23 octubre, 2025
Glóbulos rojos - Últimas Noticias

Caracas, enero de 1892. El doctor José Gregorio Hernández, nombrado el año anterior profesor de Histología Normal y Patológica, Bacteriología y Fisiología Experimental de la UCV, escribía al ministro de Instrucción Pública Eduardo Blanco sobre sus últimos resultados de laboratorio. Hernández describía que analizando a varios de los estudiantes encontró una cantidad muy inferior de glóbulos rojos con respecto a habitantes de zonas septentrionales: “Más como, para dar este hecho por cierto y general, se necesita repetir la experiencia un gran número de veces”. Solicitaba entonces al ministro realizar más pruebas con soldados sanos, tres o cuatro a diario: “Con la seguridad de ser esta una experiencia inocente, bastando una pequeñísima gota de sangre, extraída por medio de una picadura que se hace con una aguja en el dedo indicador”. Pensaba que esto sería la clave para establecer las diferencias patológicas entre los europeos y nosotros.

Todo el año 92 estudió con su microscopio Nachet la cantidad de glóbulos rojos en jóvenes de Caracas. En 1893 expondría sus resultados en el I Congreso Panamericano de Medicina, celebrado en Washington DC y escribió de estos en la Gaceta Médica de Caracas. La conclusión del estudio fue: “Creemos que el número de los glóbulos rojos es menor en los habitantes de las regiones intertropicales que en los de las regiones templadas, y suponemos que esta hipoglobulia depende de que el organismo teniendo menos pérdidas de calor por la irradiación, disminuye la producción globular. Y este hecho está perfectamente de acuerdo con la opinión antigua de que los países cálidos son los países anemiantes por excelencia”. Creía de esta forma que el descenso de los glóbulos rojos era producto de una menor pérdida de calor corporal en las zonas intertropicales, entiéndase menos oxidación de los tejidos, con respecto a países de bajas temperaturas donde el cuerpo necesita irradiar más calor. La necesidad de menor oxígeno en zonas intertropicales disminuía así la formación de glóbulos rojos, responsables de transportar este gas desde los pulmones a los tejidos.

Esta idea fue innovadora. Era una conclusión alterna a la establecida por los europeos, quienes indicaban que la numeración variaba en función del sexo, la edad, la preñez y la lactancia, no del medio geográfico.

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