Este western de Clint Eastwood incluye un divertido homenaje a los dos directores que más influyeron en su carrera: «Me estaba divirtiendo»

A lo largo de su carrera, Clint Eastwood ha explorado prácticamente todos los géneros, pero el western siempre ha tenido un peso especial en su trayectoria. Después de ganarse un hueco y saltar a la fama mundial gracias a Sergio Leone en la trilogía del “hombre sin nombre”, el actor y director llevó su fascinación por el género a un terreno más oscuro en ‘Infierno de cobardes‘ (1973). Un western teñido de terror y simbolismo que se considera todavía hoy como una de sus obras más inquietantes y personales. Y que además incluye un homenaje a los dos directores que más le han marcado.
Un homenaje oculto a plena vista
En ‘Infierno de cobardes’ -que está disponible en Netflix-, los habitantes de la ciudad fronteriza de Lago piden protección a un misterioso forastero, pero lo que obtienen es una presencia casi demoníaca que acaba convirtiendo su hogar en un infierno. Y en ella, Eastwood no se limitó a rodar imágenes tan potentes como la del pueblo teñido de rojo, sino que también incluyó algunos detalles que no se deben pasar por alto. Entre ellos, unas lápidas en el cementerio con los nombres abreviados de Sergio Leone y Don Siegel, dos de sus grandes inspiraciones.
El propio Eastwood aclaró cómo se le ocurrió incluir este gesto en 2003, durante su visita a Inside the Actor’s Studio, cuando James Lipton le preguntó en una entrevista:
“Me estaba divirtiendo un poco con ellos. No les deseaba nada [malo]. Creo que algunos tuvieron la impresión de que estaba enterrando mi pasado o algo así, personas que fueron mis mentores y me ayudaron. No fue así. Simplemente, había que poner un nombre ahí [en las tumbas]”


El detalle es casi imperceptible en pantalla —apenas se aprecia en fotos promocionales y material de rodaje—, pero no deja de ser algo muy sincero y emotivo. Con Leone, Eastwood no volvió a coincidir después de sus tres emblemáticos westerns ‘Por un puñado de dólares‘ (1964), ‘La muerte tenía un precio‘ (1965) y ‘El bueno, el feo y el malo‘ (1966), mientras que con Siegel mantuvo una estrecha relación profesional y personal, que dio lugar a títulos como ‘Harry el sucio‘ (1971) o ‘Fuga de Alcatraz‘ (1979). Incluso llegó a darle un pequeño papel en su debut como director, ‘Escalofrío en la noche’ (1971).
El gesto de colocar sus nombres en las lápidas encaja con la atmósfera fúnebre del filme y con la mirada meticulosa de Eastwood como cineasta. Es un guiño que al final resume también su manera de trabajar, como un cineasta directo, personal y siempre consciente de la deuda que tiene con aquellos que dejaron huella en su camino.
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