Carlos Giménez revolucionó la escena criolla

Si hubiera que escoger una sola palabra para calificar a Carlos Giménez, “visionario” sería una apuesta bastante adecuada. Su impronta en el sector cultural venezolano destaca por la visión global, como resultado del matrimonio singular entre innovación artística, necesidad de recursos económicos y formación de espacios que favorecieran el desarrollo del hecho teatral.
A través del Grupo Rajatabla, el argentino revolucionó la escena criolla, con montajes novedosos, irreverentes y hasta escandalosos que rompieron los cánones de la época y lo rodearon de un gran respeto internacional. Como gestor, logró subsidios gubernamentales que impulsaron la danza, la música, la literatura y, por supuesto, el teatro.
Además, motorizó el Festival Internacional de Teatro de Caracas (que trajo al país a las agrupaciones más prestigiosas del mundo), el Instituto Universitario de Caracas, el Taller Nacional de Teatro, el Centro de Directores para el Nuevo Teatro y el Teatro Juvenil de Venezuela, con el propósito de multiplicar las opciones de formación para noveles talentos.
Cuando murió, el 28 de marzo de 1993, Carlos Giménez apenas tenía 46 años de edad. No obstante, ese tiempo fue suficiente para dejar huella.
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Ruptura
Silenciado por la dictadura de Juan Carlos Onganía, Carlos Giménez llegó a Venezuela al correr de 1969. Ya había logrado algunos premios importantes en Polonia y Francia como joven creador, lo que le valió el apoyo del Ateneo de Caracas, a través de su presidente María Teresa Castillo y su esposo, el escritor Miguel Otero Silva, quien lo autorizó a montar “La venganza de Don Mendo”.
Esa fue la génesis del Grupo Rajatabla, que debutó el 28 de febrero de 1971 con “Tu país está feliz”, de Antonio Miranda y Xulio Formoso. Un año antes, el director había sido víctima de la censura del gobierno de Rafael Caldera, por el montaje de “La orgía”, consideraba una propuesta pornográfica.
Con Rajatabla, pudo mostrar un nuevo lenguaje teatral que llegó a punto de ebullición con “El señor presidente”, de Miguel Ángel Asturias. En 1977, la pieza lo dotó de un gran prestigio internacional que consolidó con “Bolívar” de José Antonio Rial (1982) y “El coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez (1989).
A lo largo de su corta vida, Giménez lideró un centenar de montajes que alternó con su vocación para formar a nuevas generaciones de actores y directores, ganándose un lugar indiscutible en la historia de las tablas venezolanas. Tiempo y espacio es la biografía que escribió el periodista especializado Edgar Moreno Uribe y Cátedra Gimeniana es el espacio creado por Miryam Pareja, para mantener su obra vigente, en el Taller Nacional de Teatro.
Precocidad
Rosarino de nacimiento y cordobés de corazón, Juan Carlos Giménez Gallardo nació el 13 de abril de 1946. Inició su formación en el Seminario Dramático de Córdoba y, a los 16 años, fundó el grupo El Juglar, junto a su hermana Ana y Rafael Reyeros.
Más tarde, le dio forma al Teatro de la Federación Universitaria de Córdoba y al Festival de Teatro de Córdoba, cuya propuesta incomodó a la dictadura de turno.
Exiliado en Venezuela, siguió la convicción de que había que sembrar el gusto por las artes escénicas entre los jóvenes, expandiéndose como gestor cultural. Tras la noticia de su muerte, el gobierno de Carlos Andrés Pérez decretó dos días de duelo nacional.
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