La economía digital y la inclusión financiera

La economía digital puede parecer un término de moda que se proyecta con un significado un tanto difuso para el vulgo.
La economía digital significa que la economía en general se basa cada vez más en tecnologías digitales, como la venta y compra de bienes y servicios a través de la Internet o la gestión de negocios de forma virtual en lugar de hacerlo completamente en persona.
En la praxis, por ejemplo, se traduce en recibir pedidos de restaurantes en línea, vender productos hechos a mano en un sitio WEB o incluso usar Internet para comunicarse con los empleados, en lugar de trabajar juntos, en un determinado horario y lugar.
Los componentes críticos del cambio al paradigma de la economía digital de la organización o empresa, incluyen la utilización de medios y dispositivos móviles de conectividad, la aceptación de canales digitales y tarjetas de pago, que permitan las ventas en línea de bienes y servicios.
Esto puede mejorar la seguridad para la aceptación de desembolsos y facilitar la administración de las finanzas personales y corporativas con herramientas y dispositivos tecnológicos móviles y en línea.
A medida que la economía se vuelve cada vez más digital producto de la irrupción de la tecnología, no incorporar aspectos del modelo de la economía digital a un proceso productivo puede generar una brecha funcional que dificulte mantenerse actualizado en el mercado con respecto a los competidores que están transformando digitalmente su organización o empresa.
Por ejemplo, si una empresa u organización solo acepta pago en efectivo de todas las transacciones que realiza, o no acepta las transacciones comerciales mediante pedidos en línea, para la colocación de los bienes o servicios que oferta al mercado consumidor; es posible que pierda participación de mercado por la preferencia de los demandantes-consumidores, que exploran métodos de pago más prácticos, funcionales, seguros y convenientes.
Actualmente, según datos capturados a nivel mundial, el 74 % de los consumidores prefiere utilizar métodos transaccionales sin contacto personal, sobre todo después de la experiencia derivada de la sindemia del COVID-19; por ello, satisfacer las preferencias de los consumidores, puede coadyuvar a que la actividad económica que desarrolla una empresa u organización, tenga éxito a largo plazo.
Ahora bien, lo que es más importante, dado que se considera que este paradigma contribuye a la equidad económica -favoreciendo a los consumidores (demandantes), así como a las empresas u organizaciones (oferentes), al tener acceso al ciberespacio mediante el uso de Internet- el abordaje del paradigma de la economía digital puede contribuir a reforzar la participación e igualdad de todos los actores y agentes económicos.
La equidad digital, en pocas palabras, es cuando todas las personas tienen acceso a los mismos dispositivos y recursos tecnológicos. Lograr la equidad digital significa brindar a niños, jóvenes y adultos las mismas oportunidades para acceder a estos recursos.
Cuando el acceso a la tecnología digital no está disponible, tampoco lo está el acceso a los recursos y bondades que brindan los medios de pagos electrónicos. Esto aglutina a una abrumadora cantidad de personas, en todo el mundo, que no cuenta con servicios financieros y bancarios mediante medios digitales.
En el presente, la tecnología digital ha impulsado favorablemente, en diversos sectores económicos, el desarrollo de actividades productivas a distancia, viabilizando el fortalecimiento de la estructura familiar actual, permitiendo la consolidación de la organización social y la sana educación y cultura de la población infantil y joven, así como la transferencia de la comercialización de bienes y servicios a un espacio virtual.
Derivado del impacto globalizante de la pandemia del COVID-19, la Internet se ha convertido en un recurso y medio de conectividad socioeconómica fundamental tanto para consumidores como para organizaciones y empresas, ofertantes de bienes y servicios en los mercados, lo que se traduce en la necesidad de que la equidad digital sea más imperiosa que nunca.
No obstante, los dispositivos y medios tecnológicos necesarios aún no están disponibles para todos los actores económicos; así como el acceso a la Internet como recurso público, ya que todavía no se ha establecido en la mayoría de los países del planeta, registrándose un acceso irregular a la red que con frecuencia está condicionada a niveles de ingresos, raza, religión y ubicación geográfica.
Un estudio de Erika Poethig, vicepresidenta ejecutiva de Estrategia y Planificación del Comité Cívico y Club Comercial de Chicago; además directora de Innovación del Urban Institute, reveló que el 30 % de los hogares en 221 ciudades de EEUU, carecen de servicios de banda ancha; y las comunidades de color están menos conectadas a la red, sin importar dónde vivan. Lo que afecta de manera desproporcionada a las familias afroamericanas e hispanas.
Por lo que la construcción de una economía más justa y equitativa, particularmente en el mundo post pandémico, demandará un mayor acceso a la Internet en las comunidades integradas por grupos poblacionales tradicionalmente marginados de los procesos tecnológicos, a fin de empoderar a los consumidores y empresas que integran ese segmento humano, para que se conviertan en una parte importante del nuevo paradigma de la economía digital.