El mejor ciclista de la historia y su relación con Venezuela y Panamá | Martin Merckx y Maximilien Merckx

DAT.- En el mundo del ciclismo, algunos nombres resuenan con más fuerza que otros, pero ninguno lo hace como el de Eddy Merckx, quien devoró rivales y récords durante su carrera, y logró un palmarés que parece sacado de un cuento épico, no solo convirtiéndose en el más grande de todos los tiempos. Pero, ¿qué hizo de Merckx un mito? ¿Cómo un belga de origen humilde logró dominar el ciclismo mundial con tanta autoridad? Y, sobre todo, ¿qué conexiones tiene su historia con Latinoamérica? En este artículo, exploraremos la vida, los triunfos y las polémicas del rey de las dos ruedas, mientras descubrimos las raíces de su árbol genealógico.
Edouard Louis Joseph Merckx, más conocido como Eddy Merckx, nació en Bélgica el 17 de junio de 1945. Su hambre de victorias era insaciable, lo que llevó a que lo apodaran «El Caníbal». Merckx es considerado por muchos como el mejor ciclista de todos los tiempos y es conocido por haber querido ganar cada carrera, llevando su cuerpo, su mente y a sus competidores al límite en cada una de ellas. Su dominio en las décadas de 1960 y 1970 fue tan abrumador que no solo ganaba carreras, sino que lo hacía con una superioridad aplastante.
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Si el ciclismo moderno se mide en cifras, las de Eddy Merckx pertenecen a otra dimensión. 5 Tours de Francia, 5 Giros de Italia y 1 Vuelta a España conforman un dominio sin precedentes en las Grandes Vueltas, pero fue en las Clásicas Monumento donde «El Caníbal» mostró su verdadera ferocidad. Con 7 triunfos en Milán-San Remo (récord histórico), 5 Lieja-Bastoña-Lieja, 3 París-Roubaix, 3 Flechas Valonas, 2 Tours de Flandes y 2 Giros de Lombardía, su colección de monumentos (19 en total) parece inalcanzable. A esto se suman 3 Campeonatos del Mundo, coronaciones que sellaron su reinado en tres décadas distintas.
Estas no son simples estadísticas: son la prueba de un régimen de terror deportivo. Merckx no ganaba por ajustes mínimos; arrasaba con una superioridad que humillaba a sus rivales. ¿El resultado? Un palmarés que, décadas después, sigue erizándole la piel a cualquier aficionado. Nadie ha vuelto a morder el pavé, las cumbres alpinas y las metas sprint con tanta hambre.
Eddy Merckx nació en la pequeña localidad de Meensel-Kiezegem, un pueblo de apenas 1.000 habitantes en la región de Flandes, Bélgica, en plena posguerra europea. Sus padres, Jules Merckx y Jenny Pittomvils, representaban el típico núcleo familiar trabajador de la época: su padre regentaba una modesta tienda, mientras su madre se encargaba del hogar y de criar a Eddy, y a sus dos hermanos; Michel y Marcelline.

La familia Merckx no tenía antecedentes ciclistas, pero el pequeño Eddy encontró su pasión casi por casualidad. Jenny, su madre, jugó un papel crucial: fue ella quien, reconociendo su energía inquieta, le animó a participar en carreras locales. Merckx disputó su primera carrera oficial a los 12 años, en 1957, en Bruselas. Pedaleando con una bicicleta prestada y sin ropa adecuada, sorprendió a todos al ganar con facilidad. Fue entonces cuando llamó la atención de Lucien Acou, un exciclista que más tarde se convertiría en su suegro y mentor.
A los 16 años, abandonó la escuela para dedicarse al ciclismo, dominando las categorías júnior con una determinación feroz. En 1961, ya era una promesa imparable, y tras destacar en el amateurismo —incluyendo una victoria en la Milán-San Remo amateur en 1965—, dio el salto al ciclismo profesional ese mismo año, marcando el inicio de una leyenda que cambiaría el ciclismo para siempre. Su adolescencia, marcada por kilómetros de sacrificio y una ambición insaciable, fue el prólogo perfecto para el reinado del más grande.
Junto a su esposa, Claudine, con quien se casó en 1967, construyó un hogar lejos de los reflectores, criando a sus dos hijos, Sabrina y Axel, con los mismos valores de disciplina y humildad que lo llevaron a la cima. Claudine, su pilar por más de cinco décadas, fue clave en su transición al retiro, apoyándolo en sus proyectos empresariales, como la fabricación de bicicletas que llevan su nombre. Axel siguió sus pasos como ciclista profesional en los 90, aunque sin alcanzar la leyenda paterna, mientras Sabrina optó por una vida privada. Merckx, ahora abuelo, divide su tiempo entre Bruselas y Bélgica, disfrutando de la tranquilidad que anheló tras años de competición. Aunque sigue vinculado al ciclismo como comentarista y mentor, su mayor orgullo es su familia, el «equipo» que lo acompañó más allá del podio. La leyenda vive, pero hoy su victoria es la vida sencilla que construyó lejos de las multitudes.

Relación con Venezuela y Panamá
Mientras Eddy Merckx conquistaba el mundo del ciclismo, su familia extendía silenciosamente las raíces del apellido Merckx hasta América Latina, donde hoy florece un nuevo capítulo de esta dinastía. A través de Edouard Merckx Van Houdt, familiar por el lado paterno de «El Caníbal», nacido el 12 de mayo de 1910 en Bourg Léopold, Provincia de Limbourg, el linaje se ramificó hacia el continente americano, dejando huellas tanto en el deporte como en el mundo empresarial.

Curiosamente, ninguno de los descendientes latinoamericanos siguió profesionalmente el ciclismo. Sin embargo, en Panamá, la rama familiar produjo a Roberto Alfonzo-Larrain Merckx, bisnieto de Edouard y sobrino nieto de Eddy. Este atleta panameño honró el legado de resistencia de su célebre pariente en el año 2020 al completar un IRONMAN en Estados Unidos, una de las pruebas más exigentes del endurance mundial. Su hazaña demostró que la tenacidad de los Merckx no se limita al ciclismo.
En Venezuela, la familia de Michel Merckx Tellier (primo indirecto de Eddy Merckx) y su esposa Elena Landaluce ha forjado su propio camino de logros, demostrando que el apellido Merckx trasciende el mundo del deporte. Sus hijos, Miguel Merckx, Martin Merckx y Maximilien Merckx Landaluce, han tomado rumbos profesionales independientes, destacándose cada uno en sus respectivos ámbitos con el mismo espíritu de excelencia que caracterizó a su célebre pariente.
Aunque han construido carreras alejadas del ciclismo profesional, los hermanos Merckx Landaluce mantienen viva una pasión en común: su amor por el deporte que inmortalizó el apellido. Los tres son grandes espectadores de las principales competencias ciclistas y, en su tiempo libre, practican ciclismo de montaña como un hobby que los conecta con sus raíces familiares. Esta afición compartida se ha convertido en un vínculo que perdura más allá de sus diferentes trayectorias profesionales.
Así, el árbol genealógico de los Merckx sigue creciendo: con raíces belgas profundas, pero con ramas que dan frutos en suelo panameño y venezolano, con las familias Alfonzo-Larrain Merckx y Merckx Landaluce. Más que un símbolo del ciclismo, el apellido Merckx se ha convertido en un legado de excelencia que se adapta a nuevos terrenos, demostrando que la verdadera grandeza no se mide solo en podios, sino en la capacidad de inspirar a través de generaciones y continentes.
