¿Miedo a estar ausente? – Últimas Noticias

En una reunión alguien habló del fomo. Como siempre, ante el indiscriminado e innecesario uso de esos anglicismos tecnológicos y gerenciales que desesperan en cualquier encuentro de trabajo, como meeting, brainstorming o coworking, me sentí aburrido y al principio no le presté atención. Sin embargo, me interesó la explicación que ofreció uno de los presentes. Más que un sustantivo cualquiera, sustituible en nuestro idioma, se trata, a mi entender, de un fundamento que podría explicar la dependencia de muchas personas a las redes sociales: el miedo a estar ausente (fear of missing out).
No son pocas las personas que se sienten eternamente en el lugar y en el momento equivocados. Una angustia permanente les acompaña a aquellos que siempre piensan que existe otro mundo en su multiverso personal donde estarían mejor, podrían realizarse como sujetos y, sobre todo, alcanzarían el tan anhelado reconocimiento social del que tanto se habla hoy en día para explicar el fenómeno de los llamados “pobres de derecha”.
Las redes sociales sirven de vía de escape para quienes desean fervientemente acudir a ese lugar y a esa temporalidad donde realmente quieren ser y estar, porque se les hace difícil vivir en su realidad real. Esto fundamenta no solo el auge de cuentas que muestran paisajes o lugares idílicos en otros países, sino también el interés persistente por conocer realidades alternas o virtuales, que activan la generación de altos niveles de dopamina o llamada “molécula de felicidad”, que se produce al consumir grandes cantidades de información vía digital.
No ser o no estar en esas realidades aparentes pero placenteras causa en un sinnúmero de personas desesperación y espanto. De allí, surge el fomo. En esencia, no solo se trata de miedo a perderte “algo importante”, como información, noticias o eventos, hablamos de una auténtica angustia existencial de no ser o estar, repetimos, en esa realidad alterna que no es aquella que en lo inmediato te rodea. La primera produce placer, la segunda displacer.
¿Podemos salir de esta prisión virtual? Es difícil, sobre todo cuando este nuevo esquema de vida virtual y placentera, como lo describió Philip K Dick en cuentos y novelas, hoy es aprovechado políticamente por los poderes hegemónicos globales para afianzar este nuevo tecnofeudalismo que ya nos subyuga.