20 octubre, 2025
Derrotamos el fascismo - Últimas Noticias

Esta época está marcada por la incertidumbre. Ya nada puede afirmarse desde la certeza. Hemos insistido en que la política, la comunicación y la historia, por decir tres áreas fundamentales del quehacer intelectual, están atravesadas por el engaño, la falta de veracidad, la opacidad informativa y, por ende, por una virtualidad que nos ofrece una realidad que no se corresponde con lo real. Pero un ámbito que padece de esta crisis y que solo a futuro veremos sus más nefastos efectos es, sin duda, la educación.

Al iniciar la redacción de este texto, el primer título que se asomó fue “Inventamos o erramos”, en clara referencia a don Simón Rodríguez, maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar. Ello, porque la célebre expresión de nuestro Samuel Robinson resume dos salidas posibles a esta confusa situación. Inventamos, pues lo que creíamos desde siempre pertinente en materia educativa ya no lo es; o erramos, porque ante sorpresivas y casi inexplicables situaciones, el error no solo es inevitable, sino también necesario.

Como un mantra, docentes de todos los niveles educativos deberíamos repetirnos con fuerza el llamado robinsoniano, tanto en silencio como a todo pulmón, hasta lograr un auténtico estado de convicción personal.

Definitivamente, no podemos seguir evaluando a nuestros estudiantes con herramientas pedagógicas de contextos que ya no existen o los actuales que están signados por la sospecha, la vacilación permanente y el cambio vertiginoso.

Tampoco la evaluación debe ser el centro del proceso educativo ni estar por encima del verdadero propósito del aprendizaje, que es, precisamente, la enseñanza. Nos empeñamos en evaluar y no en enseñar. Claro, la evaluación “cuenta” con números, baremos, escalas, rúbricas, cálculos. En otras palabras, es un terreno seguro para quien evalúa por su presunta precisión y su carácter impersonal.

En cambio, siempre ha sido difícil cuantificar la enseñanza. Hay objetivos, contenidos, perfiles, pero el trabajo en el aula termina convirtiéndose en un coto cerrado, casi sagrado, en el que poco o nada se puede verificar la eficiencia educativa del docente. Solo resta esperar que nosotros, los comprometidos con la “noble tarea de enseñar”, asumamos el exhorto robinsoniano, porque la era que nos ha tocado, además de compleja, es totalmente distinta a todo lo que conocimos hasta ahora.

La entrada ¿Enseñamos o evaluamos? se publicó primero en Últimas Noticias.

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