20 octubre, 2025
Indómitas - Últimas Noticias

Sin ellas los cambios históricos son anhelos peregrinos. De manera que la interpretación historiográfica centrada únicamente en el macho es un despropósito que la realidad suele derribar.

Para muestra un botón: Las Adelitas en el marco de la Revolución Mexicana hace más de un siglo. Hablamos de mujeres que se las jugaron con bravura contra el despotismo campante en su lar lindo y querido.

Pero, no se crea que sólo sus ámbitos de acción eran cocinar y cuidar enfermos, también se midieron cuerpo a cuerpo contra los enemigos del pueblo; incluyendo, sus maneras astutas de espiar y sus formas inteligentes de administrar los recursos para los combates.

La cruenta guerra mexicana entre 1910 y 1920 trastornaría el núcleo familiar. Atrás quedaban los oficios tradicionales asignados al “bello sexo” -costura, crianza, cocina, decoración- para dar paso, por necesidad histórica -fuera por convencimiento ideológico, lealtad sentimental, reconocimiento, ascenso social o simple supervivencia- a la lucha armada.

Participaron féminas representantes de todas las clases sociales, es bueno decirlo. Esto, sin negar que en los mismos bandos hubo excesos contra las mujeres soldados. No todo fue romanticismo.

La gallardía fue el signo de Las Adelitas. Existieron situaciones emblemáticas y hasta poco conocidos, como fue el caso de una mujer que actuó como hombre, con el grado de coronel, siendo finalmente Amelia Robles. Otro ejemplo, fue el asunto del destacado Pedro Herrera que terminaría siendo Petra Herrera.

Generalmente se afirma que el nombre Las Adelitas se derivó de un personaje real, una norteña valeroso llamada Adela Velarde Pérez, nacida comenzando el siglo XX, que, si bien era originaria de una familia pudiente projuarista, combinó su pasión médica con su contribución por los menesterosos de los regimientos de la División del Norte y del Ejército Constitucionalista.

Se asevera que fue exactamente Adela Velarde Pérez la fuente de inspiración del famoso corrido de idéntico nombre. Se sostiene que fue debido a este afamado “himno” que todas las soldaderas pasarían a denominarse “adelitas”.

En cuanto a la autoría de la canción hay una diputa hasta el sol de hoy. Firmas como las de Guadalupe Barajas Romero, Elías Cortázar Ramírez, Antonio Gil del Río Armenta y del propio Alfredo Villegas, quien fuese cónyuge de Adela Velarde Pérez, se dicen acreedores de tal mérito: “En lo alto de una abrupta serranía/ acampado se encontraba un regimiento/y una moza que valiente lo seguía/ locamente enamorada del sargento/ Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba /que además de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba”.

Elena Poniatowska en su libro «Las indómitas» nos da un fresco de esas heroínas anónimas: “Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.

Nuestras juanas, guarichas, etcétera, redundan en esta idea indiscutible: sin las mujeres las revoluciones son imposibles.

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