Mejor seguir vivos que seguir muertos

La vejez es la última etapa del ciclo vital del ser humano. Se caracteriza por una serie de cambios graduales en los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de la persona. Es un proceso natural, universal e irreversible.
El envejecimiento biológico es el proceso de deterioro gradual y progresivo de las funciones corporales.
Involucra los cambios en las funciones cognitivas y el estado emocional. Puede haber una ralentización en la velocidad de procesamiento de información y en la recuperación de recuerdos (la memoria de trabajo). Sin embargo, la sabiduría, el conocimiento práctico y el vocabulario suelen mantenerse o incluso mejorar. Es un mito que el deterioro cognitivo severo (como la demencia) sea una parte normal de la vejez; es una enfermedad.
Muchas personas desarrollan una mayor estabilidad emocional, mejor regulación de los sentimientos y una perspectiva más serena de la vida.
También en la vejez se generan cambios de roles, relaciones y estatus social.
Se dan transiciones como la jubilación, el síndrome del nido vacío (cuando los hijos se van de casa), y la viudez.
Se pasade roles productivos (trabajo) a roles de dependencia y familiares.
Lamentablemente, la vejez suele estar acompañada de “edadismo”, que es la discriminación basada en la edad. Esto incluye estereotipos negativos como pensar que las personas mayores son solamente frágiles, incompetentes o una carga.
Según los datos más recientes, la población mayor de 50 años en Venezuela representa aproximadamente el 20.8% del total. En 2011 era del 15.2%, lo que muestra un crecimiento significativo en la última década.
Venezuela experimenta un rápido envejecimiento poblacional debido a la emigración masiva de jóvenes desde 2015 y una disminución en la tasa de natalidad.
La pérdida de población en edad laboral (15-50 años) ha aumentado la proporción de adultos mayores, anticipando en casi 20 años el envejecimiento previsto. Lo podemos notar por la calle, de diez personas más de 7 tienen los cabellos grises.
Hace tres décadas, la vejez se asociaba predominantemente con el declive físico, la dependencia y el aislamiento social. La narrativa cultural perpetuaba estereotipos de inutilidad y pasividad, reduciendo esta etapa a la decadencia y una mera espera de la muerte. Para mí la expresión “abuelito” más allá de su contexto afectivo decadente es denigrante, colocando al “viejo” en un imaginario de carencias y debilidad, contribuyendo a la interiorización de un patrón histórico denigrante. Además, nuestra cultura exalta el valor de ser joven y exitoso, y relega al viejo como inservible, un peso familiar, no considerándose su experiencia ni sabiduría. Además, existe un grave problema, no existen las estructuras institucionales de apoyo, ni sanitario ni domiciliario a la vejez lo cual deja a muchos viejos abandonados a su suerte. A esto se suma que tampoco ha habido una política de toma de conciencia de cuidados y autocuidados de todo tipo en la etapa adulta lo que ha contribuido que muchos viejos transiten su última etapa de vida de la peor forma posible cuando se hubiese podido evitar muchas enfermedades, deterioro y sufrimiento en base a una política informativa eficiente y efectiva. Y esta realidad no se modifica cambiando los nombres a “adulto mayor” o “segunda adolescencia” eso es nominalismo estúpido. Prefiero revitalizar el concepto de viejo.
Sin embargo y pese a todo esto, este paradigma ha experimentado una transformación radical. Actualmente, conceptos como «envejecimiento activo» (OMS) y «vejez positiva» han redefinido la experiencia del envejecer, enfatizando la potencialidad, la participación social y la calidad de vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el envejecimiento activo como «el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad para mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen». Este enfoque se sustenta en tres pilares interconectados:
– Salud física y mental, que incluye prevención de enfermedades, promoción de hábitos saludables y acceso a servicios médicos de calidad.
– Participación social y cívica a través del involucramiento continuo en actividades económicas, culturales, espirituales y comunitarias.
– Seguridad y protección social a través de entornos accesibles, políticas públicas inclusivas y protección contra riesgos.
En base a esto es bueno enumerar las características y actitudes que favorecen el nuevo paradigma de vejez.
a) Mantenimiento de la autonomía y funcionalidad.
– La vejez activa promueve la independencia mediante el ejercicio físico regular, dietas equilibradas y controles médicos periódicos. Estudios demuestran que la actividad física moderada reduce la pérdida muscular y mejora la longevidad.
b) Participación social y productiva.
– Los adultos mayores deben ser vistos como recursos valiosos para sus comunidades. Pueden participar en voluntariado y actividades intergeneracionales, rompiendo el aislamiento. Pongo sólo un ejemplo, existen muchas carencias respecto al cuidado y la educación de los niños y tenemos un ejército de viejos funcionales y pacientes, sabios y con experiencia que no se aprovechan para cuidar y formar a estas nuevas generaciones, lo cual además daría un nuevo sentido a sus vidas. Todavía estamos penetrados por la visión asistencialista que imagina que apoyar a los ancianos es que hagan cursos de muñequería, bailen y tengan una tardecita animada.
Un ejemplo: en México, el 85% de las personas entre 60-75 años son independientes y contribuyen económicamente a sus familias.
c) Crecimiento personal y aprendizaje continuo.
– La educación permanente (ej. cursos, talleres) y el mantenimiento de capacidades cognitivas (ej. lectura, rompecabezas, videojuegos y alfabetización digital) son clave. La evidencia sugiere que esto retrasa el deterioro cognitivo y reduce el riesgo de demencia.
d) Salud Mental y Bienestar Emocional.
– Hay que hacer énfasis en la gestión del estrés mediante técnicas de meditación, conexión social y propósito vital. Las actitudes positivas hacia el envejecimiento se correlaciona con menor riesgo de depresión y mayor resiliencia.
Las personas con mentalidad positiva viven en promedio 7.5 años más que aquellas con visiones negativas.
Por ejemplo, en varios países de Europa se generan políticas de convivencia intergeneracional donde ancianos solos ofrecen cuartos a estudiantes, con el compromiso de interactuar y ayudar a los ancianos.
e) Entornos adaptados y accesibles.
– Ciudades amigables con los mayores, con transporte público accesible y gratuito, viviendas adaptadas y espacios verdes seguros. La OMS destaca que entornos propicios facilitan la autonomía.
– Innovación: Uso de tecnología (ej. apps de salud, sensores de movimiento) para promover la seguridad. Ya dentro de poco con el uso de las inteligencias artificiales la barrera de uso tecnológico, que impiden a las personas de más edad el uso de aplicaciones como por ejemplo el pago móvil, va a superarse con ayudantes de IA.
f) Prevención y manejo de enfermedades crónicas.
– Por ejemplo, revisiones oftalmológicas regulares (para detectar cataratas o glaucoma), control de diabetes e hipertensión, test para demencia senil y alzhéimer, así como suplementos nutricionales deberían hacerse constantemente.
Pero hay que tener cuidado con una trampa
Claramente el sistema, que está centrado en invertir en personas jóvenes para que dé frutos y dure más en el tiempo, no ve atractivo invertir en personas que se están deteriorando y tienen un horizonte de vida corto (unos diez años, por ejemplo), y por otra parte salvo excepciones, es un sector etario que reduce su consumo. No son como los jóvenes que consumen cualquier cosa nueva, se cansan y consumen otra novedad. El viejo se va adaptando y genera ritualidades de consumo diferentes, siendo más ecológico y ahorrativo.
Esta barrera se está rompiendo al concebirse la nueva vejez como una nueva oportunidad de hacer que surjan nuevas necesidades y venderles a los nuevos viejos la licra para correr, las medias de compresión, la creatina, las pesas, complementos alimenticios milagrosos, o la aplicación de citas, entre otras cosas.
Pero más allá de esto, el nuevo paradigma de envejecimiento activo no solo está redefiniendo la vejez, sino que ha transformado su narrativa. De una etapa de pérdidas a una de crecimiento continuo y a la posibilidad de contribución social. Políticas públicas, entornos adaptados y actitudes positivas son esenciales para consolidar este cambio. Como señala la OMS, «la capacidad de las personas mayores para hacer lo que valoran apenas se distingue de la de los jóvenes» cuando se garantizan oportunidades. El futuro exige seguir eliminando barreras, creencias estúpidas y negativas, promoviendo una cultura que celebre la longevidad como un logro humano. Un ejemplo son todos esos lugares en donde los “viejos” ahora se encuentran para bailar, intercambiar, conocerse y buscar parejas para hacer el amor. Los jóvenes no se dan cuenta, porque no pueden, que todos terminarán a final de cuentas viejos y que de aquí nadie sale vivo.
Por esto es mejor seguir vivos que seguir muertos.