10 octubre, 2025
Ni moral, ni luces: conejos


“El velo se ha rasgado ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas…”. “El talento sin probidad es un azote” Podríamos seguir citando aquí frases lapidarias de Bolívar, Jesús y otros. Llenaríamos tomos con frases que caerían en un pozo sin fin, vacías y sin destino.

Ya sabemos que la propiedad privada es un robo oculto por el espejo del derecho, la ley, la religión, el arte e incluso la filosofía y la ciencia, como ideología burguesa. Creada por la clase más revolucionaria que ha existido en la historia de la humanidad hasta ahora: convirtió todo en mercancía y todas las relaciones en frío y calculador interés. Desde la lealtad hasta el amor; la sexualidad, la muerte, el miedo, la diversión: la vida.

Ha transformado todo lo material y ha formateado todas las mentes, ha creado dioses sustitutos, sistemas de creencias tan irracionales e insólitos como efectivos; ha destruido a su paso toda la naturaleza y la humanidad. Ha enajenado todo y a todos.

Nos ha pervertido, enfermado y enloquecido. Ha sumergido a ricos y pobres en la irracionalidad absoluta. 

Un burgués, industrial no es un gentleman con sombrero de copa y levita. Es un hombre rústico, lleno de grasa, hediondo, vestido con una braga y calzado con unas botas de caucho hasta las rodillas para poder transitar por la calle empantanada que va desde su fábrica hasta su lujosa mansión. Entra embarrando el mármol rosado (sin reparar en la alfombra que puso su mujer aristócrata venida a menos) mientras le enseña a su amigo financista (que lo único que tiene es dinero y avaricia) y a su socio jurisconsulto (de familia ennoblecida), las enormes arañas de cristal y unos “cuadros” colgados en la pared. Él desprecia todo eso. Un tipo que pasa el día en su fábrica trabajando como uno más de sus miserables obreros. Iguales en todo, menos en ganancias.

Toda esa inmundicia, rusticidad, ignorancia, humo y barro se irá sofisticando en las próximas generaciones, tomando prestada las formas aristocráticas y perfeccionando los modos de explotación y envolturas que ocultan los chorros de sangre esclava, servil o proletaria, que brotan de las mercancías. 

Sus hijos y nietos conocerán el protocolo de cubertería y comerán medallones, nada de animales completos sobre la mesa.

Un, unos o unas, politiquínes tercermundista, pervertidores de la política no puede transformar ese complejo proceso civilizatorio. “¿Qué hay de nuevo viejo?”

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