¡Alerta con Trinidad, alarma con Guyana!
La película Petróleo Sangriento finaliza con escenas corrosivas y violentas sobre unas pistas de bowling, que de manera creciente van tejiendo las torturas físicas y psicológicas con las cuales el magnate petrolero avasalla hasta la muerte al pastor pentecostal, vistas en una secuencia de fotogramas repletos de ácidas interpretaciones.
“Sí, tú tienes un batido y yo tengo una pajita. Eso es. Observa. Mi pajita avanza por toda tu habitación y empieza a absorber tu batido. Yo me bebo tu malteada. Me la bebo entera. ¿Creías que tus canciones, bailes y supersticiones te ayudarían? Yo soy el elegido del Señor. Porque yo soy más listo que tú”, hiere con urticante voz el actor Daniel Day-Lewis contra su homólogo Paul Dano, en esta película premiada con dos Oscar, 137 nominaciones y 116 galardones.
En el film, el director estadounidense Paul Thomas Anderson no solo muestra la crematística e insaciable codicia del Estado energético profundo, del poder burgués en su éxtasis delirante de uso y abuso de la religión acorde a sus intereses; sino también revela una de las tantas prácticas aplicadas por las empresas de hidrocarburos para hurtar, chuparse, apropiarse del gas y el petróleo de los yacimientos vecinos a sus linderos.
Y es con la metáfora de “la pajita empleada para chupar la malteada de la habitación del pastor”, que el actor inglés sir Daniel Michael Blake Day-Lewis, cual oligarca petrolero, ejemplifica cómo desde sus inicios la industria petrolera y gasífera se edifica material y culturalmente sobre la antihumana explotación, el soborno, los maltratos, la corrupción, el robo; entre los cuales emplea los sistemas de extracción con tuberías tipos arañas y horizontales, para meterse en los pozos colindantes y extraer, hurtar, hidrocarburos.
Esta antañona estratagema de chuparse el gas y el petróleo del campo vecino tiene arraigados antecedentes en Venezuela, los cuales arrancaron desde el mismo momento en que las transnacionales petroleras arribaron al país y emplearon sus conocimientos del negocio y de la industria para, con verborreas leguleyas, técnicas y sobornos, doblegar gobiernos y apropiarse de las concesiones sobre las áreas potencialmente ricas en hidrocarburos.
Frente a ellas, hubo intentos de lucha por inspeccionar a las petroleras desde 1918. Ese año es creada la Ley de Minas por Gumersindo Torres, en la cual aparecieron las primeras referencias a la conservación de yacimientos, derecho de la Nación a reglamentar la perforación, el torpedeo de pozos, la construcción de oleoductos y depósitos, las refinerías, la explotación, transporte, destilación, embarque y, sobre todo, medidas cuantitativas del petróleo.
La turbulencia corrupta de los negocios es descrita por Torres. “La motivación era muy simple: los informes que yo estaba adquiriendo y los que darían los empleados pusieron a las petroleras en guardia. Se iban a descubrir mil y más bribonadas de esa masonería de manejos ocultos y contrarios a la nación. Mal podía gustarles a quienes eran señores absolutos de los campos de explotación, tener ahora el ojo del inspector y autoridades vigilantes”.
Eduardo Mayobre en el texto biográfico Gumersindo Torres, publicado por El Nacional, cita que el negocio de las concesiones se hizo fabuloso a partir de 1922, cuando en la fase de exploración comenzaron a pasar a la nación, a manos de la Corporación Venezolana del Petróleo controlada por Juan Vicente Gómez y sus hijos, las parcelas destinadas a formar parte de las llamadas reservas nacionales, donde se contaba con la presunción, casi certeza, la presencia de petróleo, por ser vecinas a las escogidas para la exploración por las grandes compañías transnacionales.
De allí que la suspicacia sobre una extracción no autorizada de nuestro gas y petróleo condensado en los yacimientos mutuos por parte de Trinidad y Tobago toma cuerpo, ahora más con la actitud hostil de la primera ministra de ese país, Kamla Persad-Bissessar, recién electa en el cargo en abril pasado, la cual dijo en una rueda de prensa el pasado 6 de junio que buscaría asesoramiento para que la “Guardia Costera use la fuerza letal contra cualquier embarcación no identificada que ingrese (…) desde Venezuela”.
“Ninguna retórica del gobierno de Maduro puede crear división entre este gobierno y el gobierno de Estados Unidos. Apoyamos firmemente al gobierno de Estados Unidos en asuntos relacionados con Venezuela”, expresó a escaso de haber sido visitada por el secretario de Estado de Estados Unidos, Marcos Rubio.
El asunto es que desde el 3 de julio de 2024, Venezuela y Trinidad y Tobago tenían un acuerdo para impulsar la explotación de un yacimiento de gas natural, localizado en los dos lados de la frontera marítima entre ambos países caribeños.
El convenio fue suscrito casi dos meses después de que la británica BP y la empresa estatal de Trinidad y Tobago NGC suscribieron una licencia de dos años de duración del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para negociar y desarrollar los campos de gas Cocuina-Manakin, ubicados al extremo nororiental de Venezuela, en el mar Caribe. Del yacimiento conjunto, 66% corresponde al Trinidad y Tobago, y el restante 34% a Venezuela.
El Acuerdo de Lapsos de Ejecución buscaba explotar la reserva de alrededor de un billón de pies cúbicos de gas natural que se extiende desde el delta del río Orinoco, en territorio venezolano, hasta Trinidad y Tobago en el mar Caribe,
Pero el pasado 8 de abril, el primer ministro de Trinidad y Tobago, Stuart Young, cediendo soberanía, anunció que Estados Unidos revocó al país las licencias que tiene para que la petrolera Shell, la Compañía Nacional de Gas (NGC, en inglés) y contratistas puedan explorar, producir y exportar gas natural del campo de gas venezolano Dragón.
“Lo que puedo decirle a Trinidad y Tobago es que nos han informado que nuestra licencia de la Ofac (Oficina de Control de Activos Extranjeros), con fecha del 18 de diciembre de 2023, ha sido revocada; al igual que la licencia de Cocuina-Manakin”, dijo el primer ministro.
También en 2023, se otorgó a Shell y a la Compañía Nacional de Gas de Trinidad una licencia estadounidense que autoriza el proyecto de gas, ubicado en aguas venezolanas y cuya primera producción podría comenzar el próximo año.
En Dragón, la licencia, que era válida hasta el 31 de octubre de 2025, permitía a Trinidad y Tobago pagar el gas en diversas divisas y mediante medidas humanitarias. El campo se encuentra en aguas venezolanas, cerca de la frontera marítima con Trinidad, y el objetivo era poder suministrar gas para 2027.
Pero donde no existe suspicacia. Sino vulgar robo de hidrocarburos por parte del Gobierno de Guyana y la Exxon Mobil, es en el estado venezolano Guayana Esequiba. La razón geológica es sencilla.
No solo el Sol de Venezuela nace en el Esequibo. Más de 80% de las reservas petroleras de nuestro país tienen su partida de nacimiento en las rocas madres ubicadas en el Oriente, esparcidas por debajo de la Faja, de la plataforma deltana y del mar territorial despojado a nuestra nación por la Corona de Inglaterra.
Las rocas madres son las unidades sedimentarias donde se acumulan las materias orgánicas creadoras del petróleo, que, en el caso de Venezuela, fluye hacia las cuencas costa afuera que subyace en la plataforma deltana del río Orinoco y frente al Esequibo; y oriental, ubicada en los subsuelos del norte de Anzoátegui y Monagas y de la Faja Petrolífera del Orinoco.
Y es en el subsuelo de la plataforma deltana del Orinoco, frente al Esequibo, donde las rocas sedimentarias hicieron posibles bloques petroleros que Guyana ofrece a las empresas petroleras transnacionales y a los gobiernos de EEUU e Inglaterra. Tanto así que la española Universidad de Navarra, en el estudio “La nueva Guyana petrolera y su proyección internacional”, señala que las compañías Total, Repsol, Anadarko ya han obtenido derechos de prospección, siendo el bloque Stabroek, explotado por Exxon (45%), Hess (30%) y la china Cnooc (25%), el primero que comenzó a producir en 2020.
En buena parte del subsuelo del mar territorial venezolano del Esequibo, la Exxon Mobil halló 11.000 millones de barriles reservas de crudos probadas, una cifra bien distante del volumen de 700 millones registrados por Pdvsa al frente del Delta del Orinoco, una cifra comparativamente pequeña por el impedimento a las tareas exploratorias causado por las medidas ilegales y coercitivas aplicadas por Estados Unidos.
Guyana y la Exxon Mobil no solo hurtan el petróleo, el gas, los minerales y los recursos naturales del estado venezolano Guayana Esequiba incluido su mar territorial Esequibo Venezolano, sino que sustraen el crudo y el gas de los yacimientos mutuos, que se extienden por el subsuelo de ambas naciones.
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