27 septiembre, 2025
Controversial - Últimas Noticias

Calificado como revisionista por sus iguales, supo combinar la investigación documental con la reflexión filosófica, abrevando en el historicismo orteguiano y en la ontología heideggeriana, fundamentalmente.

Dejaría su huella en la Universidad Nacional Autónoma de México, casa de estudio donde había egresado con sendos títulos, de magister y doctor en Filosofía y en Historia, entre 1948 y 1951, respectivamente.

Pese a su licenciatura como abogado en la Escuela Libre de Derecho, su pasión lo ganaría más para las cavilaciones profundas que para los extenuantes litigios.

También laboraría en el Archivo General de la Nación y en la Universidad Iberoamericana. Igualmente, sería miembro de las academias de la Historia y de la Lengua de su país.

Crítico de los exponentes de la historiografía “positivista” o “tradicional”, es decir, de las interpretaciones sujetas al fetiche de papeles amarillentos y muy apegadas a la noción de la existencia de leyes rectoras de los fenómenos sociales.

Sostenía que la Historia no es una ciencia natural, mucho menos una disciplina causaefectista. De tal modo que, para él es erróneo creer que como seres humanos tenemos una condición fija, intransformable.

Así, el pasado no es objeto aislado del sujeto, no es “una realidad ajena a nosotros, es nuestra realidad, y si concedemos que el pasado humano existe, también tendremos que conceder que existe en el único sitio en que puede existir: en el presente”.

Entre sus obras se destacan «Historia de las divisiones territoriales de México» (1937), «Crisis y porvenir de la ciencia histórica» (1947), «Fundamentos de la historia de América» (1951), «La invención de América» (1958), «México el trauma de su historia» (1977), y «Destierro de Sombras» (1986).

De los textos antes aludidos, sería «La Invención de América», subtitulado sugerentemente «Investigación acerca de la estructura histórica del Nuevo Mundo y del sentido de su devenir», quien le daría la nombradía internacional al estudioso nacido en Ciudad de México el 24 de noviembre de 1906 y fallecido el 28 de septiembre de 1995 en la misma urbe.

Con clara influencia braudeliana y estructuralista, Edmundo O’Gorman, el historiador a quien nos referimos, acuñaría la categoría invención para contradecir la tesis del “descubrimiento”, desatando así un debate interesantísimo.

En líneas gruesas llegaría a afirmar: “El mal que está en la raíz de todo el proceso histórico de la idea del descubrimiento de América, consiste en que se ha supuesto que ese trozo de materia cósmica que ahora conocemos como el continente americano ha sido eso desde siempre, cuando en realidad no lo ha sido sino a partir del momento en que se le concedió esa significación, y dejará de serlo el día en que, por algún cambio en la actual concepción del mundo, ya no se le conceda”.

Dicho de otra manera, en el siglo XV América no existía, sería una construcción del invasor hispano.

De tal modo que, la idea de un “descubrimiento de América” se iría gestando paulatinamente, en correspondencia con la dinámica exploratoria de los recién llegados, quienes develarían la irrupción de un mundo para ellos desconocido.
Por ende, América sería una hechura de la cultura europea.

Estaremos o no estaremos de acuerdo con la hipótesis de Edmundo O’Gorman, pero lo que no podemos es negar su audacia intelectual, provocativa y controversial.

Ver fuente