26 septiembre, 2025

He vuelto a ver ‘El crepúsculo de los dioses’ años después de la última vez. Sigue pareciéndome una obra maestra con Billy Wilder en su máxima expresión

He vuelto a ver ‘El crepúsculo de los dioses’ años después de la última vez. Sigue pareciéndome una obra maestra con Billy Wilder en su máxima expresión


Existe un potente placer en la revisión de películas, aunque siempre es interesante expandir el rango propio intentando encontrar cosas nuevas (o “nuevas”, indagando en la historia del medio). Aunque normalmente la tendencia es rescatar favoritos personales que son confortables, en el fondo poco complicados porque estás familiarizado al dedillo con ellos, y no tanto los clásicos que ya has visto mientras hacía tu propia inmersión o estudio del canon cinematográfico.

En el fondo, está bien no rescatar determinadas obras maestras una y otra vez, porque dar un periodo prudencial permite descubrirles cosas nuevas, y de paso descubrir cosas nuevas sobre uno mismo. Estancarse en lo que asumimos como certezas es lo que vuelve los cánones una cosa rígida, y en el fondo aburrida. Aun así, volver a ver algo como ‘El crepúsculo de los dioses’ te deja tan asombrado como el primer día.

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Lista para el primer plano

No por ser algo eternamente repetido deja de ser cierto: Billy Wilder hace aquí una obra maestra en todos los registros posibles, desde la observación metacinematográfica al replanteamiento de los códigos del cine negro. Con William Holden y Gloria Swanson de protagonistas, así como otros tantos iconos de un Hollywood dorado desaparecido, crea una película todavía apoteósica a sus 75 años.

En ella vemos como un escritor más de la maquinaria de los estudios de cine está asolado por la falta de compra de sus ideas y su acumulación de deudas. Huyendo, acaba refugiándose en la casa de la antigua estrella de cine Norma Desmond, que vive en un particular delirio donde sigue en lo más alto mientras planea su regreso definitivo. El guionista se encargará de ello dándole un repaso a un guion elaborado por ella misma.

Wilder elabora así un fabuloso retrato crepuscular de toda una generación de cine ya desaparecida, que homenajea a través de las apariciones de iconos como Erich von Stroheim, Cecil B. DeMille o Buster Keaton. Todos importantes delante y detrás de las cámaras en una época muda que transicionó y los dejó atrás mientras gente como el propio Wilder entró de maravilla en la época de los diálogos, y en especial los diálogos con agilidad.

‘El crespúsculo de los dioses’: una bella tragedia

El Crepusculo De Los Dioses 1950 Billy Wilder
El Crepusculo De Los Dioses 1950 Billy Wilder

Es un elemento trágico que no esquiva en ningún momento. Mientras va observando la situación de Hollywood y sus trabajadores de líneas menos prominentes en los créditos, Wilder contempla el cine como una pesadilla de lo más hermosa. Una que te lo puede dar todo, y abandonarte como un trapo cualquiera en un instante. Una dualidad que la hace demasiado apasionante como para dejarla escapar.

Es una película amarga, aunque no puede escapar su propio espíritu romántico. ‘El crepúsculo de los dioses’ posee el fabuloso toque cínico de un noir, pero no puede evitar señalar el poder magnético del espectáculo en todo su apogeo. La perfecta tela de araña en la que perder completamente la cabeza.

Desde esas ambivalencias crea precisamente sus mayores fortalezas. La película es analítica, y también profundamente sentimental, aunque no pueda resistirse a caer en la tristeza. Rodada divinamente para hacer más atractiva la tragedia. Inteligente en cómo trastoca estructuras y punto de vista al contarnos todo desde determinada perspectiva, pero también asentada en los cánones que funcionan. Wilder en su máxima expresión en una película tan de su tiempo como imperecedera.

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