4 octubre, 2025
¿Extranjeros?

“Porque somos extranjeros y peregrinos delante de Ti, como lo fueron todos nuestros padres; como una sombra son nuestros días sobre la tierra, y no hay esperanza.” Este salmo insiste en cómo somos, a fin de cuenta, destellos momentáneos entre dos misterios, del que venimos y al cual vamos.

La verdad verdadera: nuestra provisionalidad en esta nave por ser “chispas” prestadas.

David no se equivocaba: somos transeúntes y fugaces; si haber vamos, radicalmente hablando, todos somos extranjeros. Pero también lo contrario: más allá de las referencias políticas o geográficas, todos somos de la misma tierra -llena de historias y tradiciones- obligados a convivir como hermanos.

Como afirmaba el cantautor argentino, Rafael Amor, que por ser de otra comarca, hablar otro idioma, por venir de otros pueblos, caminos o mares, o por haber tenido otra infancia, igual tenemos madre, familia, ilusiones, somos humanos tan humanos como el otro: “No me llames extranjero./ Mírame bien a los ojos/ mucho más allá del odio,/ del egoísmo y el miedo,/ y verás que soy persona”.

El chileno Eduardo Anguita, escribiría en México los hermosos «Sonetos del extranjero», para reiterar la idea de que somos forasteros; que lo pasado y lo existido siempre estarán en suspenso como la necesidad misma de buscar senderos distintos. Sería en el lar lindo y querido la reconciliación del poeta sureño con su ímpetu vital: “México. Muerte, Amante: nuevamente/ Nazco con un dolor ya soportado, /De repente me nace otro pasado/ Y me nace otra madre de repente”.

Elena Garro, escritora destacada de las letras mexicanas del siglo XX, lo dejaría plasmado en su poema «El Extranjero», haciéndonos ver cómo ser ajenos, en todo caso es una opción, mientras el recuerdo nos mantenga firmes en nuestros comienzos, pese a las horas y las distancias: “Allá donde los árboles están en el vacío/ donde hay amores y parientes mezclados/ con objetos familiares/ Allá donde las fiestas suceden a los duelos/ los nacimientos a las muertes/ los días de lluvia/ a los días de sol/ Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,/ cometa sin orígenes, extranjero al paisaje / paseándote entre extraños/ Allá resides tú, donde reside la memoria.”

Así, no podemos ser extranjeros ni en el plano espiritual ni en el plano terrenal, permítasenos el arcaísmo.

Tal vez aceptando esta realidad e intentando vivir sencillamente con la presencia de nuestra accidentalidad seamos un poquito mejores, menos soberbios.

Tener en cuenta nuestra fragilidad y nuestra contingente identidad cultural, quizás haga que sinceremos los vulnerables a la vez de lo bendecido que somos. No es más que utopía de la bella, de la justa.

De tal modo que, los venezolanos hoy más que nunca, no somos extranjeros.

En la medida que no dejemos de atesorar el legado de los mayores, nuestro amor se conservará intacto abrazado a las remembranzas.

Mientras que sigamos amando nuestra tierra en este instante aciago en el que el imperialismo quiere hacerse de este lugar sagrado, independientemente de las posturas partidistas, entonces, tengamos la seguridad de que nunca seremos extranjeros en ninguna parte.

Ser extranjeros no se trata de un problema de afuera, sino de un sentir hacia adentro. Primero el lugar donde se nace. No somos extranjeros, porque como diría el apóstol cubano, José Martí, Patria es humanidad.

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