«Este boicot amplifica propaganda antisemita». 1200 trabajadores judíos de Hollywood firman una carta protestando contra Joaquin Phoenix, Emma Stone y el sentido común

La próxima semana, la UEFA se va a reunir para decidir si expulsa a Israel de todas sus competiciones internacionales. Al mismo tiempo, la UER se ha visto obligada a debatir si puede participar en el próximo Festival de Eurovisión, e incluso políticos que se habían resistido a usar el término «genocidio» lo han dicho. Tarde, pero tanto la sociedad como las instituciones le han dado la espalda a Netanyahu después de las terribles imágenes que nos llegan cada día y que, a estas alturas, se han vuelto insoportables. Y claro, por mucho que intente contraatacar, el cine se ha visto obligado a dar un paso hacia delante.
El imperio contraataca
El 8 de septiembre, una carta abierta con 4000 firmas de la industria (entre las que se encontraban Emma Stone, Joaquin Phoenix, Yorgos Lanthimos, Ayo Edebiri o Olivia Colman) pidió no trabajar más con instituciones israelíes cinematográficas por su complicidad en los crímenes de guerra. «En este momento urgente de crisis, donde muchos de nuestros gobiernos están permitiendo la masacre en Gaza, debemos hacer todo lo que podamos para señalar la complicidad en este horror que no para«, afirmaba.
Por supuesto, la reacción no se ha hecho esperar, como leemos en Variety. Otras 1200 personas, entre las que se encuentran nombres como Mayim Bialik, Liev Schreiber, Jennifer Jason Leigh, Rebecca de Mornay o Debra Messing, han firmado otra carta abierta denunciando este boicot, afirmando que «Conocemos el poder del cine. Conocemos el poder de las historias. Por eso no podemos estar callados cuando una historia se convierte en un arma, cuando las mentiras se disfrazan como justicia y cuando los artistas se equivocan al amplificar propaganda antisemita«. De lo de las más de 65000 personas asesinadas, por supuesto, no dicen nada.
El compromiso que circuló bajo la bandera de Trabajadores del Cine por Palestina no es un acto de conciencia. Es un documento de desinformación que pide la censura arbitraria y el borrado del arte. Censurar las voces que tratan de encontrar un lugar común y expresar su humanidad está mal, no es efectivo y se trata de una forma de castigo colectivo.
No deja de ser curioso que utilicen la palabra «censura» cuando, precisamente, la semana pasada el ministro de cultura y deportes israeli abogó por cortar la financiación de los Premios Ophir de Israel por elegir ‘The Sea’ como la película que debía competir en los Óscar. La película trata de la historia de un niño palestino que arriesga su vida yendo a la playa en Tel Aviv, y claro, no se puede permitir. La censura es lo que hacen otros, siempre.


A la carta abierta, Messing añade que «cuando los artistas boicotean a otros artistas basados únicamente en su país de origen, es discriminación burda y una traición de nuestro papel como narradores. La historia nos muestra que los boicots contra los judíos han sido una herramienta de regímenes autoritarios. Uniéndose a este movimiento, los artistas, sabiéndolo o no, se están alineando con un oscuro legado de antisemitismo». Por su parte, Bialik cree que «Este boicot no hace nada para parar la guerra en Gaza, traer a los rehenes a casa o ayudar a doblar el alarmante aumento del antisemitismo globalmente».
Por supuesto, nadie ha hablado de dejar de trabajar con judíos en Hollywood (se quedarían, al fin y al cabo, sin gran parte de la industria): la carta inicial no llamaba a censurar a nadie por su lugar de origen, sino a dejar de trabajar con instituciones de cine israelíes. Poco importa, al fin y al cabo, cuando se está luchando por imponer una narrativa a la desesperada… que no está calando en absoluto.
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