David Cronenberg ha regresado de la mejor forma con un thriller de ciencia ficción obsesionado con la carne, el amor y la Inteligencia Artificial

Es complicado negar que el David Cronenberg tardío ha tenido muchos problemas para estar a la altura de alguien que se supone un maestro cinematográfico, además de una de las grandes mentes renovadoras del cine de terror y fantástico. Desde ‘Un método peligroso‘ inició una senda marcada por el ultraprocesado digital de la imagen que la ha hecho mucho más pobre, así como subraya unas tendencias histriónicas en cómo aborda las transformaciones psicológicas de sus protagonistas en mundos de marcado carácter represivo.
Una trilogía deplorable de películas que le pusieron en horas bajas, que debía ser contrarrestada por un regreso al horror de la nueva carne en ‘Crímenes del futuro‘, pero resultó demasiado deslavazada para realmente removernos los cuerpos y las mentes. Era fácil perder toda la fe en el canadiense, y de ahí que su último estreno haya sido discreto y directo a plataformas. Pero ‘Los sudarios‘ (‘The Shrouds’) merecía mucho más.
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La sábana profana
Cronenberg hace algo más que un trabajo digno en su último techno-thriller, que le lleva de nuevo a trabajar con un Vincent Cassel fantástico en su recreación física de su director. Es una gran película de un autor imprescindible donde lleva sus ideas del cine y la humanidad a nuevos terrenos. Ahora puede verse en España al fin a través del streaming en Filmin, donde hace su estreno.
El empresario audiovisual Karsh está todavía apenado por la traumática pérdida de su esposa. Para poder seguir teniéndola cerca, patenta una revolucionaria tecnología con unos sudarios que monitorizan en tiempo real su cuerpo en progresiva descomposición. Intentando montar una funeraria puntera con esta idea, su proyecto se encuentra de repente vandalizado con posibles indicios de sabotaje que pueden estar motivados por una conspiración.
Cronenberg crea aquí interesantes ambivalencias y contrastes en torno a la pérdida. Primero, es profundamente personal, explorando aquí su propio duelo por la muerte de su esposa y en parte también la de su padre en su juventud, muriendo en un proceso largo y doloroso similar a la esposa del protagonista. El canadiense explora la conexión tan profunda que se puede sentir con una persona que, en su ausencia, casi se llega a sentir como un miembro fantasma. El amor todavía presente en la mente, pero no en lo físico, en lo carnal.
‘Los sudarios’: Cronenberg y las ambivalencias del duelo


Los choques en interrelaciones de lo cerebral y lo corpóreo han marcado el cine de Cronenberg, pero siempre desde una filosofía muy distinta a la de otros maestros del horror. Militantemente ateo aun habiendo nacido judío, el cineasta aborda lo fantástico y lo extravagante siempre con perspectiva racional, alejándose de lo sobrenatural para mantener siempre una base medianamente plausible, fijándose además en protagonistas con una mente más clínica y analítica ante lo extraño. Es así en el caso de ‘Los sudarios’, aparentemente fría en su superficie pero marcada por el impulso pasional de encontrar cierta explicación a algo que no lo tiene más allá de lo inevitable, como es la muerte.
Como película profundamente descreída de cualquier atisbo espiritual, haciendo una mención temprana al sudario de Turín o la sábana santa para señalar que el público sólo puede ver una réplica, el duelo aquí se vuelve una necesidad de control y de volcarse en la teoría de la conspiración. Cronenberg siente una profunda conexión con su personaje hasta el punto de moldearlo a su propia imagen física y colocarlo en la industria del entretenimiento, pero no duda en emplearlo como advertencia de la necesidad de volcarse hacia el control y una obsesión tóxica en cuanto nos enfrentamos a lo inexplicable.
Es una obra profundamente madura y compleja en lo que aborda, además de en cómo lo aborda. La textura inevitablemente triste de la historia está atravesada con un humor seco pero también absurdo (como todo lo que tiene que ver con el personaje de Guy Pierce o esa Inteligencia Artificial representada en memojis que es casi la relación más íntima que mantiene Karsh) que no le salía tan avispado desde ‘Crash’. Cronenberg toma muchos riesgos al tocar estas ideas de esta manera, de ahí que las reacciones a ‘Los sudarios’ hayan sido tan extremas. Algo que cabría esperar de un autor que al fin ha reconectado con cómo apelar tanto a la mente como a la víscera, un patrón que ha marcado toda su obra.
Yo, sin duda, he terminado extrañamente conmovido por un autor todavía inquieto con la condición humana y con el operar cinematográfico, creando una experiencia visual que hacía tiempo que no hacía justicia a los trabajos magistrales de su directora artística Carol Spier y su compositor Howard Shore. Estaba con la duda tras muchas decepciones, pero me he encontrado una de las películas más estimulantes del año.
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