Reseña | Anno 177: Pax Romana
En las calurosas tardes caraqueñas, donde el sol del trópico se filtra entre los edificios coloniales y el bullicio de la ciudad nunca cesa, siempre he encontrado refugio en los mundos virtuales que me transportan a épocas lejanas. Como escritor de videojuegos con raíces en esta metrópolis caótica y resiliente —donde la improvisación es un arte y la planificación un lujo—, me apasiona analizar títulos que equilibran la grandiosidad estratégica con la intimidad humana. Y si hay un juego que ha capturado mi alma en estos últimos días, es Anno 117: Pax Romana, la última joya de Ubisoft Mainz que nos sumerge en el corazón del Imperio Romano.
No es solo un city-builder; es una sinfonía de logística y ambición que se siente tan pulida como el mármol de un foro imperial. Tras horas expandiendo provincias y negociando con senadores virtuales, les digo con la convicción de quien ha visto nacer imperios en píxeles: este juego es una obra maestra absoluta. Permítanme desglosar por qué Anno 117: Pax Romana no sólo entretiene, sino que redefine el género, con un énfasis en su sistema de juego impecable y un nivel de pulido que roza la perfección.
Imaginen un lienzo en blanco: una provincia romana virgen, con colinas ondulantes, ríos cristalinos y el eco distante de legiones marchando. Usted, como gobernador imperial bajo el reinado de Trajano en el año 117 d.C., debe transformar este terreno en un bastión de prosperidad. Pero no se equivoquen: esto no es un mero simulador de granjas y acueductos. Es un tapiz estratégico donde cada decisión —desde la colocación de un molino hasta la diplomacia con tribus bárbaras— reverbera en una red de consecuencias elegantes y adictivas.
Contenido
El Sistema de Juego: Una Orquesta de Logística y Estrategia en Tiempo Real
El núcleo de Anno 117 late en su sistema de juego híbrido, que fusiona la meticulosa construcción de ciudades con elementos de estrategia en tiempo real (RTS) que mantienen el pulso acelerado. A diferencia de los city-builders puros, donde el tiempo es un aliado pausado, aquí el reloj avanza inexorablemente, obligándote a equilibrar recursos en movimiento constante. Construyes cadenas de producción —de olivares a prensas de aceite, de minas de hierro a forjas de espadas— en un flujo que recuerda a las venas de un imperio vivo. Cada edificio no es un ícono estático; es un nodo dinámico que interactúa con el entorno: el viento influye en los molinos, las estaciones afectan las cosechas, y las rutas comerciales se ven alteradas por piratas o revueltas locales.
Este diseño es magistral en su profundidad sin sacrificar la accesibilidad. El tutorial, uno de los más intuitivos que he visto en años, te guía como un centurión paciente, pero pronto te suelta en el caos glorioso de la gestión. La interfaz es un sueño: menús radiales para rotar vistas, un mapa de calor para optimizar rutas de caravanas, y un «modo senador» que simula audiencias diplomáticas en tiempo real, donde tus elecciones verbales —negociar tributos o declarar guerras— alteran alianzas permanentes. He pasado sesiones enteras optimizando un solo acueducto para irrigar viñedos distantes, solo para ver cómo un huracán simulado (sí, el clima es un factor impredecible) obliga a improvisar defensas. Es jugabilidad pura, divertida y adictiva, con un loop que te hace decir «solo una provincia más» hasta las 4 a.m.
Anno 117: Pax Romana parece estar a la altura de similes del género
Comparémoslo con pesos pesados del género. Frente a SimCity (especialmente la versión clásica de Maxis), Anno 117 eleva la simulación urbana a un nivel histórico y narrativo. Donde SimCity te deja jugar a ser alcalde de una metrópolis moderna con zonificaciones abstractas, Anno te sumerge en la textura romana: no solo construyes, sino que culturalizas. Tus ciudadanos evolucionan de campesinos galos a patricios romanos, demandando no solo pan y circo, sino mosaicos en las termas y gladiadores en el anfiteatro. Es SimCity con alma, donde el desastre (un incendio en el foro o una plaga en las cloacas) no es un evento aleatorio, sino una lección estratégica que recompensa la previsión. Y en términos de pulido, Ubisoft ha limado cada borde: cero bugs en mis 40 horas de juego, transiciones fluidas entre modos de cámara y una IA de NPCs que se siente orgánica, no scriptada.
Ahora, adentrémonos en el terreno de los RTS, donde Anno 117 brilla comparado con titanes como StarCraft de Blizzard o The Settlers (precisamente de Ubisoft). StarCraft es un ballet de microgestión militar, con unidades zergs y protoss chocando en batallas frenéticas; su énfasis en el combate en tiempo real es visceral, pero carece de la profundidad económica a largo plazo. Anno 117, en cambio, invierte la pirámide: el combate es secundario —legiones que defienden fronteras o conquistas diplomáticas—, pero la economía es el verdadero campo de batalla. Construyes ejércitos no solo para pelear, sino para impresionar al emperador, ganando favores que desbloquean edictos imperiales (como subsidios para expansión).
Una propuesta que innova en sus mecánicas
Es como si StarCraft hubiera absorbido el alma constructora de The Settlers, esa serie Ubisoft que siempre ha sido un faro para los fans de la logística medieval. En The Settlers (pensemos en The Settlers 7: Paths to a Kingdom), las caravanas y castillos crean un ritmo pausado y encantador; Anno 117 acelera eso con mecánicas romanas únicas, como el «comercio de esclavos» ético (en contexto histórico, por supuesto) o el sistema de legiones modulares que se adaptan a terrenos específicos. El resultado es un RTS lite que prioriza la expansión pacífica sobre la agresión, pero con picos de tensión que rivalizan con las oleadas de StarCraft. Y lo pulido: optimización impecable en PC (probada en mi setup modesto, corre a 60 FPS estables), con soporte para mods comunitarios desde el día uno, algo que Ubisoft ha perfeccionado tras lecciones de Anno 1800.


Un Festín Visual y Auditivo: Belleza que Trasciende la Pantalla
Pero no todo es estrategia; Anno 117 es un deleite sensorial que me ha dejado boquiabierto. Gráficamente, es una oda al realismo histórico con toques de fantasía estilizada: provincias que se extienden por el mapa como un fresco vivo, con texturas de adobe y piedra que capturan la aspereza del Mediterráneo. El ciclo día-noche ilumina mercados bulliciosos con antorchas parpadeantes, y las animaciones de multitudes —esclavos cargando ánforas, senadores debatiendo en el Senado— son tan fluidas que olvidas que estás en un juego. Comparado con los paisajes industriales de Anno 1800, este título retrocede en tiempo pero avanza en detalle: niebla volumétrica en las colinas galas, reflejos en los acueductos que rivalizan con SimCity 2013 en su prime. En mi monitor, se ve como un documental de la BBC hecho en Unreal Engine 5.
El sonido es igual de cautivador. La banda sonora, compuesta por un equipo que incluye influencias de música antigua romana reinterpretada con orquesta moderna, fluye como un río Tiber: percusiones marciales para las construcciones, liras suaves para las fases de paz. Los efectos —el crujir de carretas, el rugido de una multitud en el Coliseo— están tan integrados que elevan la inmersión. No hay glitches de audio, ni silencios incómodos; es pulido hasta el último eco.


El Arte de la Negociación Imperial
Como ciudadano que ha participado en negociaciones que abarcan desde reuniones de condominio hasta mesas de edición, valoro profundamente un sistema que captura la esencia de la Pax Romana, esa era de relativa estabilidad romana donde el poder económico, la retórica y la fuerza militar se conjugaban para consolidar un imperio.
Tras actualizar mi partida con ocasión del lanzamiento oficial de hoy , he dedicado sesiones completas a establecer alianzas tanto en Latium como en Albion. Declaro sin reservas que estas mecánicas no solo son profundas y están pulidas con sumo cuidado, sino que infunden una satisfacción estratégica que me ha mantenido absorto, contemplando cómo cada tratado se erige como un fresco vívido en los muros del Foro. Si el juego ya cautivaba por su esplendor visual —esos acueductos que irradian bajo el sol mediterráneo—, les invito a experimentar cómo la diplomacia lo transforma en una sinfonía de poder ejercido con sutileza.
Procederé a desglosar el sistema diplomático de manera estructurada: desde su integración en la jugabilidad hasta sus implicaciones narrativas y comparaciones con otros títulos del género. Anticipen que Anno 117 no trata la diplomacia como un elemento accesorio; es el pulso vital que articula la economía, la confrontación y la cultura en un ciclo de juego tan adictivo como sofisticado.


La Estructura del Sistema Diplomático: Un Senado Virtual al Alcance de Tu Ratón
El corazón de la diplomacia en Anno 117: Pax Romana reside en su accesibilidad intuitiva, un diseño que Ubisoft Mainz ha pulido con la precisión de un legionario afilando su gladius. Accedes al panel diplomático desde la interfaz lateral izquierda —un menú radial minimalista que se despliega como un mapa táctico—, donde se listan tus interlocutores: gobernadores rivales (otros procónsules romanos o líderes locales en provincias como Albion), raiders piratas y, lo más intrigante, el mismísimo Emperador Trajano, cuya presencia añade un matiz jerárquico único.
Cada entidad tiene un perfil dinámico: un medidor de relaciones (de hostil a aliado inquebrantable), estadísticas de fuerza militar, necesidades económicas y eventos históricos que influyen en su disposición. Es un tablero vivo, actualizado en tiempo real, donde el clima político de tu imperio se refleja en iconos romanos elegantes Una vez seleccionado un rival o aliado, se despliegan opciones diplomáticas que van más allá de los tratados genéricos de city-builders pasados.


Diplomacia Romana vs. los Clásicos del Género
Para contextualizar, comparemos con SimCity y los RTS como StarCraft y The Settlers. En SimCity, la «diplomacia» es regional y abstracta —tratos con ciudades vecinas que se reducen a zonificaciones compartidas—, pero carece de la profundidad narrativa de Anno 117. Aquí, no solo intercambias; forjas identidades culturales, un paso adelante que hace que la simulación se sienta humana y romana.
Frente a StarCraft, donde la diplomacia es un mero preludio a la guerra asimétrica (terran vs. zerg, con alianzas frágiles), Anno invierte el foco: la guerra es opcional, y la diplomacia es el verdadero RTS, con «batallas» en salas de negociación donde el timing (eventos estacionales) y recursos (regalos oportunos) deciden victorias. Es menos frenético, más cerebral.
Y con The Settlers (esa joya ubisoftiana de logística medieval), Anno 117 hereda el encanto de caravanas y trueques, pero lo romaniza: en lugar de castillos feudales, negocias con senadores y druidas, añadiendo capas multiculturales (respeta costumbres celtas o impón mosaicos romanos). Mientras The Settlers brilla en la paz comercial, Anno añade tensión imperial —el Emperador como «jefe final» diplomático—, haciendo que las mecánicas se sientan más ambiciosas y pulidas.
Anno 117 vs. Anno 1800
Comparado con Anno 1800, Anno 117: Pax Romana representa una evolución fascinante en la saga de Ubisoft, manteniendo el núcleo adictivo de logística y construcción de ciudades que hizo icónico al título victoriano, pero transportándolo a la grandeur romana con una frescura histórica que lo hace aún más inmersivo y estratégico.
Mientras Anno 1800 brilla en su era industrial, con vapores humeantes, rutas marítimas globales y una economía de engranajes que simula el auge del capitalismo colonial —donde expandes imperios a través de barcos cargados de té y acero—, Anno 117 refina esa fórmula en un tapiz antiguo de acueductos, legiones y tratados senatoriales, donde la diplomacia y el clima estacional añaden capas de tensión impredecible que 1800 solo roza con sus eventos climáticos. Ambas entregas comparten esa jugabilidad pulida y divertida, con cadenas de producción que fluyen como venas imperiales y un pulido técnico impecable que evita frustraciones, pero Pax Romana se siente más íntimo y culturalmente rico, evolucionando de las colonias lejanas a provincias conectadas por caminos empedrados, lo que lo convierte en un heredero digno que no solo honra el legado, sino que lo corona con un 10/10 de maestría estratégica.
Anno 117 vs. The Settlers
Comparado con The Settlers, esa saga ubisoftiana que revolucionó la estrategia económica desde sus inicios en los 90 con sus aldeas medievales y caravanas incansables, Anno 117: Pax Romana se erige como un heredero espiritual refinado y ambicioso, conservando el encanto logístico de cadenas de producción que fluyen como ríos de comercio —de minas de hierro a forjas de legiones, reminiscentes de las canteras y molinos de The Settlers II—, pero elevándolo a la majestuosidad romana con mecánicas diplomáticas y climáticas que añaden profundidad impredecible, donde un tratado con celtas en Albion puede alterar rutas enteras, algo que los settlers medievales solo insinuaban en sus tratados feudales.
Mientras The Settlers (pienso en The Settlers 7: Paths to a Kingdom) prioriza un ritmo pausado y encantador, enfocado en la construcción defensiva y el trueque simple que hace que sientas el pulso de un reino naciente, Anno 117 acelera el tempo con elementos RTS híbridos —legiones modulares que conquistan en tiempo real— y un pulido técnico impecable que elimina los pathfinding erráticos de entregas pasadas, resultando en una jugabilidad aún más divertida y adictiva, donde la belleza visual de provincias ondulantes bajo el sol del Mediterráneo supera los paisajes góticos, convirtiéndolo en una evolución que honra el legado con togas y acueductos, merecedora de un 10/10 absoluto por su maestría en equilibrar nostalgia estratégica con innovación imperial.


El Pulso de un Imperio en Denarios y Sudor
Si la diplomacia de Anno 117: Pax Romana te dejó con el sabor de tratados astutos y alianzas frágiles, me sumerjo de lleno en el alma económica de este titán ubisoftiano, ese engranaje invisible que hace girar las ruedas de Roma como un mercado en hora pico. Tras otra maratón de sesiones, te aseguro: las mecánicas económicas aquí no son un simple contador de recursos; son un ballet estratégico pulido hasta el brillo de una moneda recién acuñada, con cadenas de producción que fluyen como el Tíber en crecida y un loop de inversión que te mantiene enganchado, riendo de puro deleite. Es jugabilidad económica divertida, profunda y sin fisuras, que eleva el city-builder a arte imperial. Si ya te conquistó su belleza visual —esas provincias doradas al atardecer, con olivares mecidos por brisas simuladas—, espera a ver cómo el dinero hace magia.
El Núcleo Económico: Cadenas de Producción como Venas de un Cuerpo Vivo
En Anno 117, la economía no es un panel estático de iconos; es un ecosistema dinámico donde cada denario cuenta una historia de ambición y precariedad. Al inicio, como procónsul en una provincia virgen —digamos, las colinas de Latium o las brumosas llanuras de Albion—, arrancas con lo básico: campesinos recolectando trigo en campos fértiles, pastores arreando ovejas por pastizales. Pero pronto, el juego te obliga a tejer cadenas de producción complejas y ramificadas, un sello de la saga Anno que aquí se romaniza con maestría.
Imagina: siembra trigo → muele harina en molinos hidráulicos (influenciados por el flujo de ríos reales) → hornea pan en fornaces comunales → distribuye vía acueductos y caminos empedrados para mantener la felicidad de tu plebe. Cada eslabón no es lineal; factores ambientales como sequías estacionales o plagas de langostas (sí, el clima es un mercader caprichoso) alteran rendimientos, forzándote a diversificar —quizá invirtiendo en viñedos resistentes para exportar vino a senadores adinerados.
El pulido es de otro nivel: la interfaz económica se despliega en un «mapa de flujos» overlay, con flechas animadas que visualizan el movimiento de bienes —caravanas de mulas cargadas de ánforas, barcazas por el Mediterráneo—. No hay microgestión tediosa; un sistema de «órdenes imperiales» te permite automatizar rutas con IA inteligente que optimiza paths, evitando atascos como en entregas pasadas de la saga.


El Corazón del Combate: Legiones Modulares y Estrategia en Tiempo Real Híbrida
El combate en Anno 117 no es un apéndice; es una extensión orgánica de tu economía y diplomacia, donde las legiones que forjas en tus forjas de Hispania cobran vida en el campo de batalla. Arrancas reclutando cohortes básicas, pero el genio está en la modularidad: personaliza unidades con «equipos imperiales» desbloqueados por prestigio ante Trajano. Añade arqueros cretenses para rango, jinetes númidas para flanqueo o balistas para asedio, creando composiciones que se adaptan al terreno.
Todo en tiempo real, pero con un «modo legionario» pausable que te deja ajustar órdenes como un procónsul en el Senado, evitando el estrés puro de RTS hardcore. El pulido es impecable: la IA enemiga —bárbaros celtas con carros de guerra o piratas ilirios en galeras— es astuta sin ser frustrante, flanqueando rutas comerciales si descuidas fronteras, pero predecible en patrones históricos.
Ramificaciones Tácticas: Asedio, Moral y Consecuencias Imperiales
Más allá de las unidades, el combate se entreteje con mecánicas que lo hacen profundo y narrativo. Los asedios son un highlight: construye arietes y torres móviles desde tu base, pero el éxito depende de logística —suministros de aceite para fuego griego o esclavos para trincheras—, vinculando guerra a tu economía.
La moral es dinámica: tropas exhaustas por marchas largas desertan, pero un águila estándar o un discurso de procónsul (elige líneas de diálogo romanas) las revitaliza, añadiendo un toque RPG ligero. Eventos aleatorios como nieblas o traiciones de aliados (¡vinculado a diplomacia!) alteran el flujo, forzándote a improvisar.


El Esqueleto del Multijugador: Modos que Fluyen como el Tíber en Crecida
El componente multijugador de Anno 117: Pax Romana introduce novedades significativas para la franquicia, ofreciendo tanto modos competitivos como cooperativos. Los jugadores pueden enfrentarse a otros gobernadores (controlados por humanos o IA) en partidas que admiten hasta 16 jugadores, permitiendo configuraciones de equipos como 4v4v4v4. La principal innovación reside en su modo cooperativo, donde hasta cuatro jugadores pueden unirse para gobernar y gestionar la misma provincia, compartiendo recursos, decisiones y el desarrollo de las ciudades. Además, por primera vez en la saga Anno, la campaña narrativa principal se puede jugar de principio a fin en modo cooperativo, y el juego cuenta con soporte para cross-play (juego cruzado) entre todas las plataformas.
Conclusión: Un Imperio que Merece Durar Eones
Anno 117: Pax Romana no es solo un juego; es una carta de amor al poder de la planificación humana, envuelta en la majestuosidad del Imperio que moldeó Occidente. En un año donde los city-builders compiten por innovar, Ubisoft ha entregado un título que honra sus raíces (The Settlers, Anno) mientras supera a rivales en profundidad histórica y a en elegancia económica. Su jugabilidad es un torbellino divertido y estratégico, su pulido un testimonio de artesanía, y su belleza visual un bálsamo para el alma de un caraqueño que anhela orden en el caos.


Si buscan un escape que combine desafío intelectual con gozo puro, corran a por él. Este gobernador, forjado en las calles de Caracas, proclama: ¡Ave, Anno! Impera supremo.
Esta reseña fue realizada en PC gracias al código cedido por Ubisoft Latinoamérica. Anno 177: Pax Romana ya está disponible en PlayStation 5, Xbox Series X|S y PC a través de Ubisoft Connect y Steam.
