21 octubre, 2025

Jesús Jaramillo, el hombre que le dio cultura a El Furrial

Jesús Jaramillo, el hombre que le dio cultura a El Furrial

El complejo cultural de El Furrial, pueblo monaguenese, inaugurado el 16 de mayo del 2011, lleva el nombre de Jesús Jaramillo, en reconocimiento a su contribución y dedicación al fomento y promoción de la cultura en el pueblo durante más de 50 años. Se hace honor a su entrega desinteresada, sin más ambición que inculcarle a los niños y niñas, los muchachos y muchachas, el amor por las manifestaciones del espíritu, es decir, las artes, la música, la danza, el teatro. Don Jesús tiene 70 años. También ha sido un luchador social al servicio de la comunidad. Dice que desde chiquito ha sido inquieto, inteligente, motivador. Le gustaba cantar.

En una de las paredes de la antesala del complejo cultural, un escrito, al lado del rostro de Jesús Jaramillo, suministra algunas referencias del personaje: nació en El Furrial el 16 de febrero de 1955. Sus padres: Josefa Jaramillo, Juan Valderrama. Casado con Celina Vallenilla. Sus hijos: Ever Carlos Alberto, Jesús, Zahira, Karina y Juan. Popular del coro Venezuela Siempre desde 1985, cultor, compositor y cantante. “Esta tamborera se canta y se baila, es de Venezuela y se llama Juas Jua”.

En su labor de medio siglo, don Jesús, con vocación innata para la música, ha compuesto más de 500 piezas, entre ellas la popular Juas Jua, que se canta y baila en todo acontecimiento. Además, ha fundado grupos musicales de distintos géneros, pero también ha creado grupos de bailes y de danza, así como de teatro.

Siendo ya un joven formado y habiendo vivido una infancia precaria pero también feliz (“Mis padres eran muy pobres”), un día se le metió en la cabeza la idea de que se iba a dedicar a formar las generaciones en El Furrial.

 “Yo lo mío lo he hecho con esfuerzo, sin vanidad, ni echarme de nada. Lo poquito que fui haciendo fue a mi manera, luchando, insistiendo. Iba transmitiendo a mis alumnos lo que iba aprendiendo. Lo primero que les inculcaba eran los valores. Nosotros representamos la cultura de un pueblo, somos los que vamos a llevar a todas partes nuestras costumbres, nuestras tradiciones, la manera de ser del furrialeño. Al que no le gustaba, me dejaba el pelero”, cuenta don Luis.

En el complejo cultural, ubicado a un costado de la plaza Bolívar y al lado del banco de Venezuela, tiene su sede el Sistema Nacional de Orquesta Núcleo El Furrial, coordinado por Rubén González. Se imparten clases de danza nacionalista, danza tradicional, con los bailes típicos de la zona; danza moderna, teatro. Crismary Centeno enseñar teatro y danza moderna, mientras Dannyelis Bruzual dirige las clases de danza nacionalista y tradicional.

Confiesa don Jesús que desde pequeño comenzó a trabajar. “Vendía casabe, a veces leña, huevos criollos, mi mamá hacia hallacas, lavaba ropa, rallaba yuca, para poder mantenernos”.

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Andanzas

Recuerda que El Furrial de su niñez era un bosque, con caminitos en uno y otro sentido que llevaban a las casas distantes

Al caserío, bordeado al norte por el río Guarapiche y el Amana al norte, lo cruzaba una sola calle de tierra transitada por burros, caballos, bestias. Por allí se sacaba la cosecha de los conucos y los arrieros, algunos llegados de otros lares, pasaban con sus productos para venderlos en Maturín.

Su padre era de Cariaco, estado Sucre. Tocaba el cuatro. Cantaba aguinaldos. La madre, Josefa Dionisia Jaramillo era una mujer trabajadora. Sembraban un conuco por el Bajo Guarapiche.

La madre a las tres, cuatro de la mañana, estaba haciendo las arepas de maíz pilao. “Todo era hecho por nosotros: nuestros propios juguetes, los trompos, la perinola, hacíamos carritos con tusas de maíz. Y que no se le ocurriera contradecir a su mamá; usted sabía lo que le esperaba. Bastaba un intercambio de luz que te hacía con los ojos. Uno se desaparecía. Así eran esos tiempos en El Furrial”.

Había una escuelita de barro que funcionaba donde hoy está la plaza Bolivar. También estaba allí la policía con un comisario.

Acudían a la escuela en alpargatas, vistiendo ropa remendada, cruzando bosques y comiendo guayabitas sabaneras.

El bodeguero tenía un frasco en el que iba echando granitos de maíz por cada compra. Cuando en el envase se acumulaban una buena cantidad de granos, te daban una ñapa: pan, caramelo, catalina o un golfiao de buen tamaño.

Jesús Jaramillo dice que su madre desde niña masticaba tabaco, cultivado por su padre en el conuco. Ella comenzó a masticar hojitas y se acostumbró; se puso viejita con ese vicio.

“Mi mamá nos decía, vaya corriendo a la bodega del señor Pancho Idrogo o donde Cruz Andrade. Tráigame unas hojas de tabaco. Yo era muy pequeño, no me veía dentro del monte, corría por aquellos bosques, llegaba a la bodega y retornaba a la casa en una sola carrera. A me decían loco desde pequeño, ya que nací con un problema en el cuello, mamá comentaba que, si yo volteaba el cuello y me lo ponía atrás en la espalda, era como un gancho de rokola, de las de antes. Mi mamá se paraba en ese patio y pegaba ese grito, loooocooo., que corría por el vecindario. Yo me ponía un motor en los pies para llegar a la casa”.

Detalla que la señora Idrogo tenía un pequeño radiecito de pilas. Jesús se paraba por ahí para escuchar las canciones rancheras y grabárselas de memoria. Las repetía mil veces. Cuando llegaba a la casa, doña Josefa se plantaba adelante y explotaba: “Este muchacho me tiene loca”.

En el cine del pueblo, montado en un galponcito, pasaban películas mexicanas.

 “Yo me mataba por ver las películas mexicanas”, continúa, “pagábamos una locha de entrada. Me aprendía las canciones. Cuando iba a la escuela, en el recreo la maestra me ponía a cantar. Al terminar me llevaba a la cantina y me compraba un golfiao y un refresco. Si la maestra se retiraba del salón, decía, fulano se queda haciendo esto, el otro va a limpiar, y mi alumno Jaramillo les va a cantar para que estén tranquilos mientras regreso y no se desordenen. Yo me quedaba cantando. Me acuerdo de la maestra Chera, de apellido Salazar, la maestra Emira Requena, que le escribió un libro a El Furrial. La maestra Ester, la maestra Juana Cordero. Eran excelentes y estrictas. Enseñaban. Y si un alumno faltaba iban por esos montes a preguntar por qué no fue el muchacho a clases”.

Sembrando cultura

Cuenta don Jesús que desde pequeño fue desarrollando el don del liderazgo. Convocaba a los pocos niños que estaban por ahí, a sus hermanos, y se dedicaban a cantar. Él era como un pastor; nunca permitía que se hicieran cosas malas. “De pequeño fui como un adulto. La gente se paraba a escucharme. La gente decía, ese negrito tuyo que parece un viejo, mira como habla. Es inteligente, además”.

Con la intención de incursionar en el mundo de la farándula se vino a Caracas y estuvo audicionando en el Canal 8. Sin embargo, decidió retornar a El Furrial y se enamoró de Celina Villanueva. Llevan 43 años juntos.

Entonces, confiesa, se le metió la idea de dedicar su vida a formar los niños y niñas de El Furrial. Charrasqueando fue perfeccionando el dominio del cuatro. En el salón prestado de una escuela se metía con 60,70, 80 muchachos. Componía canciones. Escuchando radionovelas por Radio Rumbos escribía libretos que gravaba con sus alumnos. Luego hizo teatro si saber mucho. Después formaron un grupo de baile para entretener al pueblo. En diciembre montaban las parrandas. La iglesia se llenaba en las misas de aguinaldos; al amanecer, se iban a la placita, donde terminaban cantando y bailando.

“Comenzamos a llenar El Furrial de cultura. Aquí no había nada. Nosotros tocábamos con un tobo, una latica. Inventamos ritmos. Agarraba una tabla y le ponía unas cuerdas. Con el tiempo tuve mi primer cuatro. Tocaba a mi manera. Fui sacando mi propio ritmo, soltando la muñeca a mi estilo, creando un golpe diferente. Íbamos con los muchachos a festivales y me decía el jurado: Jaramillo, usted inventó un nuevo etilo en el galerón oriental, pero no lo cambie; es una creación suya. Seguí cantando mis galerones. Comencé a componer aguinaldos, gaitas, música romántica, música llanera. Compuse el himno que tiene el liceo junto con mi hijo Ever, que es profesor de música y cantante. Mi hija Sahíra grabó aquí su primer CD, con 12 temas, siete de ella, cinco míos. Un alumno al que le di clases, Daniel Requena, es un excelente cuatrista. En Caracas tocaba en un grupo llamado Guasak4”.

 Andando el tiempo fundó la Asociación Civil Grupo Folclórico Venezuela Siempre, que posteriormente cambió a Asociación Civil Coro Venezuela Siempre y paralelamente andaba de fiesta en fiesta junto a Chuo Andrade, Wilfredo Jaramillo. En 1979 lo llama Onoria Rodríguez, conocida como la “reina vitalicia”, quien lo invita a unirse al grupo de aguinaldos Renovación 79. Con este grupo cantaba los aguinaldos compuestos por Oswaldo Ribas, un locutor de Radio Maturín. Posteriormente formó el grupo Sentir Navideño para alegrar las pascuas en El Furrial. Con Venezuela Siempre, otro grupo cultural, existente hasta ahora, se impartían enseñanzas de danza, teatro, música y canto.

“Después tomamos un localcito que es donde está hoy la Casa de la cultura. Le pusimos de nombre, Centro de Formación Cultural El Furrial. Esa sede se convirtió en la casa del pueblo. Yo me fui a Caracas, me traje un poco de libros viejos, puse unos estantes y formamos una biblioteca. Me donaron unas dos mesitas y los estudiantes iban a estudiar con esos libros viejos. Poco a poco nos fuimos dotando”.

Relata que cuanto gobernador o personaje iba por El Furrial, solicitaba la palabra para pedir la construcción de un centro cultural, hasta que por el 2010, el gobernador de entonces, anunció la buena nueva de construirle a El Furrial un centro cultural. Anunció posteriormente que llevaría el nombre de Jesús Jaramillo. El proyecto se aprobó en tres etapas, pero únicamente se construyó la primera.

“No esperaba que llevara mi nombre. Nunca luché por eso. Esa obra la tiene el pueblo. Es el mejor lugar para hacer cualquier evento. Me asignaron un salón para Venezuela Siempre como institución, después me pidieron que necesitaban el salón. Lo entregué, me vine para mi casa y seguí mi lucha, haciendo cultura, con los muchachos, bajo la mata de mango, al aire libre, como empecé”, dice.

Retazos de tiempos idos

Mercedes Emira Requena Rodríguez en su libro “El Furrial Ayer Recuerdos Hoy Esperanzas”, señala en el capítulo “Retazos de tiempos idos” que “para el año 1880 una pica hecha por los cascos de las bestias y las pisadas de los arrieros que viajaban de Aguasay y Santa Bárbara, comunicaban estas poblaciones con Maturín”.

El camino que se desviaba donde está hoy la casa de balcón, bajaba hasta los bajos del Guarapiche, en la que todavía existen ruinas de un viejo trapiche y donde están las primeras dos casas que dieron origen a El Furrial”, escribe Emira Requena, una furrialeña de grata recordación, a quien señalan con afecto como “La maestra Emira”.

Existía una gran ceiba y pequeños bosques de sombras donde los arrieros acampaban y de donde se presume derivó el nombre de El Furrial. Fuertes crecientes del río Guarapiche obligó a los escasos pobladores a subir hasta el pico de la ladera, y para la entrada de 1890 las dispersas casas estaban en lo que llaman la costa y la subida de La Cuchilla, detalla.

Describe que los pocos bahareques se mantuvieron por años y empieza a tener fisonomía de población y camino recto principal.

“Como podrá notarse hubo necesidad de comunicación entre estas viviendas y así se hizo el camino recto dando lugar a lo que con el tiempo sería la calle principal”.

“Dijo un anónimo comentarista”, agrega, “que “los furrialeños no sabían coger curvas debido al largo de la calle (dos mil y pico de metros)…”.

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