19 octubre, 2025
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El doctor Rafael Naranjo Ostty, eminente jurista y uno de los grandes litigantes en nuestra historia judicial, solía expresar que en cuestiones de derecho el que sabe es el doctor Código. Esto lo decía para orientarnos en el conocimiento de las normas establecidas en los códigos, de su interpretación y correcta aplicación para buscar la justicia y resolver los conflictos de la gente. Leer el Código es evitar equivocarnos.

Este ilustre abogado nació en Caicara de Maturín y lo decía con orgullo: “El mejor puñado del suelo venezolano; allí transcurrió la época más feliz de mi vida, con la sencillez y grandeza de los poemas virgilianos, donde en cada apretón de manos se entrega el corazón”. Lo conocí en la buena amistad y en sus conversaciones sobre temas jurídicos y humanos. Una experiencia extraordinaria. Una vez, en medio de la tertulia, me dijo que desde su pueblo natal partió hacia Cumaná para terminar el bachillerato; allí conoció la luz eléctrica; luego, ya bachiller, viajó en “vapor” hacia La Guaira y de allí por la vieja vía a Caracas, donde fundó una escuela comercial y más adelante el reconocido Instituto Bolívar. La pasión por el derecho lo llevó en ese tiempo a la UCV. Ya graduado de abogado (1922), el doctor Naranjo tuvo una vida profesional exitosa; ganó juicios, entre los que se cuenta el intentado contra la explotadora Electric Light, a raíz de la muerte de un obrero en accidente de trabajo, juicio en el que hizo valer la teoría del riesgo en materia laboral, pero también le costó unos meses de cárcel en La Rotunda cuando la Electric Light lo llamó comunista. Aparte de su condición de jurista y abogado de finos alegatos, siempre estuvo rodeado de anécdotas que le permitieron ver al país en sus verdaderas raíces, como aquella de la piñata que narró en su columna periodística: él cuenta que, luego de tres sentencias en las que los jueces de una corte superior no le dieron la razón, uno de ellos amablemente le dice que están muy apenados con él porque lo tienen como una piñata, palo y palo. El doctor Naranjo, con la misma amabilidad, le responde: “Es lo cierto, pero si yo soy la piñata, vosotros sois los tapaos”, como queriendo decir: no buscaron al doctor Código para decidir. ¡Qué cosas!, tiempo atrás, en el Paraninfo de la Universidad Central, designado orador de orden, dijo: “Los jueces deben ser puros y libres, como lo son la conciencia y el verbo”.

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