Este dramático thriller de suspenso policial creyó que los grafitis en sus escenas eran un decorado más de su producción. En realidad eran insultos
‘Homeland’ fue durante años una de esas series que parecían intocables, súper premiadas, muy mainstream y con esa aura de producto prestigioso sobre terrorismo y geopolítica made in USA. Pero hubo un episodio que reventó su impecable fachada: la propia serie sufrió un trolleo artístico en su cara, delante de sus narices, en pleno decorado, y sin enterarse hasta que estaba todo grabado. Y claro, se destapó un escándalo que dejó a la industria un poquito más en evidencia.
La serie comienza en un campamento de refugiados sirios preparado por el equipo de producción. En él, se contrató a artistas callejeros árabes para que hicieran grafitis auténticos como parte del decorado y del ambiente realista. Sin embargo, lo que pensaban que eran meros elementos estéticos resultaron ser mensajes críticos hacia la propia serie.
Los artistas, que se hacen llamar Arabian Street Artists e incluyen nombres como Heba Amin o Caram Kapp aprovecharon la oportunidad de estar trabajando «legalmente» en ese decorado para escribir, en árabe, frases como «Homeland es racista» o «Este show no representa las opiniones de los artistas».
La propia producción admitió que no habían detectado esas frases hasta que ya se estaba rodando, lo cual muestra la desconexión entre lo que los decorados pretendían transmitir y lo que finalmente contenían.
Este conflicto no se reduce solo a ese momento en pantalla, la serie había sido criticada previamente por su representación del Medio Oriente, de musulmanes o de refugiados como personajes arquetípicos de «riesgo» o «amenaza». Los artistas dijeron que este era su modo de intervenir de forma subversiva, para denunciar lo que consideraban una visión sesgada de dicha cultura.

Arriba: grafiti con la leyenda ‘Homeland es racista’; abajo, escena de la serie
«Homeland no es una serie»
Desde esa perspectiva, los grafitis dejaron de ser simples manchas visuales del decorado y se convirtieron en un comentario político y cultural dentro de la ficción: la denuncia de cómo la ficción retrata al «otro», tal como lo comentó en su momento la artista Haba Amin, cuyo sitio web documentó los grafitis, traduciéndolos y enmarcando el contexto de las protestas de los artistas contratados:
La decoración del plató tuvo que estar lista en dos días, para rodar al tercero. Los diseñadores de producción estaban demasiado ajetreados como para prestarnos atención; estaban ocupados construyendo un decorado hiperrealista que abarcaba desde las pinzas de plástico para la ropa hasta los bordes deshilachados de las cortinas de plástico exteriores. Sin embargo, el contenido de lo que estaba escrito en las paredes no les importaba. A sus ojos, la escritura árabe es simplemente un elemento visual complementario que completa la fantasía de terror de Oriente Medio, una imagen estereotipada que deshumaniza a toda una región, reduciéndola a figuras sin alma con burkas negras y, además, esta temporada, a refugiados.
Así, lo que comenzó como un gesto para dar «ambiente realista» terminó siendo una intervención artística que retó la narrativa dominante de la propia producción de la serie. Y resulta irónico que esa intención crítica se colara «de puntillas» dentro de la ficción, sin que la producción se percatase hasta que fue demasiado tarde.
Fotos de Collider | Heba Amin | The Atlantic
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