una última lucha por la libertad

“John Wick 4” está en cartelera. La película llega para cerrar un ciclo en el que la acción fue su mayor protagonista. Extendida en horas y también en escenas cargadas de adrenalina, es una superproducción repleta de atributos. Incluso que pueden ser valorados por aquellos espectadores que no son fanáticos de este tipo de filmes de pelea. ¿Por qué? Pues simplemente por su increíble trabajo cinematográfico.
Boquiabierto el espectador saldrá de la sala golpeado. Impávido y sin oportunidad de pestañar para no perderse detalle ni flaquear a los golpes, descubrirá que la última batalla de este asesino es la más ruda. También la más emocionante.
Esta vez John Wick (Keanu Reeves) regresará con el objetivo de recobrar su libertad definitiva de La Mesa. Claro que, la organización no solo estará negada a dársela, sino que buscará la forma de aniquilarlo. Para ello echará mano incluso a viejos amigos del pasado que serán obligados a darle fin al personaje o convertirse en sus aliados.
Y así, en una amistad/enesmitad sellada con balas, cuchilladas, espadazos, batallas y golpes, la lealtad y admiración por él también tomarán partida.
Villanos construidos con absoluto tino, escenas pensadas con creativa precisión, golpizas coreografiadas con atinado ritmo, multiplicadas por decenas, hacen de “John Wick 4” un imprescindible del cine.
El golpe perfecto
Edición de sonido, banda sonora, vestuario, actuaciones, todo diseñado con enfermiza obsesión y perfección, realzan el proyecto. Y así, durante más de dos horas y media el espectador asiste a una suerte de ring de boxeo instalado en impresionantes locaciones de París, Osaka, Nueva York y Berlín.
Mención especial recibe la dirección artística, que eclipsa al espectador al trasladarlo a los Jardines de Luxemburgo, en pleno centro de la capital francesa. También al museo del Louvre con cuadros como el de “La libertad guiando al pueblo”, de Delacroix, de fondo; a una destellante secuencia de pelea entre autos a los pies del Arco del Triunfo; a una radio clandestina que funciona en plena Torre Eiffel; o pasajes en el teatro de la Ópera Garnier, los Campos Elíseos, la catedral de Notre Dame, el Sagrado Corazón. Sin olvidar dos increíbles momentos llenos de adrenalina en la escalinata de acceso a esta última en Montmartre, o en un edificio cercano. Además de una batalla en una discoteca en Berlín donde el agua, la música, los planos y la cantidad de extras en escena impiden que uno pueda desviar la mirada.
Si algo ha sabido su director Chad Stahelski es llevarnos al límite de las emociones. Un coreógrafo del cine, sin duda, que envuelve su obra en una iluminación de los espacios llena de arte para impulsar el protagonismo de John Wick en la acción. Sin casi guion, el parlamento es realmente mínimo, la historia que engancha al espectador en un tris, lo sacude, lo deja sin aliento ni aire, para noquearlo con lo que merecía. Una sobredosis de adrenalina, sin duda.
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