El lugar de los pájaros

Finalizando el primer tercio del siglo XX, Venezuela se había convertido, después de México, en la segunda opción más importante para el exilio de la arquitectura española, en especial, del país vasco, como consecuencia de las dos guerras -la española y la mundial- y sus traumáticas posguerras. En esa misma época, se inicia la expansión de Caracas hacia sus cuatro puntos cardinales, en especial, al este.
Sería en un cañaveral ubicado al sureste de la ciudad, perteneciente a la familia Eraso, donde se desarrollaría la primera urbanización modelo inspirado en los distritos petroleros estadounidenses. Esa hacienda se llamaba desde finales del siglo XIX Las Mercedes en afecto a la más pequeña del matrimonio Eraso Rodríguez.
A finales de los cuarenta e inicio de los cincuenta es cuando se levantan casas para una sola familia, así como multifamiliares, edificaciones que recuerdan las estampas de los caseríos de Euskadi, que son las viviendas del labriego aisladas, situadas en medio de una heredad de esas latitudes. Este estilo es conocido como “neovasco” y aún lo encontramos -además de Las Mercedes- en El Rosal, Las Acacias, Los Chaguaramos, Santa Mónica. Del mismo modo, tomó elementos de las casas-torres y palacios euscaldunes.
En los hastiales de estas construcciones, (el hastial es la parte superior triangular de la pared de un edificio utilizado para disponer las pendientes del techo, que se apoyan en él y determinan la cubierta a dos aguas), un observador distraído pudiese no percatarse de elementos en su ornato: el txoritoki, del euskera, que significa “lugar de pájaros”. En los orígenes, bajo la cubierta del caserío, era una zona sin paredes destinada para guardar y secar hierba. Con el tiempo, se fue cerrando, generando esos simpáticos atrios, pero los pájaros anidaban, salían y entraban a través de los huecos que se dejaron para la ventilación. De ahí su nombre. En diversas casas encontramos variaciones alternativas a los huecos triangulares y se juega con vanos ornamentales circulares, rectangulares e incluso elípticos.
Aún quedan en pie algunos de estos testimonios en piedra que representan la fusión de culturas, un momento de la ciudad, valores que debemos proteger ante el voraz apetito de especuladores y financieros que solo rinden culto al dios del dinero.