, evoluciona y, ante todo, se vuelve disfrutón.

Poco tarda esta secuela en llevarnos a un parque de atracciones de mala muerte, ponerle una camisa hawaiana a su protagonista e insinuar que, por una vez, va a poder tener unas vacaciones tranquilas. Obviamente, la película acaba jugando con nuestras expectativas y ofreciendo un predecible y disfrutable festival de disparos, explosiones, muertes salvajes, sangre y sadismo, pero de manera mucho más familiar que en la anterior entrega. No, eso no significa que se hayan ablandado.

A lo largo de su escasa y agradecidísima hora y media, Bob Odendirk y los suyos son capaces de mantener el nivel de violencia de la primera entrega, pero suben de manera inevitable el de la comedia: el resultado es una gozada hiperviolenta que ver con un refresco en la mano, huyendo del calor y disfrutando del glorioso absurdo de una secuela consciente de que no puede competir con ‘John Wick’ y debe jugar con otras armas. No te va a cambiar la vida ni va a pasar a la historia, pero, personalmente, me comería una película de Hutch resignado a zurrar a los esbirros del villano de turno cada año y sin rechistar.

Ni tú ni Nadie puede cambiarme

En cierta manera, ‘Nadie 2’ se asemeja más al Club Megatrix emitiendo desde el Aquopolis que a ‘Nadie’: todo es mucho más despreocupado, amigable y propio de los dibujos animados, empezando por su villana, una fantástica y caricaturesca Sharon Stone que sabe perfectamente dónde se ha metido. Conscientes de que estamos un poco hartos de Baba Yagas que, pistola en mano, acaban con todo el que se cruza a su paso con un rictus facial de eterna seriedad, esta película le da a Odendirk la posibilidad de hacer lo que mejor sabe hacer y se suelta el pelo. La misma violencia absurda, pero con un mojito cerca.

No os preocupéis: las escenas de acción están tan bien pensadas y coreografiadas como cabría esperar. De hecho entran aún mejor, porque la propia película va calentando la olla hasta que explotan. Dentro de la liviandad estival que caracteriza la película, todas las escenas de violencia, entre los golpes en los recreativos y la emboscada final, son tan hilarantes como satisfactorias, aunque sea a costa de aguar unas relaciones familiares que nunca terminan de funcionar del todo.

‘Nadie 2’ se equivoca cuando trata de elevar su levedad veraniega hasta el punto de hacer una obra sobre la familia y su unidad, el amor, el perdón y la protección de los tuyos. Las moralejas y los abrazos familiares aquí están fuera de lugar, entre villanos reventando y millones de billetes explotando en mil pedazos. No resultan una molestia excesiva, eso sí: al fin y al cabo, solo son unas pequeñas pinceladas entre escenas ultraviolentas memorables, complacientes y con más slapstick de lo esperado.

No importa lo que esperes de ‘Nadie 2’, porque no tiene pensado gustar a todo el mundo en su fantasía de brutalidad sin freno, humor imparable y actores en estado de gracia conscientes de que esta es, en el fondo, una película de verano reconvertida en máquina de matar. Es predecible y no toma ningún riesgo, sí, pero es inevitable no dejarse llevar por su ritmo rumboso, su eterno ansia de salvajismo feroz y el carisma de un protagonista que encarna a la perfección al héroe más impredecible e inesperado. Cuando saquen la 3, ahí estaremos esperando.

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