‘La casa Guinness’, qué es verdad y qué no en la serie del creador de ‘Peaky Blinders’ para Netflix sobre la dinastía cervecera de Irlanda

Después de reinventar la historia de los gánsteres de Birmingham en ‘Peaky Blinders‘ y encadenar otros proyectos como ‘Los hombres del S.A.S‘ o ‘Mil golpes‘, Steven Knight ha vuelto al drama de época con ‘La casa Guinness‘, una producción de ocho episodios para Netflix que convierte a la dinastía cervecera irlandesa en el centro de una épica de ambición, traición y revolución.
Ambientada en el Dublín del siglo XIX, la serie arranca con la muerte de Sir Benjamin Guinness, patriarca que transformó una simple pinta en un imperio mundial, y se concentra en la lucha de sus cuatro herederos -Arthur, Edward, Benjamin Jr. y Anne- por controlar la fortuna familiar. Con tintes de ‘Succession‘ y el trasfondo turbulento de la Irlanda decimonónica, la historia combina luchas fraternales, tensiones políticas y un retrato afilado de cómo el dinero y el poder pueden moldear el destino de una nación entera.
Ojo, a partir de aquí habrá spoilers de ‘La casa Guinness’
Contenido
Divididos por la herencia
El detonante de la trama es el testamento de Sir Benjamin, cuyas cláusulas sorprenden a sus hijos y les obligan a colaborar en la gestión de la cervecería. Arthur (Anthony Boyle) encarna el lado más tiránico y volátil del clan, mientras que Edward (Louis Partridge) representa al empresario sensato con grandes planes de expansión. Benjamin Jr. (Fionn O’Shea), más frágil y autodestructivo, queda a la deriva, y Anne (Emily Fairn), la única hija, maniobra desde las sombras para no quedar relegada. El conflicto entre ellos es una bomba de relojería y ofrece la materia prima ideal para darnos lo que buscamos: un drama familiar de alto voltaje.
Lo que hace más atractivo el relato es que está inspirado en hechos reales. En la vida real, Edward Guinness llevó la marca a su máximo esplendor y Anne se ganó su lugar gracias a su filantropía, demostrando que la influencia de la familia fue más allá de las cubas de cerveza. Pero detrás del éxito siempre hubo tensiones internas: Arthur, por ejemplo, es un tirano, mientras que su hermano buscaba modernizar la empresa a toda costa.
Por otro lado, el trasfondo político añade todavía más tensión a la trama. En plena efervescencia de los movimientos por la independencia irlandesa, los Guinness defendían la unión con Gran Bretaña, lo que les garantizaba estabilidad para sus negocios pero les convertía en figuras polémicas dentro de una nación en crisis. Y para contextualizar esto, la serie introduce a personajes ficticios como Sean Rafferty (James Norton) en el rol de capataz de la cervecería, aportando la mirada de la clase trabajadora, para mostrar cómo esas luchas familiares se cruzaban con un contexto social inestable.
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Límite entre realidad y ficción


Como suele ocurrir en las series de época, ‘La casa Guinness’ juega con la delgada línea entre la realidad y la dramatización. Aunque la marca Guinness no participó en la creación de la serie, Steven Knight contó en Esquire que una reunión con Ivana Lowell, descendiente directa de la familia, fue lo que lo impulsó a llevar la historia a la pantalla. De ahí que algunos detalles históricos sean rigurosos, mientras que otros se hayan moldeado en beneficio de la trama.
Uno de los puntos más comentados es la representación de Arthur Guinness. En la ficción se aborda su sexualidad como un conflicto recurrente, algo que ha generado debate sobre si existía tal base en la vida real. Algunos biógrafos, como Joe Joyce, sostienen que probablemente era gay y que su matrimonio fue más bien un pacto social que una unión romántica, lo que pudo influir en su salida progresiva del negocio familiar para volcarse en la política. Y, del mismo modo, la serie rescata episodios históricos como el juicio por fraude electoral de 1869, donde Arthur fue acusado de sobornar a los votantes con un elaborado sistema de “puertas secretas” y pagos clandestinos, aunque al final quedó absuelto.
La serie también se toma ciertas licencias al retratar el supuesto romance de Edward con una republicana irlandesa. Aunque no hay pruebas de que haya existido alguien como Ellen Cochrane, la subtrama refuerza una verdad más amplia: que la familia estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para mantener su posición social y para que la empresa prosperase. En este sentido, la ficción funciona como un espejo de las tensiones entre intereses privados y los grandes movimientos políticos que atravesaban Irlanda en ese momento.
Por otro lado, ‘La casa Guinness’ acierta al mostrar que la familia trataba a sus empleados mejor que la mayoría de los patrones de la época. Con salarios más altos, seguridad laboral y beneficios poco comunes para entonces, Guinness cultivó la imagen de ser una empresa ejemplar. Sin embargo, como apunta el biógrafo Joe Joyce, este paternalismo respondía tanto a la necesidad de mejorar su reputación pública como al deseo de integrarse en las élites británicas. En la práctica, el bienestar de los trabajadores era también una herramienta para acumular poder.


Por último, hay que mencionar que la producción también refleja el fervor pro-británico de los Guinness, un rasgo que sí está históricamente documentado. Su apoyo a la unión con Inglaterra era, a la vez, una estrategia de negocio y una ambición de estatus: desde enviar a Arthur a estudiar en Eton hasta comprar influencia en el Parlamento. Si bien la serie introduce romances inventados y personajes que no existieron, lo cierto es que el trasfondo político, la hostilidad hacia los movimientos independentistas y la compleja relación entre riqueza, poder y moralidad están más que respaldados por los hechos.
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