27 septiembre, 2025
Alberto Arvelo Torrealba y su idea de la identidad

Alberto Arvelo Torrealba (Barinas, 3 de septiembre de 1905 – Caracas, 28 de marzo de 1971), quizás sin proponérselo, definió una forma de mirar la venezolanidad cuando en su largo poema «Florentino y el diablo», escrito en 1940, elevó al llanero como símbolo de la nación.

Si bien Gallegos ya había iniciado ese camino alcanzando la cima con «Doña Bárbara», Torrealba logra una alegoría del alma criolla, donde el llanero se erige como sabio, valiente y dueño de una espiritualidad telúrica.

En Florentino resuenan ecos del centauro José Antonio Páez, jinete de la independencia, y de los personajes del mismo Gallegos, como Santos Luzardo, que encarnan la lucha entre civilización y barbarie. Arvelo Torrealba supo fundir esas influencias en una poética que canta al coraje, la astucia y la dignidad del hombre de la sabana que, por extensión, arropa al país todo en un concepto más o menos unificador.

Figura esencial de la literatura venezolana y arquitecto de una visión profunda de la identidad nacional, además de poeta, fue ensayista, diplomático, político y jurista, digno heredero de una estirpe de creadores del piedemonte andino, en ese cruce geográfico (Barinitas) donde se hermanan las cordilleras con las inmensas llanuras occidentales. Su madre, Atilia Torrealba de Arvelo, reconocida poeta, y sus primos Alfredo Arvelo Larriva (cuya historia es desgarradora) y Enriqueta Arvelo Larriva (una poeta fundacional), denotan un duende genético.

No es casual que su visión tenga reminiscencias del «Martín Fierro», el clásico argentino de José Hernández. Como el gaucho, el llanero de Arvelo es marginal y libre, pero también portador de una ética profunda. Ambos personajes enfrentan la adversidad con canto y lanza, y ambos son depositarios de una tradición oral que se convierte en literatura.

José Romero Bello y El Carrao de Palmarito fueron, respectivamente, los encargados de darle vida a Florentino y el Diablo, en la versión de la obra grabada en 1965 que se se sembró en el imaginario musical de los venezolanos. El Carrao, devoto cristiano, no volvió a estar en paz tras la cruz de haber encarnado al maligno.

Fiesta de la cultura popular

Una comisión jubilar presidida por el gobernador de Barinas, Adán Chávez, junto al poeta Guillermo Jiménez Leal, coordinó la celebración de los 120 años de Torrealba, incluyendo conversatorios, develación de placa, además de actividades musicales, dancísticas y académicas para difundir su obra y promover el estudio de la llaneridad como expresión cultural venezolana.

Su obra comprende seis libros editados, entre ellos «Glosas al cancionero» (1940), donde aparece por primera vez «Florentino y el diablo», y «Lazo Martí: Vigencia en Lejanía» que le valió el Premio Nacional de Literatura en 1966.

«Florentino y el Diablo» es sin duda su obra cumbre, llevada al cine, teatro y televisión, y versionada musicalmente en más de 35 ocasiones.

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