19 octubre, 2025

Durante años los estudio de anime no han querido trabajar con extranjeros. Una crisis en la industria les está haciendo cambiar de idea

Durante años los estudio de anime no han querido trabajar con extranjeros. Una crisis en la industria les está haciendo cambiar de idea


Tras más un año de expectación, este pasado mes de julio llegó a Netflix ‘Leviathan’. El prometedor anime se basa en la trilogía literaria homónima, y se ambienta en un universo steampunk que quiere referenciar al cine de Miyazaki. Dos estudios japoneses se han encargado de darle vida: Orange y Qubic Pictures.

A la cabeza del proyecto sin embargo está Christophe Ferreira, un director francés. Una rareza en una industria históricamente muy recelosa de trabajar con extranjeros donde desde hace tiempo se está normalizando. En una entrevista para Popverse, Ferreira deja claro que las razones son principalmente logísticas. La industria necesita hoy más que nunca más trabajadores en la animación, y los va a sacar de donde sea.

«A principios de los 2000, los estudios japoneses no estaban interesados en trabajar con extranjeros. La industria local, aunque importante, era más pequeña que hoy. Había muy pocos no-japoneses en el campo por entonces. Pero las cosas han cambiado mucho. En los últimos años, ha habido una ola notoria de artistas extranjeros viniendo a Japón a trabajar en diferentes roles dentro del proceso de animación. Gracias a internet, muchos ahora están contribuyendo en remoto desde el extranjero.»

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Los japoneses no dan a basto

La razón es evidente si miramos solo el catálogo de Netflix. En los últimos años el anime ha dejado de ser un nicho solo para entusiastas a convertirse en un verdadero titán cultural, con espectadores de todo el mundo y con la llegada de plataformas facilitando su acceso. Este año, desde Netflix declaraban que nada menos que un 50% de sus usuarios ven anime. Estadísticas que les ha hecho querer doblar la apuesta por este tipo de ficción para los próximos años.

Leviathan
Leviathan

No es solo que crezca la demanda, es también que está empezando a faltar gente. En la otra cara de la moneda están unos creativos que llevan años quejándose de condiciones laborales muy duras hasta el punto de que la ONU hizo el año pasado una denuncia y dejó en el aire la idea de boicot. La imagen del animador japonés sobreexplotado es tan omnipresente que ha acabado calando en el ánimo del país. En su entrevista, Ferreira admitía que «el número de animadores con talento en Japón no ha crecido al mismo ritmo [que la industria]. De hecho, parece que menos y menos jóvenes japoneses sueñan con convertirse en animadores, por la dificultad e intensidad del trabajo».

A la vez que la industria y la audiencia siguen demandando contenido de estas características, nuevos estudios quieren salir a la palestra. La animación china ha pegado un repunte en los últimos años, pasando de ser meros estudios de apoyo a crear sus propias superproducciones. Esto está llevando a la creación de un nuevo tipo de anime, uno que no tiene nada que ver con sus raíces niponas, pero que igualmente parece estar conectando con los espectadores.

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