En los 70 unos cómics adultos de Mickey Mouse se crearon con el único propósito de ser demandados por Disney. Acabaron saliéndose con la suya

En 1971 el ilustrador Dan O’Neill fue por primera vez a juicio por una demanda de Disney. Su afrenta era crear exactamente dos números de un cómic llamado ‘Air Pirates’. Sus páginas contenían a personajes de la casa del ratón, incluyendo Mickey y Minie, en todo tipo de situaciones para adultos. Tenía sexo o fumaban, había violencia y palabrotas por todas partes.
A Disney comprensiblemente no le había hecho ninguna gracia y ahora buscaba represalias. Con ello, O’Neill se encontraba exactamente en la situación que buscaba. Ilustrador militante desde hacía años y fuertemente contracultural, se había hecho un nombre con sus tiras de ‘Odd Bodkins’ en el San Francisco Chronicle, que contaban las historietas de los pájaros antropomórficos Hugh y Fred con un fuerte enfoque en criticar la política de la época, algo que siempre temió que pudiera costarle su despido.


O’Neill acabó siendo despedido, pero no sin antes soltar una bomba. En un intento de retener sus derechos a toda costa, había comenzado a dibujar a personajes de Disney en sus viñetas, lo que hizo que el Chronicle quisiera despegarse por completo de las tiras por pánico de que Disney los denunciara y no quedarse los derechos en el periódico. A O’Neill le sirvió para encontrar un propósito mayor, que era luchar por los derechos de la gente a parodiar grandes obras.
Los cómics en sí, por tanto, daban un poco igual. Eran controvertidos y buscaban el shock y O’Neill lo sabía. No le importaba tanto defender su obra en sí como el derecho a hacerla. A lo largo de casi una década que O’Neill pasó en los juzgados, no le tembló el puso en escalar el conflicto legal, continuó haciendo viñetas, acumuló un colectivo de artistas y simpatizantes cada vez más grande y siguió retando a Disney hasta que acabó frente al Tribunal Supremo con riesgo incluso de enfrentarse a tiempo de cárcel.
Solo entonces, habiéndose convertido en un caso de perfil tan alto, llegaron a un acuerdo. Disney retiraría todos los cargos si O’Neill cesaba de poner a personajes de la compañía en sus viñetas. Aunque técnicamente O’Neill perdió el caso con este trato, consideró que había ganado. Había logrado evitar tiempo en prisión, y el público era al fin conocedor del mensaje que quería mandar, creando cinismo hacia la compañía por cómo había tratado de violar la libertad de expresión de un artista, como él mismo afirmó en los juzgados.
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